La mañana siguiente me desperté con una mezcla de emociones. Los rayos de sol se filtraban suavemente a través de las cortinas, iluminando mi habitación. Por un momento, todo me pareció un sueño. El recuerdo de la noche anterior me inundaba la mente: la conversación íntima, la forma en que Leo me miraba, el beso en la mejilla. Era difícil asimilar que todo aquello realmente había ocurrido.
Mientras me incorporaba en la cama, mi teléfono vibró en la mesita de noche. Lo cogí rápidamente, el corazón latiendo con fuerza, esperando de alguna forma ver su nombre en la pantalla. Era un mensaje de Valeria.
—"¿Y bien? ¿Cómo fue? ¡Necesito detalles!"— decía el mensaje, con una evidente emoción.
Me mordí el labio, debatiéndome entre contarle todo o guardarme algunas cosas solo para mí. Valeria había sido mi cómplice en esta fantasía durante tanto tiempo, y aunque quería compartirlo, había algo en la intimidad de la noche anterior que sentía que era solo mío, un pequeño secreto entre Leo y yo.
—"Fue increíble. No sé cómo explicarlo. Pero te lo cuento todo más tarde"— le respondí, dejando que el suspenso creciera un poco más.
Dejé el teléfono a un lado y me quedé mirando al techo, reflexionando sobre lo que vendría a continuación. Leo había dicho que no sabía qué pasaría después, y yo tampoco. ¿Era posible que este encuentro fuese el inicio de algo más, o sería solo una noche mágica que se desvanecería con el tiempo?
Intenté no hacerme demasiadas ilusiones, pero era difícil. Había pasado tanto tiempo soñando con conocerlo, y ahora que finalmente había ocurrido, no podía evitar preguntarme si el destino tenía algo más planeado para nosotros. Aunque sabía que era mejor mantener los pies en la tierra, una parte de mí no quería dejar de soñar.
Pasé el día en una especie de trance, realizando mis tareas cotidianas sin poder concentrarme del todo. Cada vez que miraba el teléfono, me encontraba esperando un mensaje de Leo, algo que me confirmara que la conexión que habíamos sentido era real, que no había sido solo mi imaginación. Pero las horas pasaban y la pantalla permanecía en silencio.
Finalmente, por la tarde, decidí salir a caminar. Necesitaba despejarme, y el aire fresco siempre ayudaba. Las calles de la ciudad estaban llenas de vida, pero mi mente seguía atrapada en los recuerdos de la noche anterior. Caminé sin rumbo, dejándome llevar por la brisa suave y los sonidos de la ciudad.
De repente, mi teléfono vibró. Mi corazón dio un vuelco y lo saqué rápidamente del bolsillo, esperando ver su nombre. Era Leo.
—"¿Te gustaría volver a vernos esta noche? Hay un lugar tranquilo que me gustaría mostrarte"—
Me quedé congelada por unos segundos, sin poder creer lo que estaba leyendo. Respiré hondo y traté de calmarme antes de responder.
—"Me encantaría"— escribí, tratando de no sonar demasiado emocionada, aunque mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Unos minutos después, recibí la dirección. Era un lugar en las afueras de la ciudad, algo alejado del bullicio. Leo quería mantener el encuentro privado, lejos de miradas curiosas, y eso solo hacía que el momento se sintiera aún más especial.
Más tarde, al caer la noche, me dirigí al lugar que Leo me había indicado. Era un pequeño parque al borde de la ciudad, con vistas impresionantes de las estrellas y el horizonte. Cuando llegué, lo vi de pie cerca de una colina, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el cielo.
Mi corazón se aceleró de nuevo. Había algo en su postura relajada, en la forma en que parecía estar en su propio mundo, que me atraía aún más. Me acerqué lentamente, y cuando él me escuchó, giró la cabeza y sonrió.
—Me alegra que hayas venido —dijo, su voz cálida y cercana.
—No podía perderme esto —respondí, sonriendo mientras lo alcanzaba.
Nos sentamos juntos en la cima de la colina, observando el cielo nocturno. Las estrellas brillaban con una claridad que rara vez se veía en la ciudad, y por un momento, todo pareció en calma. Estábamos solos en ese pequeño rincón del mundo, lejos de la fama, lejos de las expectativas. Solo éramos nosotros, dos personas compartiendo un momento bajo las estrellas.
—Este es mi lugar secreto —dijo Leo después de un rato—. Siempre que necesito despejarme o pensar, vengo aquí. Nadie me molesta, nadie me reconoce. Es como si el mundo se detuviera por un rato.
—Es hermoso —susurré, sintiendo que sus palabras reflejaban algo más profundo.
Nos quedamos en silencio durante unos minutos, solo disfrutando de la tranquilidad del lugar. De repente, Leo rompió el silencio, su tono más serio que antes.
—He estado pensando en lo que hablamos anoche —dijo—. Sobre la fama, sobre lo que significa ser conocido por tanta gente, pero sentir que muy pocos te conocen realmente. —Hizo una pausa, su mirada fija en el cielo—. Y siento que contigo es diferente. No sé por qué, pero cuando estoy contigo… siento que puedo ser yo mismo.
Mis mejillas se sonrojaron y mi corazón latió más rápido. No sabía qué decir. La conexión que había sentido la noche anterior ahora parecía más real que nunca, y escuchar a Leo decir esas palabras hacía que todo pareciera más tangible.
—Yo también siento lo mismo —admití en voz baja—. No sé cómo explicarlo, pero estar contigo… es diferente a todo lo que había imaginado.
Leo giró la cabeza para mirarme, y en sus ojos pude ver algo que no había visto antes. Era una mezcla de vulnerabilidad y confianza, como si se estuviera abriendo de una manera que no lo hacía con muchas personas.
—¿Te quedas un rato más? —me preguntó, su voz suave y tranquila.
Asentí, sintiendo que no había lugar en el mundo donde quisiera estar más que aquí, con él, bajo las estrellas.
Nos quedamos en silencio nuevamente, y esta vez, no hubo necesidad de llenar el espacio con palabras. El viento fresco acariciaba nuestras pieles, y las estrellas brillaban sobre nosotros, como si estuvieran bendiciendo este momento único.