El aire en ese pequeño café parecía más denso, cargado de una energía que solo yo podía percibir. Estaba sentada frente a Leo, el chico cuya voz había sido mi refugio durante meses, y por primera vez, nuestras vidas se cruzaban de una forma que nunca había imaginado.
Mi mente corría a mil por hora, pero el exterior parecía en calma. Leo sostenía su taza de café, con una leve sonrisa en su rostro, como si todo esto fuera lo más natural del mundo. Y, sin embargo, para mí, cada segundo era surrealista. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había terminado frente al hombre que había llenado mis sueños?
—¿Qué te trae por aquí? —pregunté, intentando sonar casual, aunque por dentro estaba nerviosa.
Leo me miró fijamente durante unos segundos antes de responder.
—A veces, es necesario escapar un poco. La fama tiene su precio, y estar en el ojo público constantemente puede ser… abrumador. —Hizo una pausa, mirándome con curiosidad—. Y tú, ¿qué te trae por aquí? No pareces del tipo que frecuenta este lugar.
Me reí suavemente, aliviada por el tono relajado de la conversación.
—Creo que solo estaba buscando algo diferente hoy —respondí, omitiendo que parte de mí había salido con la esperanza de toparme con él.
Nos quedamos en silencio por un momento, observando a las pocas personas que disfrutaban de la música suave en el local. Sentía cómo mi corazón comenzaba a calmarse, aunque seguía latiendo con fuerza. Sabía que esta era mi oportunidad, que tenía la posibilidad de conocer a Leo más allá de la imagen pública que él mostraba al mundo.
—La fama… ¿cómo se siente? —le pregunté, curiosa—. Siempre he tenido esta imagen de lo que sería ser famoso, pero me imagino que en realidad debe ser mucho más complicado de lo que parece.
Leo suspiró y dejó su taza en la mesa.
—Es difícil de explicar. Es como si vivieras dos vidas. La que todos ven, la del escenario, los flashes, las entrevistas… y luego está la otra, la que muy pocas personas conocen. —Me miró directamente a los ojos, y por un momento, sentí que estaba compartiendo algo profundamente personal—. A veces, la gente se olvida de que somos humanos. Nos ven como íconos, como productos, pero detrás de todo eso, seguimos siendo personas con miedos, inseguridades… sueños.
Me quedé en silencio, absorbida por sus palabras. Nunca había pensado en la fama de esa manera. Para mí, Leo siempre había sido una estrella inalcanzable, alguien cuya vida estaba llena de éxito y glamour. Pero ahora, frente a él, todo eso se desvanecía. Era solo un chico con una guitarra, buscando su lugar en el mundo.
—Debe ser solitario —dije, más para mí que para él.
Leo asintió lentamente, sus ojos reflejando un cansancio que no había notado antes.
—A veces lo es. No siempre sabes en quién confiar. Las personas que se te acercan, muchas veces lo hacen por razones equivocadas. —Hizo una pausa, mirando a través de la ventana—. Pero también hay momentos en los que conoces a alguien genuino, alguien que te recuerda por qué haces lo que haces.
Mis mejillas se sonrojaron ligeramente al escuchar esas palabras. No podía evitar preguntarme si él estaba hablando de mí, si, de alguna forma, nuestra conversación había hecho que él se sintiera más conectado a algo real.
—¿Y qué haces cuando necesitas escapar? —le pregunté, intentando profundizar más.
Leo sonrió, como si la respuesta fuera obvia.
—Viajo. Me pierdo en ciudades donde nadie me conoce. Tomo mi guitarra y escribo canciones sobre lo que veo, lo que siento. —Su mirada se suavizó—. Como ahora. Estar aquí, lejos de todo, me ha dado tiempo para respirar, para encontrar mi centro de nuevo.
La música de fondo cambió, algo más melódico y relajante. El ambiente del café seguía siendo íntimo, y sentí que ese momento, esa conversación, era como una burbuja en el tiempo. Era fácil olvidar que Leo era una celebridad con miles de seguidores esperando por él fuera de estas paredes.
—Debe ser difícil dejar de ser tú mismo para cumplir con lo que los demás esperan de ti —comenté, pensando en cómo sería vivir bajo esa presión constante.
Leo me miró con una mezcla de sorpresa y gratitud.
—Es exactamente eso. A veces siento que estoy interpretando un papel que los demás han escrito para mí. Pero aquí, ahora, contigo… siento que puedo ser yo mismo, aunque sea por un rato.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y durante un instante, hubo una conexión silenciosa que no necesitaba palabras. Leo, la estrella mundialmente famosa, estaba compartiendo una parte de sí mismo que pocas personas habían visto. No era solo un cantante, era alguien buscando autenticidad, alguien luchando por mantenerse fiel a sí mismo en medio de todo el caos.
—Debe ser agotador —murmuré.
Él asintió, y su mirada se suavizó.
—Lo es. Pero también es lo que amo. La música, conectar con la gente… eso es lo que me da fuerzas. Solo que, a veces, necesito un respiro para recordarlo.
Hubo un silencio cómodo después de eso, como si ambos estuviéramos procesando lo que acababa de ocurrir. Me sentía afortunada de estar ahí, de haber tenido esta conversación con él. No sabía cuánto tiempo más duraría este momento, pero quería saborearlo todo lo posible.
—Y dime… —dijo Leo, rompiendo el silencio con una sonrisa ligera—. ¿Tú qué sueñas? Has escuchado mucho de mí, pero quiero saber algo de ti.
La pregunta me tomó por sorpresa. ¿Qué soñaba yo? Siempre había soñado con conocerlo, pero ahora que estaba frente a él, mis sueños parecían mucho más simples, mucho más reales.
—Sueño con viajar —dije, sin pensarlo demasiado—. Con ver el mundo, con experimentar cosas nuevas. Y, supongo, con encontrar a alguien que entienda cómo me siento. Alguien con quien pueda compartir todo eso.
Leo asintió lentamente, como si comprendiera exactamente lo que quería decir.
—Es un buen sueño —dijo—. Y lo lograrás. Estoy seguro.