La noche se cernía sobre mí como un manto sofocante, y mi mente no dejaba de dar vueltas. Lucas y Leo. Ambos presentes, ambos importantes, ambos... enredados en mi vida de una forma que no podía controlar. Sentía que me estaba ahogando en mis propios sentimientos, atrapada entre lo que debía hacer y lo que realmente sentía.
En las últimas semanas, todo había sido confusión. Primero Leo, el chico que había sido mi sueño hecho realidad, ese cantante inalcanzable que de alguna forma había entrado en mi vida. Luego estaba Lucas, con su calma y estabilidad, ese refugio en medio de la tormenta. Pero ahora, la tormenta era yo.
Me tumbé en la cama, mirando el techo, perdida en mis propios pensamientos. No sabía cómo había llegado a esto. Desde que conocí a Leo, todo en mi mundo había girado en torno a él: mis ilusiones, mis esperanzas, mis noches soñando con una vida a su lado. Y cuando al fin lo tuve cerca, me hizo sentir que todo aquello no había sido en vano. Pero al mismo tiempo, él era caos, era intensidad que me quemaba. Leo podía ser el cielo y el infierno en un solo instante, y yo no sabía cómo manejarlo.
Luego estaba Lucas. Él era lo contrario, todo lo que debería querer. Lucas era sencillo, sin complicaciones, alguien que podía ofrecerme tranquilidad, paz... amor. Me hacía sentir segura de una manera que Leo nunca había podido. Y sin embargo, había algo en él que me asustaba. Tal vez era el miedo de que, si me entregaba completamente a él, terminaría hiriéndolo, llevándolo al mismo dolor que yo sentía. Porque, si era honesta conmigo misma, Leo todavía estaba presente en mi corazón, y no sabía cómo deshacerme de él.
Una llamada de Lucas rompió el silencio de mi habitación. Miré el teléfono, pero no lo contesté. Sabía que no podía hablar con él ahora, no mientras tenía el corazón dividido entre dos personas. Me sentía incapaz de ser honesta con él, de decirle que todavía sentía algo por Leo, incluso si era algo que no quería sentir.
Me levanté de la cama, caminando por mi pequeño apartamento, sintiendo cómo el aire se volvía cada vez más denso. ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué era tan difícil elegir? ¿Acaso estaba siendo egoísta por querer a los dos de alguna forma? No quería perder a Lucas, pero tampoco podía ignorar la intensidad que Leo despertaba en mí.
Recordé la última vez que estuve con Leo, su mirada intensa, la forma en que me hizo sentir tan viva, como si cada segundo a su lado fuera una aventura. Pero después, siempre venía el dolor, la duda, la incertidumbre. Con Lucas, nunca tenía que cuestionarme nada. Todo era claro, sincero, pero… ¿era suficiente? Me odiaba por siquiera plantear esa pregunta.
Me miré en el espejo, buscando respuestas en mi reflejo. No sabía quién era en ese momento, ni qué quería. Era como si me hubiera perdido en el caos de mis propios sentimientos, y no supiera cómo volver a ser yo misma.
Al día siguiente, me encontré con Valeria en el café de siempre. Ella fue la primera en notar que algo no iba bien. Apenas me senté, me lanzó una mirada fulminante.
—Ok, ¿qué pasa? Tienes cara de estar a punto de explotar.
No pude evitar sonreír con amargura.
—Creo que estoy explotando por dentro, —murmuré, jugando con mi taza de café.
Valeria se inclinó hacia adelante, sin dejarme escapar. Sabía que ella no iba a dejarme salir de esa conversación sin hablar.
—¿Es Leo o Lucas? —preguntó, directa como siempre.
Suspiré profundamente, sin saber por dónde empezar.
—Es… ambos. Siento algo por los dos, y no puedo evitarlo. Leo es como un imán, me atrae de una forma que no puedo explicar, pero también me destroza. Y Lucas… Lucas es todo lo que debería querer, pero siento que algo me frena, como si no pudiera entregarme por completo a él.
Valeria se quedó en silencio, asimilando mis palabras. Luego, sacudió la cabeza, como si no pudiera creer lo que escuchaba.
—Mira, Leo es complicado. Es emocionante, sí, pero también es una montaña rusa. Te lo he dicho antes, él solo va a causarte más dolor. Y Lucas… ¿por qué sientes que no puedes estar completamente con él?
—Porque… porque Leo sigue presente, —admití, sintiéndome miserable por decirlo en voz alta—. No puedo sacarlo de mi cabeza, y eso no es justo para Lucas.
Valeria se quedó mirándome durante unos segundos antes de responder.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? Porque no puedes quedarte en medio de dos personas para siempre.
No tenía una respuesta para ella. Lo único que sabía es que me sentía atrapada, como si estuviera siendo arrastrada por una corriente que no podía controlar. No podía seguir así. Tenía que tomar una decisión, pero la idea de perder a cualquiera de los dos me aterraba.
Esa noche, no pude evitar pensar en lo que Valeria había dicho. Tal vez tenía razón, tal vez estaba siendo egoísta al no soltar a uno de ellos, al intentar aferrarme a lo que me ofrecían. Pero, ¿cómo elegir entre el fuego y la calma? Leo me hacía sentir viva, pero a costa de mi paz mental. Lucas me ofrecía estabilidad, pero algo dentro de mí seguía buscando la intensidad que solo Leo podía darme.
El teléfono vibró en la mesa de noche. Era un mensaje de Lucas:
—"¿Podemos hablar? Siento que algo está mal, y quiero que seamos honestos el uno con el otro."—
Honestidad. ¿Cómo ser honesta cuando ni yo sabía lo que quería? ¿Cómo decirle a Lucas que, a pesar de lo perfecto que era, mi corazón seguía atado a Leo?
El teléfono volvió a vibrar, pero esta vez era Leo:
—"Estoy aquí para ti, siempre. Sabes que lo que tenemos es real, no lo puedes negar."—
Me senté en la cama, mirando ambos mensajes, sintiendo que mi cabeza estaba a punto de explotar. ¿Qué tenía que hacer? Era como si estuviera dividida en dos, con una parte de mí queriendo estabilidad y la otra ansiosa por el caos.