Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 2|Sorpresa

Llevo dos noches en los que no puedo dormir. De tan solo imaginar que tendré que ver a ese idiota todos los días, el estómago se me revuelve.

Los padres de Mad son divorciados, el señor Evans se fue a vivir a Inglaterra hace diez años, parece ser que le va bastante bien en ese país, tiene lujos y comodidades que presume en sus redes sociales a cada oportunidad, incluida a su bella esposa. Una joven mujer que de seguro podría ser su hija, es algo incómodo verlos, aunque el señor Evans es un hombre apuesto, la diferencia de edades se nota increíblemente. ¿Quién es uno para juzgar?

El idiota al cumplir los 15 años se largó a vivir con él. Para la señora Evans fue muy difícil dejar partir a su hijo, pero fue algo que pactó en mutuo acuerdo con su exesposo cuando firmaron el divorcio.

Mad quedó destrozada al perder a su único hermano, yo por mi parte… no podía estar más feliz. Lo sentía por mi amiga, pero quitarme a ese idiota de encima era un gran alivio para mí.

No supe que fue de él durante estos cinco años, tampoco es muy sociable, en contraste con su padre, no he visto su aspecto después de cinco años. Y en realidad no me interesa.

Puede que ahora se vea bien, la familia Evans tiene una genética perfecta, Harry no era especialmente guapo en su niñez o adolescencia, tenía problemas de acné, por eso me desquité llamándolo “granos” en venganza por su estúpido apodo. Lo único que recuerdo de él, y que odio aceptar, es que tenía unos ojos hermosos. Dos mares azules que era imposible no mirar con admiración.

Sacudo la cabeza alejando esas estúpidas ideas de mi mente.

¿Es en serio cerebro? No me traiciones de esta manera.

Pasa un rato más en el que me dedico a limpiar mi habitación, soy una obsesiva con la limpieza, todo lo contrario, a mi hermano mayor que no le importaría morir en mitad de la porquería.

Cuando todo está listo e impecable pongo las manos en mis caderas y sonrío satisfecha.

Me doy un baño y bajo a comer algo, mi estómago exige comida con urgencia. Entro a la cocina y busco en la refrigeradora esperando que mi hermano no se haya terminado todo el pastel de chocolate.

Para mi suerte había un único y provocativo trozo de pastel. Me lamo los labios sacándolo de la refrigeradora, pero en menos de dos segundos desaparece de mi vista.

¿Qué carajos?

Volteo furiosa y mi hermano se lleva el pastel a la boca, tragándoselo en un solo bocado. Lo fulmino mortíferamente.

— ¡Oye mi pastel! — le reclamo

— Oh, ¿Te lo ibas a comer? — me pregunta con la boca llena.

— No, ¿Sabes qué?, lo saqué de la refrigeradora para admirarlo sobre el mostrador como una total retrasada.

Se ríe haciéndome a un lado para tomar un frasco de jugo de naranja, lo abre y lleva el pico a su boca tomándolo así. Iuggg.

— No seas asqueroso, todos tomamos de ahí. — le quito el frasco y limpio el pico con una servilleta. Mi hermano es el chico con menos modales que conozco. — ¿Sabes que los vasos existen por algo?

— Nahh, me da pereza lavar los trastes. Prefiero evitar la fatiga. — entrecierro los ojos, en realidad no sé cómo carajos logró ingresar a la universidad teniendo un coeficiente intelectual tan bajo. Oh, el deporte. Mi hermano es excelente en el hockey, es más, juega en el mismo equipo con mi amor platónico, son amigos, y el maldito que dice compartir mi apellido no me ayuda haciéndome los planes con su hermoso amigo, es un fracaso como hermano mayor.

Noto que está vestido decentemente y me causa curiosidad. — ¿Tienes una cita, quizás? — hago bailar mis cejas con picardía y niega divertido.

— No. — Se dirige a la salida.

— ¿Y entonces a dónde vas tan bien arreglado? Hasta te peinaste, o lo intentaste. — mi hermano me da una mirada desdeñosa.

— No me agrada tu comentario. — me río. — voy al aeropuerto, hoy llega Harry.

Mi sonrisa se borra instantáneamente.

Oh, por un momento me olvidé de que ese imbécil existía.

— Ah, ok. — vuelvo a la cocina fingiendo buscar algo en las alacenas. Mi hermano desaparece segundos después.

Al verlo salir dejo lo que estoy haciendo dejando caer los brazos a los costados de mi cuerpo totalmente derrotada. ¿Qué será de mí con ese idiota rondando a mi alrededor?

Arrastro mi hambriento cuerpo a mi habitación. Busco un pantalón y una sudadera. Por culpa de mi egoísta hermano, ahora debo salir a buscar comida al supermercado.

Tomo las llaves de la casa y me encamino por la acera a la tienda local más cercana. La tarde está un poco fría, el viento despeina mi ya desarreglado cabello. Llevo los mechones rebeldes detrás de mis orejas.

Llego al supermercado y entro saludando animosamente al cajero. — Hola, Toño.

El chico me sonríe sonrojado. — hola, Em.

Tomo una canasta y comienzo a caminar por los pasillos en busca de mi lugar favorito. El pasillo de los dulces y las frituras.

Definitivamente, mi alimentación es pésima. Pero por mi tendencia a adelgazar, no suelo engordar, aunque me alimente como un cerdo. Nunca me he preocupado por contar las calorías de los alimentos, mientras más delicioso se ve, mejor para mí.




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