Esa noche fue más de lo que había imaginado. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver su sonrisa, escuchar su voz pronunciando mi nombre, como si fuese una melodía diseñada solo para mí. Me sentía como si estuviera caminando en una nube, con el corazón lleno de una mezcla de emociones que no podía controlar. No podía dejar de pensar en el breve pero perfecto encuentro. Aunque había durado solo unos segundos, era como si hubiera sido suficiente para reafirmar todo lo que sentía por él.
Después de esa noche, mi habitación se convirtió en un santuario dedicado a Leo. Las paredes, antes llenas de fotos y pósters casuales, ahora estaban cubiertas por imágenes de él en cada pose posible. Lo veía todas las mañanas al despertar, y todas las noches antes de dormir. Era más que un cantante famoso, era una parte esencial de mi vida, de mi día a día. Algunas personas tenían rutinas, yo tenía a Leo.
Pasaba horas en línea, buscando cualquier noticia nueva, cualquier pequeña actualización sobre su vida. Si publicaba una foto en redes sociales, mi corazón se aceleraba. Cada vez que subía una historia o un video, era como si compartiera una pequeña parte de su vida conmigo, aunque yo solo fuera una espectadora lejana. Mis amigas decían que estaba obsesionada, pero para mí, era algo más profundo que eso. Era devoción. Una parte de mí se aferraba a la fantasía de que, de alguna manera, Leo y yo estábamos conectados de una forma especial, que ese breve momento en el que cruzamos miradas no había sido una coincidencia.
Comencé a imaginar cómo sería mi vida si Leo y yo nos volviéramos a encontrar. Pasaba las tardes soñando despierta, visualizando escenarios en los que él, de alguna manera, recordaría nuestro encuentro y me buscaría. ¿Y si en medio de una entrevista mencionara a "esa chica especial" que había conocido tras el concierto? ¿Y si me dedicaba una canción en su próximo álbum, una que estuviera inspirada en el breve instante que compartimos? Las posibilidades eran infinitas, y mi mente no dejaba de crearlas.
Mientras más pensaba en él, más me convencía de que no era una ilusión pasajera. Leo era todo lo que había imaginado y más. Su personalidad irradiaba carisma y misterio. Había algo en él que lo hacía diferente de cualquier otro artista. Sus letras, aunque universales, parecían hablarme directamente. Como si entendiera cada una de mis inseguridades, mis sueños y mis miedos. Y esa idea solo alimentaba más mi creencia de que estábamos conectados de alguna manera.
Por las noches, solía quedarme despierta, mirando al techo, preguntándome si él también estaría pensando en mí, aunque fuera por un segundo. La realidad era dura, pero la fantasía era embriagante. Imaginaba su vida rodeada de fama, luces y atención constante, pero aún así, no podía evitar pensar que, entre todo eso, había un lugar para alguien como yo, alguien que lo entendiera de verdad. Yo lo conocía más allá de la estrella que todos veían. Lo había seguido desde sus primeros pasos en la música, había sentido su crecimiento y visto sus cambios, como si hubiera estado con él todo el camino.
Pero lo que más me mantenía atrapada en esta fantasía era el hecho de que, en el fondo, él parecía inalcanzable. Esa distancia, esa barrera entre nosotros, hacía que mi deseo por él creciera más. No era solo Leo, el cantante famoso. Era Leo, la persona que existía detrás de la fama, la que tal vez, solo unos pocos tenían la suerte de conocer. Y yo deseaba ser una de esas personas. Quería ser alguien que rompiera esa barrera, alguien que viera la versión real de él.
Cada día, mi admiración por Leo se hacía más grande, más fuerte. Lo veía como algo más que un simple artista. Para mí, era un faro, una luz en mi vida rutinaria. Cuando las cosas no iban bien o sentía que el mundo era un lugar gris y monótono, él siempre estaba ahí. Su música, su voz, su imagen... eran lo que me daba fuerzas. Era como si su éxito me hiciera sentir que todo era posible, que un día, mi vida también podría cambiar de la misma forma en que había cambiado la suya.
Así que seguí soñando, cada vez más profundamente. Después de todo, las fantasías son un refugio, un escape, y yo no estaba lista para dejar de soñar.