Los días después de mi despedida de Leo fueron difíciles. A pesar de saber que había hecho lo correcto al alejarme, no podía evitar sentirme vacía. Todo lo que había soñado, la ilusión que me había mantenido viva durante tanto tiempo, se desmoronaba en mil pedazos. Mi fantasía de estar con él había sido solo eso: una fantasía. La realidad me golpeaba cada día con más fuerza, recordándome que no podía seguir aferrándome a alguien que solo me veía como una más en su interminable desfile de admiradoras.
Valeria, como siempre, estuvo a mi lado. Nos sentamos una tarde en su casa, con una enorme caja de pizza y una botella de vino barato, mientras ella trataba de levantarme el ánimo.
—Mira, sé que es difícil, pero tienes que dejarlo ir —me dijo, mientras cortaba una porción de pizza—. Ese chico nunca te mereció. Es un imbécil, y hay millones de chicas como tú que han caído en su juego.
Asentí, aunque todavía sentía una especie de vacío en el pecho. Sabía que Valeria tenía razón, pero aceptar la verdad no lo hacía menos doloroso. Durante tanto tiempo, había alimentado la idea de que Leo era diferente conmigo, que lo nuestro era especial. Pero la realidad era que yo solo había sido una más, una chica más que había sucumbido a su encanto.
—Lo sé... pero duele —admití, dejando escapar un suspiro.
Valeria me miró con simpatía y tomó un sorbo de vino antes de hablar.
—Es normal que duela. A veces, las fantasías son más difíciles de soltar que la realidad. Pero no puedes quedarte atrapada en algo que nunca fue. Es hora de que empieces a pensar en ti misma. Te mereces algo mejor que un chico que juega con tus sentimientos.
Sus palabras resonaron en mi mente. Valeria tenía razón. Durante todo este tiempo, había puesto a Leo en un pedestal, olvidando lo más importante: mi propio valor. Había permitido que mi mundo girara en torno a él, sin darme cuenta de que yo también merecía ser feliz, que no necesitaba su aprobación para sentirme completa.
Esa noche, después de despedirme de Valeria, decidí hacer algo que había estado postergando desde que Leo apareció en mi vida. Entré en mis redes sociales, donde todavía tenía fotos suyas, algunos mensajes y recuerdos que me había aferrado. Con el corazón en la mano, comencé a borrar cada imagen, cada rastro de él. No fue fácil, pero con cada clic, sentía cómo el peso sobre mis hombros se aligeraba un poco más.
Los días se convirtieron en semanas, y poco a poco, empecé a reconstruir mi vida. Volví a concentrarme en mis estudios, retomé hobbies que había dejado de lado cuando todo mi tiempo y energía estaban dedicados a Leo. Incluso volví a escribir en mi blog de música, algo que había olvidado por completo en mi obsesión por él.
Valeria me acompañaba a conciertos y pequeños eventos locales. Cada vez que salíamos, me recordaba que el mundo seguía girando, que había mucho más en la vida que un chico que no me valoraba. Y aunque en el fondo todavía quedaban cicatrices, me di cuenta de que empezaba a sentirme más fuerte, más capaz de seguir adelante.
Una tarde, mientras estaba en la biblioteca estudiando, mi teléfono vibró. No esperaba ningún mensaje importante, así que lo revisé sin mucha prisa. Para mi sorpresa, era de Leo. Mi corazón se detuvo un segundo al ver su nombre aparecer en la pantalla. Después de todo este tiempo, ¿por qué me estaba escribiendo?
—"Hey, ¿cómo estás?"— decía el mensaje.
Sentí una mezcla de emociones: sorpresa, rabia, pero sobre todo, una profunda sensación de alivio. Ya no tenía el poder sobre mí que una vez tuvo. Leí el mensaje varias veces antes de finalmente responder, decidida a cerrar este capítulo de una vez por todas.
—"Estoy bien, Leo. Espero que tú también."— Eso fue todo lo que escribí, y lo dejé ahí. No necesitaba más. No necesitaba caer nuevamente en su juego.
Esa misma noche, Valeria me llevó a un pequeño concierto de una banda local. El lugar estaba lleno de gente, todos emocionados por ver a la banda que, según Valeria, estaba ganando popularidad rápidamente. Yo no conocía mucho de ellos, pero me dejé llevar por la atmósfera.
Cuando la música comenzó a sonar, algo en mí despertó. La energía de la banda, la emoción de la multitud, todo era tan vivo, tan real. Por un momento, olvidé todo lo relacionado con Leo. Me sumergí en el ritmo de la música, dejándome llevar por la vibra de la noche.
Y entonces, lo vi. El vocalista de la banda. Alto, cabello desordenado y una sonrisa que hacía que todo a su alrededor pareciera brillar. No podía apartar la mirada. Había algo en él, algo diferente a lo que había sentido con Leo. No era solo su apariencia; era su presencia, la pasión con la que cantaba, como si cada palabra saliera directamente de su alma.
Cuando el concierto terminó, Valeria y yo nos quedamos a tomar algo en el bar del lugar. De alguna manera, terminamos hablando con algunos de los miembros de la banda, y para mi sorpresa, el vocalista se acercó a nosotras. Su nombre era Lucas, y resultó ser increíblemente divertido y relajado.
Pasamos el resto de la noche hablando, riendo, y aunque no lo planeé, sentí una chispa, algo que no había sentido en mucho tiempo. No estaba lista para un nuevo romance, pero algo en Lucas me hacía sentir que tal vez, solo tal vez, podría volver a confiar en alguien algún día.
Al despedirnos, Lucas me sonrió y me dijo algo que me hizo sentir mariposas en el estómago por primera vez desde que conocí a Leo.
—"Espero verte en nuestro próximo concierto. Estaría genial que vinieras."
Y ahí, en ese pequeño momento, me di cuenta de algo importante: el mundo estaba lleno de posibilidades, lleno de personas que podían sorprenderte, de momentos inesperados que podían cambiar todo. Leo había sido mi fantasía, pero ahora estaba lista para enfrentar la realidad, y tal vez, en ese proceso, encontrar algo mucho mejor.