Los días siguientes fueron un desierto emocional. Ambos estaban juntos, pero al mismo tiempo separados por un abismo de desconfianza y resentimiento. Lucas intentaba mantenerse cerca, pero cada vez que intentaba tocarla o hablarle, ella se alejaba, como si sus palabras no pudieran penetrar la barrera que había levantado.
La tensión era insoportable, y aunque ninguno lo decía en voz alta, sabían que estaban al borde del abismo.
Una mañana, mientras ella se sentaba en la cocina con una taza de café en las manos, Lucas se acercó con cautela. Su rostro estaba marcado por la falta de sueño, y sus ojos, normalmente llenos de confianza, ahora eran los de un hombre perdido.
—No puedo seguir así —dijo finalmente, rompiendo el incómodo silencio—. No puedo verte sufrir sin hacer nada al respecto. Por favor, dime qué tengo que hacer.
Ella lo miró, el peso de sus palabras cayendo sobre sus hombros como una carga imposible de sostener. Quería confiar en él, quería creerle, pero las imágenes del video, las palabras que había leído en los mensajes anónimos, seguían repitiéndose en su mente.
—No lo sé, Lucas —dijo en voz baja, dejando escapar un suspiro—. No sé si puedo perdonarte.
El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier otra cosa. Ambos estaban atrapados en un limbo. Ni juntos ni separados.
—Voy a demostrarte que puedo cambiar —insistió él, su voz temblando ligeramente—. Haré lo que sea necesario. Te lo juro.
Ella dejó la taza sobre la mesa y lo miró directamente a los ojos.
—No es tan simple. No basta con decirlo, Lucas. Las promesas no valen nada si no cambian las acciones. Te he dado tantas oportunidades, y cada vez que confío en ti, algo me demuestra que estaba equivocada.
Lucas apretó los puños, frustrado consigo mismo. Quería decir algo que la convenciera, algo que arreglara lo que había roto, pero no encontraba las palabras.
—¿Y entonces qué? —preguntó, la desesperación quebrando su voz—. ¿Esto es el final?
Ella tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía si era el final, pero sí sabía que las cosas no podían seguir así.
—Necesito tiempo —dijo finalmente—. Y tú también. Tómate un tiempo lejos de todo esto, de la fama, de las giras, de las chicas. Demuéstrame que puedes ser alguien diferente.
Lucas la miró, sorprendido por sus palabras. No esperaba que lo apartara de esa manera, pero entendía que ella estaba en su límite.
—Si es lo que necesitas, lo haré —dijo, con una extraña mezcla de tristeza y determinación—. Si me pides que me aleje por un tiempo, lo haré, pero necesito saber que cuando vuelva, habrá una oportunidad para nosotros.
Ella asintió lentamente, sin prometerle nada. Sabía que no podía hacer promesas que no estaba segura de cumplir. Todo dependería de cómo se sintiera en ese tiempo.
Lucas salió esa misma tarde. Empacó una pequeña maleta y, sin decir más, se dirigió hacia la puerta. Ella lo observó desde la sala, sintiendo que su corazón se partía en dos. A pesar de todo lo que había sucedido, no podía negar que aún lo amaba, pero el amor no siempre era suficiente. La confianza que alguna vez los unió estaba rota, y ella no sabía si sería capaz de repararla.
—Volveré —fue lo último que dijo antes de salir—. No me rendiré contigo.
Ella asintió, observando cómo la puerta se cerraba tras él, dejando un silencio ensordecedor en su ausencia. Se dejó caer en el sofá, agotada, sintiendo el peso de los últimos días aplastarla.
Finalmente, estaba sola.
Los días que siguieron fueron una mezcla de alivio y angustia. Por un lado, la distancia le permitió pensar con claridad, pero por otro, la soledad la hacía dudar de sus decisiones. ¿Había sido demasiado dura con Lucas? ¿O simplemente estaba siendo realista al proteger su corazón de más dolor?
Cada vez que encendía la televisión o revisaba sus redes sociales, las noticias de la gira de Lucas y los rumores sobre su vida amorosa seguían apareciendo. Aunque él estaba lejos, la sombra de su fama y su estilo de vida seguía presente.
Una tarde, mientras paseaba por el parque, recibió un mensaje inesperado. Era de Lucas.
“Te echo de menos. No puedo dejar de pensar en ti. Prometo que esta vez será diferente”.
Las palabras la hicieron detenerse. Había algo diferente en ese mensaje. No era solo una promesa vacía, sino que podía sentir la sinceridad detrás de ellas. Pero aún así, el miedo seguía presente.
No respondió al mensaje. Todavía necesitaba tiempo para procesar todo lo que había sucedido.
Días después, recibió otro mensaje. Esta vez, era de alguien inesperado: Nicole. La misma chica del video.
“Sé que no confías en él, y tienes razones. Si quieres saber toda la verdad, podemos hablar”.
Ella se quedó mirando el teléfono, el corazón latiendo con fuerza. ¿Hablar con Nicole? ¿Para qué? ¿Para descubrir más mentiras, más traiciones?
Pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar que tal vez Nicole tenía las respuestas que necesitaba. Quizás había más cosas que Lucas no le había contado.
Decidida, respiró hondo y respondió.
—¿Dónde y cuándo?
El encuentro con Nicole podría ser la clave para finalmente decidir qué hacer. Una última verdad antes de cerrar ese capítulo de su vida… o de darle una última oportunidad a Lucas.