Nolan.
—¿Señorita Lacrontte? —toqué con unos golpecitos en la puerta de su dormitorio, temiendo que fuera demasiado temprano y despertara al ogro gruñón la poseía por el mal despertar. Un minuto después y sin haber obtenido respuesta, afiné mi oído pegándolo bien a la fina madera de nogal sin detectar el más leve ruido del interior.
Resoplé chafado ¡Esta niñita acabaría conmigo! ¿Acaso era tan complicado avisarme? ¡Sabía las nuevas normas! Y que, a mi pesar, conocer su paradero en todo momento, era parte de mi trabajo.
Barajé las alternativas, ojeando la hora en mi reloj, tal vez había vuelto a ideárselas para mantenerse ajena a todo para lo que debía contar conmigo... ¡Cómo no!
Podría haber adelantado su clase semanal de yoga, en un intento de concentrarse, o simplemente estaba encerrada en su gimnasio personal quemando adrenalina e intentando aplacar los nervios. Hasta eso llegaría a entenderlo, pues desde mi llegada yo también había necesitado un extra de ejercicios de desahogo. Tenía entendido que mi presencia no era la única culpable de su angustia, pues muy pronto debía presentarse a los exámenes finales de su carrera de empresariales, y no dudaba que fuera la causa de verla tan centrada, más absorta entre sus clases virtuales y montañas de libros que me hacían, solo a ratos, apiadarme de ella.
Pero para más discordia, y bajo mandato de su padre, no solo me tocaría reunirme con mi protegida para ultimar los detalles de su viaje a la universidad parisina, sino que, además, debía custodiarla como su propia sombra en cada paso que ella se propusiera dar.
¿Habría un escenario que se me tornara menos apetecible? ¿Qué mierdas sabía yo sobre cómo mantener a raya a una jovencita en plena camaradería universitaria?
Caminé entonces sin pensar demasiado en ello, volviendo a sentirme incómodo con aquel nuevo uniforme que me hacía parecer demasiado elegante. De repente Juliette reapareció casi chocando conmigo. Llevaba el pelo húmedo, secándolo conforme avanzaba hasta mí, haciendo que mis ojos escrutaran sin cortarse cómo le favorecía ese conjunto elástico que se le adaptaba a la figura como una segunda piel.
—Ejem, ejem... —aclaré la garganta haciendo que diera un saltito por la impresión de verme parado frente a ella.
—Buenos días, señorita —saludé solemnemente, mientras ella entornaba los ojos y me esquivaba —. No busco molestarla, pero necesito hablar con usted...
Tenía que tomármelo en serio, hablar como si estuviera con mis oficiales. Mostrarme severo y profesional. Esa, sería la única manera de ganarme al menos el respeto de aquella jovencita consentida.
—Hable... no tengo mucho tiempo —ordenó —Tengo que seguir estudiando todo el día.
—De acuerdo... —me apresuré hasta llegar a su altura, cosa que no me costó demasiado teniendo en cuenta que mis pasos eran más largos que los suyos —, necesito que me concrete los horarios para mañana, el vuelo en el jet privado está dispuesto para las ocho, pero acordar una hora de regreso...
Y entonces, como si aquello la hubiera hecho despertar, se volteó para quedarse mirándome fijamente. Di un paso atrás involuntariamente, viendo asomar una sonrisa burlona al percatarse de mi gesto.
—Después de las cinco...
—A las cinco... —repetí sin poder disimular mi descontento, dudando de que un examen final le llevara tanto tiempo.
Ella se mordió el labio conteniendo la risa, para continuar el camino hacia su habitación.
—Sí... creo que a esa hora me vendría bien. Mañana podría ser un gran día, el principio de una nueva etapa para mí —aceptaba como divagando en voz alta el camino de sus pensamientos.
Uf, temía que sus planes secretos me iban a complicar el trabajo.
—Necesitaré los detalles, señorita...
Mirándome de reojo un segundo, avanzó hasta entrar en su cuarto. Se sentó. girando para lanzar con precisión la toalla húmeda a la cesta de la ropa sucia, y volvió a observarme con gesto de orgullo.
—¿Qué detalles necesita teniente? ¿Qué voy a ponerme? ¿Si tengo alguna prenda favorita que me dé suerte? —preguntó con esa ironía de pija que conseguía sacarme de quicio — O, ¿quizá que tras tener la oportunidad de volver a mi hogar, mi ciudad, volver a ver a mis amigos y finalizar la prueba que concluirá mis estudios de cuatro años en la escuela americana de negocios, me apetecerá ir a celebrar durante el almuerzo? Lo que, posiblemente, nos lleve unas horas extras...
Acepté afirmando con el gesto y aceptando a regañadientes que aquel plan no parecía descabellado para una chica de su edad y posición, inclusive se acercaba a demasiado sosegado para una rica heredera sin nada que perder. Sin embargo, dudaba que el siguiente día fuera algo divertido para mí, convirtiéndose en el primer día real de mi labor como "niñera".
¡Bueno, vale! Juliette no era exactamente una niña, y cada día me lo parecía menos al observarla como lo hacía ahora. Permaneciendo absorta y sumida en sus pensamientos, mordisqueaba la punta de un lápiz frente a la pantalla de su costoso laptop, presumiendo de mirada inteligente y de una boca tan hermosa como tentadora, sabiendo que sus atributos harían caer a cualquier hombre a sus pies, sin tan siquiera saber qué tantas riquezas, poseía.
—¿Algo más? —interrumpía mis pensamientos, volviendo a ojearme de pies a cabeza, y yo disimulaba mis pensamientos — Tengo mucho que hacer y que estés ahí, parado y analizando todo lo que hago, no ayuda a mi nivel de concentración.
—Lo siento, pero, es importante poner varios puntos en este acuerdo...
—¿¡Acuerdo!? —vociferó con un gritito de incredulidad, divertida seguramente por mi elección de palabras.
—Sí, supongo que podríamos llamarlo de ese modo si tenemos en cuenta que no podré custodiarla a menos que usted colabore.