Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 5| Harry

«Harry»

Aprieto mis manos en puños tornando mis nudillos blancos.

El imbécil se le tira encima apenas la tiene al lado.

La bilis me sube a la garganta al mirarlos.

Me muevo sintiéndome un idiota por hacer todo esto. Ya nada tiene sentido, ella me odia y no la culpo por eso.

Fui un real imbécil al tratarla tan mal hace muchos años.

Ahora, lo pienso una y otra vez, y no puedo encontrarle una explicación a mi comportamiento tan absurdo, le hice daño de muchas maneras y ahora sus heridas son tan grandes y sangrantes que es imposible curarlas.

Decido despejar mi cabeza de esta frustración y me dirijo al patio de la casa. Tenemos una cancha de baloncesto, y después del Hockey, este es mi deporte favorito.

Me encanta ejercitarme, siento que mis preocupaciones se esfuman cuando tengo la adrenalina recorriéndome la sangre.

Tomo un balón y camino al centro de la cancha, comienzo a correr y a encestarlo en la canasta tantas veces que pierdo la cuenta.

Pasa uno hora entera y no me detengo, los músculos me duelen, arden y queman como el contacto de su suave piel con la mía.

Sus labios tentadores casi me hacen perder la cordura, notar su estado después de verse con ese idiota logra acrecentar mi ira y hacer que me esfuerce de manera sobrehumana.

Una hora más…

Y otra.

Jadeo con mi cuerpo empapado y los pulmones ardiéndome, tengo los músculos adoloridos y la visión nublada.

— ¡Harry! — la voz de mi hermana se escucha lejana. — ¡Detente por favor, te estás haciendo daño! — pero no lo hago, sigo corriendo, sintiendo como el sudor se desliza por mi cuerpo, esta es la única forma en la que puedo liberar mi frustración. — ¡Hermano!

Vuelve a gritar y me agarra de la franela deteniéndome secamente. La miro con el ceño fruncido. — cálmate. — me dice y solo me safo.

— No me hables. — ella frunce el ceño confundida.

— ¿Por qué estás así? — me busca con la mirada y solo la ignoro. — ¿Qué hice para que te encuentres tan furioso?

— No importa, solo déjalo ser.

— Es por Em… ¿No es así? — pregunta con duda. Aprieto la mandíbula.

— No sé de qué…

— ¡Deja de negarlo! — me grita dejándome en blanco. — ¡Por cobarde es que la perdiste hace 5 años y por el mismo motivo es que la estás perdiendo ahora!

La observo colérico.

— ¿Y tú que me dices? No es que seas más valiente que yo ¿O sí? — abre los ojos con tensión. — Estás apoyando esa absurda relación que tiene con ese idiota. ¿En serio te encuentras de mi lado?

Niega irritada.

— Ese es tu problema, siempre crees que todo gira alrededor tuyo. — me empuja con su índice. Gruño molesto. — cuando dejes de ser un troglodita y aceptes que te mueres por ella podrás comportarte como un verdadero hombre y tener la capacidad de luchar por ella como se debe. — ladeo el rostro sintiéndome ofuscado. — cuando decidas romper esa coraza de indiferencia que cargas encima podrás mostrarle lo increíble que eres, el chico que conozco y que ella no ha podido conocer.

— Ya nada tiene sentido, ella jamás podrá verme de otra manera. Me odia, y tendré que aprender a vivir con eso.

— Eres un perdedor. — espeta sin ningún tipo de tacto. La observo estoico. — en momentos como este me avergüenza que llevemos la misma sangre.

Se que está diciendo todo esto para despertarme, ella siempre ha sido así, y esta es la única manera que encuentra para lograr que algo cambie en mí.

— No luches en una causa que ya está más que perdida. — le digo y su mueca desilusionada me produce una punzada. — ¿Qué más puedo decirte? Ella tiene razón, soy la persona que más la ha hecho sufrir, fui el culpable de muchas de sus inseguridades y noches de desconsuelo, no la merezco, eso es más que seguro.

— ¿Entonces permitirás que ese chico la enamore?

Sonrío con desdén observando el cielo despejado.

— Eso es algo que ya no se puede evitar. — bajo la mirada a su altura. — ella ya está enamorada.

— ¡Eres un idiota! — me da un golpe seco en el brazo. — ¡Idiota, idiota, idiota! — la tomo por ambas muñecas para que se tranquilice. — nunca creí que mi hermano podía ser tan perdedor.

— ¡Basta! — le grito. — tú no sabes nada de la vida, Madison. Tu has vivido en una fantasía llena de arcoíris y nubes de algodón, yo fui el que tuvo que alejarse de todo y de todos, dejar a mi familia, a mi madre, a mis amigos, a…

— A Emma. — me observa cautelosa al mencionarla.

Siento un nudo apretarme la garganta al escuchar su nombre.

— Como sea… — evado su intensa mirada. — ¿Cómo crees que fue llegar a un país desconocido, con un padre que prácticamente lo era también, y una madrastra que me miraba de forma extraña sin que mi padre se diera cuenta?

Ella abre los ojos como platos.




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