Los días siguientes al encuentro con Leo fueron como un torbellino de emociones. Aunque me enviaba mensajes casi a diario, sentía que algo había cambiado en él. A veces sus respuestas eran cortas, otras tardaba horas en responder. Trataba de convencerme de que todo estaba bien, que la distancia y su apretada agenda eran la razón de su comportamiento. Sin embargo, una pequeña voz en el fondo de mi mente me decía que algo no cuadraba.
Me repetía una y otra vez lo que había dicho antes de irse: "Quiero seguir conociéndote". Esas palabras me habían dado esperanza, pero a medida que pasaban los días, esa esperanza se iba desvaneciendo lentamente. A veces lo veía en las redes sociales, rodeado de chicas, en fiestas, siempre sonriente, siempre el centro de atención. Trataba de no pensar demasiado en ello, pero una duda insidiosa empezaba a crecer en mi interior.
Una tarde, mientras estaba en la cafetería con Valeria, me llegó una notificación en el teléfono. Era una foto de Leo en una discoteca. Él estaba con un grupo de personas, pero una chica en particular llamaba la atención: estaba demasiado cerca de él, su mano descansaba en su hombro y él le sonreía de una manera que nunca había visto. Mi estómago se retorció.
Valeria, que notó mi expresión, levantó una ceja.
—¿Todo bien? —preguntó, aunque su tono ya mostraba preocupación.
—Es Leo... —dije, mostrándole la foto.
Valeria frunció el ceño y luego me miró, como si no supiera qué decir. Finalmente, se inclinó hacia mí y habló en voz baja.
—Mira, no quiero ser la aguafiestas aquí, pero... ¿estás segura de que puedes confiar en él? —Su pregunta me golpeó como un balde de agua fría—. Quiero decir, es famoso. Hay chicas a su alrededor todo el tiempo. No quiero que te lastimen.
La inseguridad que ya había empezado a instalarse en mi corazón ahora se transformaba en miedo. Quería creer en Leo, quería pensar que lo que habíamos compartido era real, pero las dudas comenzaban a ser demasiado fuertes para ignorarlas.
Esa noche, mientras estaba en casa, no pude evitar revisar las redes sociales nuevamente. Las fotos de Leo en fiestas, rodeado de chicas, parecían multiplicarse. Cada imagen era como una puñalada más. En cada una de ellas, él lucía encantador, despreocupado, como si nada importara más allá del momento. Me dolía ver que mientras yo estaba aquí, esperando ansiosamente cualquier mensaje de su parte, él parecía estar disfrutando de su vida sin ninguna preocupación.
Finalmente, decidí confrontarlo. No podía seguir con esta incertidumbre. Le envié un mensaje, intentando sonar tranquila, aunque por dentro me consumía la ansiedad.
—"Hola, Leo. ¿Cómo estás? He visto algunas fotos tuyas en las redes... y solo quería saber si todo está bien entre nosotros."—
El mensaje fue visto casi de inmediato, pero no recibí una respuesta en las siguientes horas. El silencio de su parte solo aumentó mi angustia.
Cuando por fin contestó, mucho más tarde de lo que esperaba, sus palabras me dejaron fría.
—"Todo está bien. No te preocupes. Solo estoy trabajando y relajándome un poco."—
Eso fue todo. Sin explicaciones, sin detalles, solo una respuesta vaga que no me tranquilizaba en lo más mínimo. Sentí un nudo en la garganta. Algo estaba mal. Muy mal.
Pasaron unos días más, y aunque seguimos hablando, la distancia entre nosotros crecía con cada conversación. Él parecía distante, evasivo, y aunque me decía que me extrañaba, sus acciones decían lo contrario. Cada vez que abría las redes sociales, había una nueva foto de él con otra chica, siempre sonriendo, siempre disfrutando.
Valeria intentaba animarme, diciéndome que tal vez estaba exagerando, pero en el fondo sabía la verdad. Leo no era el chico que yo había creído. Él era un bad boy, un chico que disfrutaba de la atención, que coqueteaba con todas, y yo solo era una más en su larga lista. Me había ilusionado con la idea de que nuestra conexión era especial, pero ahora empezaba a ver que tal vez había sido ingenua.
Una tarde, mientras revisaba las fotos una vez más, encontré una en particular que me hizo detenerme en seco. Leo estaba con la misma chica que había visto en las fotos anteriores, pero esta vez estaban demasiado cerca. Sus brazos estaban alrededor de su cintura, y ella lo miraba con una sonrisa que solo podía interpretarse de una manera: estaban juntos.
El mundo pareció detenerse por un momento. Sentí una mezcla de rabia, tristeza y humillación. Me había engañado, me había hecho creer que era diferente. ¿Cómo había sido tan ingenua?
Con el corazón roto y las lágrimas acumulándose en mis ojos, decidí hacer lo que nunca pensé que haría. Le envié un último mensaje.
—"Leo, necesito saber la verdad. ¿Qué somos? Porque estoy empezando a pensar que todo esto ha sido una mentira."—
Esperé, viendo cómo el mensaje se marcaba como "visto", pero no recibí respuesta de inmediato. Los minutos pasaron, luego las horas, y finalmente, justo cuando estaba a punto de apagar el teléfono, llegó su respuesta.
—"Lo siento si te hice creer que esto era más de lo que es. Me importas, pero... no estoy buscando algo serio ahora."—
Esa frase fue la estocada final. Todo lo que había creído, todo lo que había sentido, se desmoronó en cuestión de segundos. Leo nunca me había amado, nunca había sentido lo mismo que yo. Solo había sido un juego, una distracción temporal en su vida caótica.
Solté el teléfono y me desplomé en la cama, sintiendo cómo el peso de la decepción caía sobre mí. Había soñado con este chico, lo había idealizado, y él había jugado con mis sentimientos. Las lágrimas comenzaron a fluir, y por primera vez desde que lo conocí, me permití sentir todo el dolor que había estado acumulando.
El Leo que creía conocer no era real. Y ahora tenía que enfrentar la dura realidad de que mi fantasía se había convertido en una amarga decepción.