Lucas miró el teléfono en su mano, sus dedos temblando ligeramente mientras deslizaba hacia los contactos. Ella estaba ahí, solo un toque de distancia. Su mente se debatía entre lo que siempre había hecho —ignorar lo que sentía y seguir adelante— y lo que, por primera vez, sentía que debía hacer: hablar con ella. Aclarar lo que pasaba por su cabeza, aunque las palabras fueran difíciles de pronunciar.
"Es solo una chica", se repetía una vez más, pero su corazón ya no lo creía. Ella no era una chica más. Era diferente, y ese hecho lo aterraba.
El sonido del tráfico de la ciudad era apenas un murmullo a su alrededor mientras caminaba por las calles, perdido en sus pensamientos. Sus ojos recorrían los rostros de las personas que pasaban, pero todo lo que podía ver era el suyo, la manera en que lo miraba cuando estaban juntos, como si fuera alguien más que el ídolo que millones adoraban. Ella veía al hombre detrás de la estrella, y eso lo hacía sentir expuesto, pero también libre de una manera que nunca había experimentado.
Finalmente, sus dedos se deslizaron hasta su nombre en la lista de contactos. Respiró hondo, el pulso acelerado. ¿Qué iba a decir? ¿Cómo podía siquiera empezar? Las palabras parecían escurrirse de su mente, pero sabía que tenía que hacer algo. No podía seguir con este tira y afloja entre lo que sentía y lo que creía que debería hacer.
Con una decisión temblorosa, apretó el botón de llamada. El tono de llamada sonaba al otro lado, y con cada repetición, el nudo en su estómago se hacía más fuerte.
—Hola, —respondió su voz al otro lado de la línea, tranquila, inocente, tan familiar y al mismo tiempo tan distante.
Lucas se quedó en silencio por un momento, perdiéndose en el sonido de su voz. Había sido tanto tiempo desde la última vez que hablaron que ahora no sabía ni por dónde empezar.
—Hola, —dijo al fin, su voz baja y ronca, pero con un toque de nerviosismo que era inusual en él.
—Lucas, —dijo ella con una mezcla de sorpresa y alivio—. ¿Estás bien? Ha pasado tiempo desde que...
—Sí, lo sé, —la interrumpió, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza—. Lo siento por eso. Solo... necesitaba pensar. —Se llevó una mano al cabello, nervioso, algo que jamás hacía.
Hubo un silencio al otro lado, pero no era incómodo. Era como si ella entendiera que Lucas estaba lidiando con algo más grande de lo que podía expresar. Y en ese silencio, encontró el valor para seguir.
—He estado pensando mucho en ti, —admitió finalmente, soltando las palabras como si le quemaran en la boca—. No puedo sacarte de mi cabeza.
Ella no respondió de inmediato, pero Lucas podía imaginar la expresión en su rostro: sorprendida, tal vez confundida, pero atenta.
—Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti, —dijo suavemente, su voz temblando un poco.
Esas palabras eran como un alivio y una carga al mismo tiempo. Lucas había temido que ella lo hubiera olvidado, que lo hubiera dejado atrás como una simple fantasía de adolescente. Pero también sabía que, al confesar eso, estaban entrando en terreno peligroso. Porque si seguían adelante, si él continuaba persiguiendo esta conexión, tendría que enfrentar su propio miedo: la posibilidad de amar a alguien más de lo que amaba su libertad.
—No sé qué estoy haciendo, —confesó Lucas, riendo sin humor—. Nunca me había sentido así antes. Siempre ha sido fácil... hasta que llegaste tú.
—Lucas... —ella comenzó, pero él la interrumpió.
—Déjame terminar, por favor. —Cerró los ojos, apoyándose contra una pared mientras la ciudad continuaba a su alrededor, indiferente a su dilema—. Siempre he tenido el control. Siempre he sabido lo que quería. Pero contigo es diferente. Me haces sentir... me haces sentir cosas que no quiero sentir, pero al mismo tiempo, no quiero perderlas. Y eso me asusta.
El silencio al otro lado de la línea era pesado, pero Lucas sabía que ella lo estaba escuchando. Siempre lo escuchaba, y esa era una de las cosas que más lo atraía de ella.
—No sé si puedo ser la persona que necesitas, —admitió, sintiendo un peso en el pecho—. No sé si puedo dejar de ser quien he sido todo este tiempo.
—No te estoy pidiendo que cambies, —dijo ella, su voz tan suave que casi se perdió en el bullicio de la calle—. Solo quiero que seas sincero conmigo. No necesito al Lucas famoso. Solo quiero al Lucas que me hace reír, al Lucas que es más de lo que la gente ve en el escenario.
Sus palabras tocaron algo profundo dentro de él. Ella no quería la imagen, no quería la fantasía. Lo quería a él. Y eso lo desarmaba.
—Te necesito, —confesó finalmente, las palabras fluyendo antes de que pudiera detenerlas—. Y eso me asusta. Porque si te pierdo... no sé qué voy a hacer.
Hubo una pausa, y por un momento, Lucas temió haber dicho demasiado, haber sido demasiado vulnerable. Pero entonces escuchó su suave respiración al otro lado de la línea, y una vez más, supo que ella lo entendía mejor de lo que él mismo se entendía.
—No tienes que tener todas las respuestas ahora, Lucas, —dijo ella suavemente—. Podemos ir paso a paso. No espero que cambies de un día para otro. Solo quiero que lo intentemos, que veas a dónde nos lleva esto.
Lucas se quedó en silencio, sintiendo cómo su corazón se relajaba un poco con sus palabras. Paso a paso. Eso era algo que podía hacer.
—Gracias, —dijo finalmente, sintiéndose más ligero de lo que se había sentido en días—. Quiero intentarlo. Quiero... quiero ver a dónde nos lleva esto.
La sonrisa en su voz fue clara cuando respondió:
—Entonces hagámoslo. Juntos.
Lucas sonrió también, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió sentir esperanza. Tal vez, solo tal vez, el amor no era algo de lo que debía huir, sino algo a lo que debía entregarse, aunque eso lo hiciera sentir vulnerable.