Estrellas de media noche

Susto

Corrí a casa la imagen de mi abuelo sonriéndome y diciendo que debía decirle mi nombre a aquel chico aún no desaparecía de mi mente. Frote mis ojos, para después meter la cabeza debajo del chorro de agua fría en el grifo de la cocina.


 

–No estoy loca, no lo estoy es solo por que lo extraño. Te extraño abuelo.


 

Las últimas vacaciones había terminado de pintar mi alcoba, sobre el techo color azul marino papá y yo habíamos pegado cientos de estrellas de plástico de las que brillan de noche. Las miraba recordando el evento de esa misma tarde.


 

"Soy Osbaldo y tú"


 

Pensaba en él, pensaba y ni siquiera sabía por qué nunca me había obsesionado por algún chico, si me había gustado alguno antes, pero esta vez se sentía diferente lo imaginaba conmigo, sonriendo como lo hacía con Ariana.


 

Un escalofrío me recorrió y me levanté en seguida pensando en mi abuelo y cómo fue que apareció mientras estaba con aquel chico.


 

–Oye no creerás que vale la pena o sí abuelo – susurre al aire– pensabas que los chicos eran unos tontos, crees que es diferente...no, si le gusta la tonta de Ariana no debe ser bueno, sólo me hablo por qué se acordó de lo qué pasó con su carro, es solo eso.


 

Volví a la cama, me cubrí hasta la cabeza y apreté los párpados.

–Por favor que no vuelva a buscarme, por favor.


 

El móvil comenzó a timbrar, la alarma no dejo de sonar  hasta que yo misma la apague, hacía frío y estaba nublado. Mamá tenía listo el desayuno, papá leía su periódico mientras bebía café, yo comencé mi rutina.


 

Caminaba al colegio con la mochila al hombro mirando a ambos lados esperando a que no apareciera Osbaldo. El ruido del automóvil me obligó a voltear la risa de Ariana resonaba a mi lado. La tierna pareja camino a la escuela, una punzada en el estómago me detuvo.


 

"Mi pequeña nutria debiste decirle tu nombre"

—No abuelo, no vale la pena. — respondí diciendo quedamente.


 

Lizzi  me esperaba en el aula de biología, revisaba su Facebook hasta que la interrumpí, aún no entendía la manía que tenía por estar todo el día mirando sus redes sociales no tenía más amigos que yo pero parecía que realmente disfrutaba de estar mirando los sucesos en la vida de los demás.


 

—No te lo vas a creer —me dijo acercando el celular a mi rostro— mira quién me envió una solicitud de amistad.


 

Mire la pequeña fotografía en la pantalla del móvil, un tipo sonreía mostrando su perfecta dentadura y lo bien que lucía con una camisa ajustada. Era Osvaldo.


 

—Lo has estado buscando cierto Lizzi —la mire con cierto enfado.

—Claro que no —espetó volviendo a mirar la solicitud de amistad— fue él quien la envió.

—Bien no lo aceptes —me tire sobre la silla.

—Porqué no, quizás quiere que seamos amigos.


 

La miré, como le podía decir que no quería que lo agregara por qué eso significaba que me mantendría al tanto de lo que hacía y yo no quería estar enterada de nada de lo que hiciera y mucho menos con quien.


 

—De acuerdo haz lo que quieras —me volví al frente y cruce los brazos sobre la mesa.

—Está bien enojona no lo aceptaré pero por el momento de acuerdo.


 

Le sonrei más aliviada y comenzamos a charlar de tonterías sin importancia cuando guardó silencio sin decir nada solo miraba a mis espaldas como si estuviera buscando a alguien más.


 

—Me lo dirás ahora...


 

Di un salto, la voz tan cerca de mi oído me sobresalto.

—Idiota qué pretendes, matarme —me levante del asiento.

Osvaldo comenzó a reír con fuerza, llevándose las manos al estómago.

—Siempre eres tan graciosa cuando no quieres matarte —se relajó.

—Y tú siempre tienes esa manía de asustar por placer. —Seguía molesta con las manos sobre las caderas.


 

Osvaldo volvió a soltar una carcajada más sonora, después colocó una mano de forma amistosa sobre mi hombro, un rayo de electricidad me recorrió y me retiré en seguida.


 

—Relájate, por qué estás tan tensa.


 

Parecía que no le importaba lo que pensara o lo que dijera, estaba ahora más convencida de la clase de imbecil que podía llegar a ser.


 

—Cariño —aparecio Ariana corriendo hasta su noviecito— que haces aquí, biología lo tenemos hasta dentro de dos horas.


 

El chico delante de mi pareció cambiar de pronto por uno muy diferente, arrogante y hasta más molesto de lo que me llegó a parecer unos segundos antes.


 

—Lo siento hermosa solo estaba paseando y me perdí sabes que aún no encuentro las aulas con facilidad. —Miro a la rubia y la tomo por la cintura, la llevó hasta él sin dejar de mirarme— esta chica solo me explicaba que el salón de álgebra queda al otro lado —me guiñó— nos vamos hermosa.


 

Dieron media vuelta y salieron del salón, Lizzi seguía con la boca abierta y yo simplemente suspire olvidando mi molestia, tenía razón, no valía nada. 


 

No podía evitar el contacto visual a la hora del almuerzo a pesar de haber buscado el lugar más alejado de la mesa de los populares, aún la fuerza de los ojos brillantes de Osvaldo me perseguía y me atraía como un enorme imán que por más que deseaba no podía evadir.


 

—Qué taller tomaras nena —escuche a Lizzi diciéndome al mismo tiempo que devoraba una galleta.

—No tengo idea, tú que tomaras.

—Mmm...me gustaría estar en audio e iluminación oye se me ocurre, por qué no lo intentas.

—Audio...no, no lo creo.

—No amiga, teatro, el año pasado lo hiciste muy bien podrías continuar quién  dice que no es lo tuyo.

—No lo sé Liz es dedicarle mucho tiempo.




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