Suspiro por enésima vez sosteniendo los binoculares y con mi cuerpo recostado en la ventana.
Ese sexy chico sale como siempre a su rutina de cardio matutina. Lleva una camiseta azul marino que se adhiere a su torso mojado por el sudor. Su cabello rubio se pega a su frente y pequeñas perlas de sudor se deslizan por su perfecto rostro.
Simplemente maravilloso.
Sin duda alguna mis personas favoritas en este vecindario son mi mejor amiga y Ethan O’Bryan.
Ethan es dos años mayor que nosotras, se encuentra en el cuarto ciclo de Ingeniería civil, un chico carismático y popular, capitán del equipo de Hockey sobre hielo de su universidad, y poseedor de uno de los mejores promedios de su promoción.
No me malinterpreten, no es que esté obsesionada con el chico, o bueno… quizás un poco.
Pero es que… es tan perfecto, ¿Cómo no sentir mariposas en el estómago cada vez que me sonríe, como ahora al notar que lo estoy espiando desde mi ventana?
Ay, carajo.
Dejo caer los binoculares y le brindo una mirada de disculpa, mi cara arde por la vergüenza. Él solo niega divertido y vuelve a retomar su trote dejándome expuesta y deseando enterrar mi cabeza en un hueco.
Soplo mis labios con frustración y me muevo para cerrar la ventana.
Pego un brinco cuando veo a mi mejor amiga recargada del marco de la puerta, con sus brazos cruzados y una mirada divertida.
— ¿Espiando al vecino otra vez? — pregunta con picardía.
— Puff…. ¿Qué? Claro que no. — escondo la cara para que no note mis mejillas sonrosadas. Escucho su carcajada y volteo a mirarla con la mirada entornada. — ¿Qué es tan gracioso?
— Que hasta un ciego notaría lo mucho que te gusta ese chico. — entra a mi habitación y se acuesta sobre mi cama.
Suspiro sintiéndome desanimada de pronto. — ¿Qué pasa nena?
— Me siento estúpida, eso pasa. — arquea su perfecta ceja depilada. — no hago más que observarlo todo el día, y cuando lo tengo en frente… carajo me meo encima.
Se ríe y la fulmino mortíferamente. Para de reírse y se pone en modo “serio”. — ok, ok no me burlaré más te lo prometo. — la observo incrédula. — pero, es que… me causa gracia ver como te frustras por algo tan simple. — arqueo las cejas sin comprender. — ¿No te has visto en un espejo? — me muerdo el labio. — ¡Eres preciosa, mujer! Ese chico es afortunado de tener tu atención, simplemente ve y dile lo mucho que te gusta y ya está.
Niego sentandome en la cama a su lado.
— No es así de simple Mad, no soy como tú, he intentado hilar más de dos frases decentes cuando lo tengo al frente, y… termino haciendo el ridículo.
Se exaspera rodando los ojos.
— No tienes remedio, Em. — se da la vuelta apoyando los codos en mi cama. La observo en silencio por unos segundos, sé que quiere decirme algo, pero por alguna razón no puede.
— Suéltalo. — le digo logrando que se sorprenda ligeramente.
— ¿Ah? — pregunta haciéndose la tonta.
— Madison Lauren Evans, habla rápido. — resopla fastidiada.
— Odio cuando te pones en modo serio. Pareces mi madre cuando se entera de que hice algo malo. — entorno la mirada, advirtiéndole. No logrará distraerme. — ok… — suspira para después mirarme apenada. ¿Qué rayos le pasa? — lo que pasa es que….
— ¿Qué, mujer? Solo dilo, me pones nerviosa.
Se endereza en la cama y después de brindarme una sonrisa ansiosa me lanza una bomba atómica. — Harry regresa a los Ángeles.
No.
La miro con cara de horror. No puede ser, él no puede volver.
Los pondré en contexto.
Harry es el hermano mayor de mi mejor amiga. El chico más insoportable que he conocido en mi vida, y créanme cuando digo ¡EL MÁS INSOPORTABLE!
Me hizo la vida imposible la mayoría de mi infancia y comienzo de mi adolescencia, él es el culpable de muchas de mis inseguridades, no dejaba de recalcarme lo delgada que era, su molesto apodo “huesos” retumba en mi mente.
Tenía que soportarlo porque como dije antes, nuestras familias son muy unidas, él pasaba en mi casa, ya que mi hermano mayor es su mejor amigo, y tenía que verlo siempre cuando iba a casa de Madison.
De solo pensar en ese molesto chico siento arcadas.
Es tan… exasperante.
Mi amiga nota mi molestia y carraspea llamando mi atención.
— Sé que lo odias, pero… estoy muy feliz, lo he extrañado tanto, es mi único hermano. — hago una mueca. Por supuesto que no puedo juzgarla por sentirse feliz, es su hermano, y ellos se adoran, pero no puedo ser hipócrita y celebrar algo que para mí es totalmente catastrófico, de seguro al regresar volverá a hacerme la vida de cuadritos.
— Bien por ti, Mad. — le sonrío tensa.
Niega divertida.
— Él yo no es el mismo adolescente tonto que conocías. — la observo impávida, dudo que ese idiota haya madurado.