Lucas se apoyó en la barra del club, su mirada fija en la pista de baile donde un grupo de chicas reía y se movía al ritmo de la música. Era una escena que conocía bien, un ciclo repetido en su vida, donde todo parecía girar en torno al glamour, las fiestas y las conquistas. Sabía jugar su rol a la perfección: el chico malo, el cantante famoso, el que todas querían, pero nadie podía tener por completo.
Con una sonrisa ladeada, le hizo una seña a la camarera, que ya lo conocía de sobra. Ella le devolvió la sonrisa, sus ojos llenos de una clara insinuación. Pero mientras esperaba su trago, su mente volvió, casi como por instinto, a ella. A su fan.
Por más que lo intentaba, no podía sacarla de su cabeza. Había algo en la manera en que lo miraba, en la pasión que desprendía cuando hablaban, en la ilusión que veía reflejada en sus ojos cuando lo tenía cerca. A pesar de todas las mujeres que lo rodeaban, algo en ella lo había cautivado de una manera que no podía explicar. Y eso lo irritaba.
—¿Lucas? —una voz suave lo sacó de sus pensamientos.
Una chica alta, con cabello rubio ondulado y un vestido ajustado, se acercó con una sonrisa seductora. Era una de las tantas que había conocido en sus noches de gira, una fan más que había caído bajo su encanto. No recordaba exactamente su nombre, pero eso nunca había sido un problema para él.
—Hey —respondió con su sonrisa característica, la que sabía que derretía corazones—. ¿Te diviertes?
—Siempre lo hago cuando estás cerca —respondió ella, acercándose lo suficiente para que sus labios casi rozaran su oído.
Cualquier otro día, la habría tomado de la mano y la habría llevado a un lugar más privado, siguiendo su rutina habitual. Pero esa noche era diferente. Esa noche, su mente estaba en otro lugar. No dejaba de pensar en cómo la había dejado a ella, su fan, sin explicaciones claras, después de todo lo que había pasado entre ellos. Había sido injusto, y lo sabía.
—¿Lucas? —la voz de la chica volvió a interrumpir sus pensamientos—. Pareces distraído.
—Nah, todo bien, solo estaba pensando en algo —dijo, tomando un sorbo de su bebida.
Pero no era algo, era alguien. Y ese alguien lo estaba volviendo loco.
Más tarde, cuando la música se había apagado y las luces del club comenzaban a bajar, Lucas salió al balcón para tomar aire. El cielo nocturno estaba despejado, las estrellas brillaban intensamente, pero su mente seguía nublada. Se apoyó en la barandilla, mirando la ciudad iluminada, preguntándose qué demonios le estaba pasando.
Nunca había sido el tipo de hombre que se quedara atrapado en una chica, y mucho menos en alguien que no encajaba en su mundo de fama y excesos. Y, sin embargo, ella seguía apareciendo en su cabeza, una y otra vez.
Todo había comenzado como un juego. Al principio, había sido fácil dejarse llevar por su devoción. Era su fan, alguien que lo idolatraba, que lo veía como perfecto. Para Lucas, eso había sido cómodo, y quizá por eso nunca había puesto demasiadas barreras. Pero luego se había complicado. De alguna manera, lo que había comenzado como una simple atracción física se había convertido en algo más, algo que no podía controlar.
Cada vez que intentaba acercarse a otras mujeres, no podía evitar compararlas con ella. Su sonrisa genuina, su risa nerviosa cuando lo miraba, la manera en que lo hacía sentir como si fuera algo más que solo una cara famosa. Ninguna de las chicas que conocía en estas fiestas podía darle eso.
—Mierda —murmuró para sí mismo, pasándose una mano por el cabello.
Sabía que tenía que sacarla de su mente, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Y lo peor era que una parte de él no quería dejarla ir.
Esa misma noche, mientras se dirigía a su habitación en el hotel, Lucas recibió un mensaje. Era de una de las chicas con las que había estado coqueteando en el club. Podía invitarla a su suite sin problemas, y todo volvería a la normalidad. Podría seguir con su vida de siempre, con el mismo juego que había jugado cientos de veces antes.
Pero en lugar de responder, se quedó mirando la pantalla de su teléfono, dudando. Luego, en un impulso que ni siquiera él entendió del todo, abrió la galería de su móvil. Allí, entre las decenas de fotos, había una que había intentado ignorar desde hacía días: una foto de ella, sonriendo, con esa mirada que lo hacía sentir vulnerable de una manera que ninguna otra lo había logrado.
Suspiró y bloqueó el teléfono, dejando el dispositivo en la mesa de noche mientras se tiraba en la cama, mirando el techo. No podía seguir como siempre, no mientras esa chica estuviera en su mente, y lo sabía. Pero tampoco sabía qué hacer al respecto.
¿Volvería a ella? ¿Intentaría seguir con su vida y olvidarla como había hecho con tantas otras?
La verdad era que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía una respuesta clara.
Lucas cerró los ojos, tratando de despejar su mente. Pero incluso en la oscuridad, su rostro seguía apareciendo. Y por más que lo intentara, no podía escapar de lo que sentía por ella.
Lucas se despertó temprano esa mañana, con el mismo peso en el pecho que había sentido durante los últimos días. Ella seguía presente en su mente, como una sombra que no lo dejaba descansar. Se sentó en la cama y se pasó una mano por el rostro, intentando deshacerse de la pesadez que lo invadía. ¿Cómo era posible que alguien que apenas conocía lo tuviera tan atrapado? No era normal en él. Nunca lo había sido.
Se levantó y caminó hacia el ventanal de su suite, desde donde se veía la ciudad aún en calma. Su carrera le había dado todo lo que alguna vez soñó: fama, éxito, mujeres... pero en ese momento, mirando hacia la vida que había construido, se sintió vacío. Las fiestas, las risas, las sonrisas de chicas desconocidas, todo parecía superficial y sin sentido comparado con la sensación que tenía cada vez que pensaba en ella.