Estúpida niña rica

9. Confesiones.

Juliette.

Abrí los ojos, confusa y con dificultad. Me dolían y la hinchazón me recordó al instante los motivos de aquella tristeza que presionaba mi pecho. Sin moverme aún de la cama, que ahora era lo único en lo que me sentía arropada y segura, pensé en las razones que me habían llevado a pensar que acabar con mi vida de una vez por todas, era la solución para todos mis errores. El incidente con Enzo había sido el detonante, sin duda. Por su culpa seguía teniendo la sensación de haber sido forzada, todavía latente en mi cuerpo, incluso sabiendo que, gracias a Nolan, no había podido llegar hasta el final. Pero no era la única razón, solo la consecuencia del cúmulo de los malos momentos aglomerados estos últimos meses.

Un movimiento a los pies de mi cama me hizo sobresaltar.

Nolan... —murmuré sin reconocer el tono de mi propia voz —¿Qué hace aquí? ¿Dónde está Matilde?

Vi el bochorno reflejado en su postura antes de contestar que esta, había tenido que regresar a la cocina. En verdad no me molestaba que fuera él quien estuviera custodiándome de cerca, velando una vez más por mi seguridad, y porque no me sintiera tan desamparada como lo hacía últimamente.

Recordé entonces, lo que había pensado sobre su presencia aquel primer día. Planeando hacerle la vida imposible con mis intentos de coquetería exagerados. Sin embargo, ahora no podía sino sentirme más que agradecida con su presencia.

Nolan, ¿puede acercarse? —le pedí acomodándome, y animándole a sentarse a mi lado. Por supuesto él dudó en hacerlo, demostrándome que no quería excederse de su tarea de vigilar en la habitual distancia que ahora, yo pedía que ignorara.

Debo agradecerle todo lo que ha hecho por mí estos últimos días. Sé que no se lo he puesto nada fácil... —pausé algo avergonzada, pero sin poder descolgarme de la preocupación que destilaba de la claridad de sus ojos — Necesito decirle que, de verdad, lo siento.

—Acepto sus disculpas —sonrió solo un poco —, pero solo si me cuenta qué le pasó para haber llegado hasta lo ocurrido ayer. Admito, que he pasado un tormento temiendo que el tranquilizante que le di, no le permitiera despertar... —continuó, tragando como si no quisiera ir más allá, mientras evitaba mirarme de frente.

—¿Cuánto he dormido? —pregunté para aliviar su incomodidad.

Casi un día entero... —volvió para admirar mi sorpresa — Al menos, espero que hoy se sienta mejor.

Me encogí de hombros, aguantando las lágrimas traicioneras que contradecían cualquier intención que tuviera de mentirle. No podía decirle nada, ahora no. Solo me atrevería a moverme hasta su cuerpo para abrazarle.

Eso le cogió desprevenido, pero no me rechazó. Solo me apretó más fuerte contra su pecho, tal como lo había hecho el día anterior.

Me dejó llorar, otra vez, y cuando pude cesar de gimotear me alejé para sonreírle un poco, demostrándole lo bien que se sentían sus silenciosas muestras de afecto.

O eso, o era que mi situación le daba verdadera lástima, después de todo. ¿Podía ser un afecto paternalista lo que Nolan despertaba en mí? ¿Era posible que me estuviera colgando a su cercanía como un clavo ardiendo, mientras a él solo le despertaba pena?

La posibilidad era tan real como que ahora, ambos estábamos tan cerca que podría salir de la duda. Posando mis ojos en su boca como el siguiente paso a seguir, como una meta nueva y excitante que atravesar, y viendo que no le pasaban desapercibidas mis intenciones en su titubeo para acortar esa escasa distancia, o no.

Debo seguir haciendo mi ronda —murmuró sin moverse demasiado —, pero antes le ruego que me explique lo sucedido en aquella fiesta. ¿Fue usted cómplice de las drogas, y del intento de abuso de aquel tipejo?

Suspiré, siendo yo la que retomara mi posición anterior.

—No es un tema fácil hablar de mi historia con "ce salaud, fils de pute!"

Admití insultándolo abiertamente en francés como tanto me gustaba hacerlo en mis pensamientos, pero Nolan ni se asustó un poco por ello.

Lo entiendo, pero —insistió dejando a un lado mis malos modales —, necesito saber si fue mi culpa que...

Nada fue su culpa, teniente Davis —le corté convencida —. Hace años que vengo relacionándome con este tipo de amistades. Algunas, sobre todo Enzo, son de las que me gustaría poder apartar de mi vida y no cruzármelas jamás. Aunque claro, no me di cuenta de ello hasta que casi fue demasiado tarde.

—Supongo que tiene sentido, después de todo.

—No son buenas personas, incluso me llevaría a pensar que son peligrosas. Conocí a sus padres siendo muy joven. Enzo me llevó orgulloso a presentarme como su novia, oficialmente. Suponía que era algo bueno, pero lo que allí hablaron me sonaba extraño, con afirmaciones tan extrañas como que yo, siempre fui parte de esa familia.

Nolan arrugó el ceño, dándome la razón en que no mis cavilaciones no iban desencaminadas.

¿Y nunca les preguntó? o ¿a su papá?

Negué con el gesto.

Quise olvidar lo violento de ese día. Fue como estar encerrada en un complot de planes que ya se daban por hecho, por la simple razón de formar parte de mi vida.

¿Planes?

—Sí... —hice memoria — Hicieron llamar a mis padres, interesados en concertar una reunión para los detalles de nuestro noviazgo. No entendí a lo que se referían, claramente. Yo solo era una niña, ilusionada con la idea de su primer novio real.

Nolan se levantó de mi lado, llevado por sus pensamientos y con aquel gesto pensativo y ceñudo que tanto le caracterizaba. Mientras, yo notaba cómo me era imposible no seguirle con la mirada.

Quizás... —susurraba — No, bueno... Pero ¿por qué no...? No, es una locura.



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En el texto hay: mafia, amor, guardaespaldas

Editado: 26.11.2022

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