Las semanas habían pasado volando desde que envié aquel último mensaje a Leo, y aunque no había recibido respuesta, algo dentro de mí no dejaba de mantener viva la esperanza. Me repetía a mí misma que su vida era caótica, llena de compromisos, y que tal vez mi mensaje se había perdido entre los miles de fans que también querían tener un momento con él. Pero en el fondo, sentía que aún quedaba algo por descubrir. Había algo en esa última publicación, en sus palabras, que me hacía creer que el destino seguía jugando a mi favor.
Valeria y yo seguíamos con nuestra rutina. Las clases, los exámenes, nuestras salidas a tomar café para escapar del estrés de la universidad. Sin embargo, el brillo del concierto y la conexión con Leo aún permanecían en mi mente. Era como si una parte de mí estuviera atrapada en esa fantasía, resistiéndose a dejarla ir.
Un día, mientras estábamos en una de nuestras cafeterías favoritas, Valeria se inclinó hacia mí con una sonrisa cómplice.
—No te lo vas a creer, pero acabo de ver algo que te va a volver loca —dijo mientras sacaba su teléfono.
La miré, entre intrigada y nerviosa. Sabía que cualquier cosa relacionada con Leo tenía el poder de desestabilizarme, pero al mismo tiempo no podía evitar sentir curiosidad.
—¿Qué es? —pregunté, sintiendo una mezcla de emoción y miedo.
Valeria deslizó su dedo por la pantalla y me mostró una noticia. Leo había decidido tomarse un descanso después de su gira. No solo eso, sino que se encontraba en mi país, en mi ciudad. La noticia decía que había venido a desconectar, a escapar un poco de la presión de la fama, y que probablemente estaría por la zona por unos días antes de continuar con sus compromisos.
—No puede ser… —murmuré, sintiendo cómo mi corazón comenzaba a latir con fuerza—. ¿Estás segura de que es aquí?
—Eso parece —dijo Valeria, emocionada—. ¡Imagínate! Podría estar en cualquier parte de la ciudad ahora mismo.
La idea de que Leo pudiera estar tan cerca me dejó en shock. ¿Y si lo veía? ¿Y si realmente había una oportunidad de cruzarme con él fuera de la pantalla, lejos de los escenarios? La sola posibilidad me hacía sentir mariposas en el estómago.
Pero, por supuesto, la realidad era diferente. Sabía que encontrarlo en una ciudad tan grande era prácticamente imposible, y la idea de que el destino me regalara una oportunidad tan perfecta me parecía demasiado buena para ser cierta.
Aún así, el simple hecho de saber que estábamos compartiendo el mismo espacio me llenaba de ilusión. No podía dejar de pensar en qué haría si lo viera. ¿Le diría algo? ¿Intentaría hablar con él? La incertidumbre era abrumadora, pero al mismo tiempo, me emocionaba más de lo que podía admitir.
Al día siguiente, Valeria y yo decidimos salir a caminar por la ciudad, con la vaga esperanza de toparnos con algo inesperado. Me repetía a mí misma que era ridículo, que no iba a pasar nada, pero no podía dejar de soñar. Caminamos por las calles más transitadas, pasamos por los lugares donde los famosos solían ir a relajarse cuando visitaban la ciudad, y nos detuvimos en un par de cafeterías, como si estuviéramos trazando un mapa de posibilidades.
A medida que avanzaba la tarde, comenzaba a resignarme a la realidad. Probablemente, Leo estaba escondido en algún lugar privado, lejos de las multitudes y de las miradas curiosas. La fantasía de encontrármelo en una esquina era solo eso: una fantasía.
—Tal vez nos estamos emocionando demasiado —dijo Valeria, tratando de calmar mis expectativas—. Es casi imposible que lo encontremos así.
Asentí, aunque en mi interior seguía manteniendo una pequeña chispa de esperanza.
De repente, Valeria señaló un cartel en una esquina, frente a una cafetería que solíamos frecuentar.
—Mira eso, están organizando un evento de música en vivo esta noche. ¿Te gustaría ir?
Miré el cartel. Era un pequeño concierto local, algo íntimo, sin mucha publicidad. Parecía perfecto para alguien que quisiera evitar el bullicio de la fama, alguien que quisiera pasar desapercibido. De inmediato, mi corazón dio un vuelco.
—Vamos —dije sin pensarlo dos veces.
Valeria sonrió, entendiendo mi impulso, y ambas nos dirigimos al lugar esa misma noche.
El local era pequeño, acogedor, con luces suaves que iluminaban las mesas y un pequeño escenario al fondo. Había un ambiente tranquilo, relajado, y la música en vivo que comenzaba a sonar era perfecta para el espacio. Nos sentamos cerca del escenario, y pedimos algo de beber mientras esperábamos a que el evento comenzara por completo.
Mientras la música llenaba el lugar, me dejé llevar por el ambiente. Estaba a punto de aceptar que no vería a Leo esa noche, cuando lo vi.
Ahí estaba.
Sentado al fondo del local, con una gorra y una chaqueta oscura, pero inconfundible para mí. Mi corazón dio un vuelco. No podía creerlo. Leo estaba ahí, a unos metros de distancia, aparentemente disfrutando de la música en solitario. Todo mi cuerpo se tensó y mis pensamientos se atropellaron en mi cabeza. ¿Qué debía hacer? ¿Acercarme? ¿Quedarme quieta?
—Valeria… —susurré, y ella me miró—. Es él.
Valeria me siguió la mirada y sus ojos se abrieron como platos.
—¡No puede ser! —susurró emocionada—. ¡Es Leo! ¡Está aquí!
El simple hecho de verlo en persona, en un contexto tan diferente, me dejó sin palabras. Lo había visto en escenarios, en fotos, en videos… pero esto era distinto. Estaba tan cerca, y al mismo tiempo parecía tan inaccesible.
Valeria me empujó ligeramente.
—Ve a hablarle —dijo, sonriendo—. Esta es tu oportunidad.
—No puedo… —murmuré, aunque mi cuerpo quería moverse en esa dirección.
—Sí puedes. No pierdes nada.
El mundo pareció detenerse mientras me debatía entre quedarme sentada o seguir ese impulso que había estado ardiendo en mí desde que lo vi por primera vez en las redes. Finalmente, sin pensarlo demasiado, me levanté de la mesa y caminé hacia donde estaba sentado.