Dos semanas habían pasado desde la última vez que hablamos, sabía que era lo mejor. Él se había alejado, ahora me era indiferente, no me molestaba, sin embargo, su sola presencia lograba incomodarme.
Era por mucho el mejor amigo de mi hermano, no podía exigirle que rompiera su amistad con él, así que yo también decidí bajar la guardia y solo ignorarlo.
Ahora lo veía todos los días, así fuera en su casa o en la mía su presencia era inevitable. Solo cuando se iba a su práctica o a la universidad por sus trámites de ingreso podía respirar tranquila.
Hoy era uno de esos días. El sol iluminaba en su pleno esplendor, me encontraba afuera regando las flores del jardín, mi madre era fanática de la jardinería y tenía una amplia variedad de especies de tonos vivos y hermosos. Amaba ayudarla a cuidar su jardín, era una de las pocas actividades que disfrutábamos compartir juntas.
Mis padres trabajan casi todo el día, mi padre es médico y mi madre enfermera. Ambos se conocieron en su juventud, cuando eran practicantes. Es una historia bonita y algo graciosa, la forma en la ambos se conocieron fue un tanto… particular.
Mi padre estaba drenando un absceso gigante de un paciente que había llegado a la emergencia, en un momento dado mi padre abre con un bisturí la piel del paciente y sin poder preverlo el contenido del gran tumor salió disparado salpicando a quienes se encontraban cerca del paciente. Mi madre sin duda fue la que se llevó la peor parte, terminó con su cabello y parte de su cara manchada con el asqueroso líquido amarillo-verdoso.
Fue tanta la vergüenza de mi padre que terminó acompañando a mi madre a lavarse el cabello, mi madre estaba molesta, pero entendía que esto podía suceder en un lugar como aquel. Mi padre avergonzado se disculpó con ella y la invitó a tomar un café en compensación por el bochornoso suceso. Y así queridos amigos fue como inició su historia juntos, se podría decir que un absceso fue el cupido de su amor.
Me río en silencio ante tal pensamiento. Mi madre me mira con curiosidad mientras poda con una grande tijera las ramas rebeldes de los arbustos. El ardiente sol me arde en la piel y mi garganta apremia por una bebida fría y refrescante.
— Les traje limonada. — Mi padre como caído del cielo sale por la puerta de la cocina con una grande jarra llena del delicioso líquido.
Ambas nos acercamos a mi padre que nos sirve la bebida en dos vasos de vidrio, nos entrega uno a cada una y ambas bebemos con gusto.
— Todo se ve muy bien, han hecho un excelente trabajo. — mi padre se acerca a mamá y deposita un beso en sus labios.
Sonrío mirándolos, me encanta la relación que mis padres comparten, aunque ya llevan más de veinte años de matrimonio, siguen demostrándose el profundo amor que se tienen. Desearía algún día tener una relación como la suya.
Sin poder evitarlo, mi mente evoca a un perfecto rubio de sonrisa radiante.
Estas últimas semanas han sido bastante especiales a su lado, salimos prácticamente todos los días, me lleva a lugares románticos y especiales, compartimos besos y caricias cómplices en cada oportunidad que tenemos.
Y aunque ya nos hemos dicho lo mucho que gustamos uno del otro nada más ha sucedido entre ambos. No puedo evitar ponerme nerviosa, no quiero que nuestra relación se convierta en esto, no soy del tipo de chicas que se conforman con migajas, quiero que demos un paso más en nuestra relación, pero al parecer tendré que tener paciencia para que eso pase.
Ethan está increíblemente ocupado, el campeonato comienza este fin de semana y no ha dejado de practicar con su equipo para que todo salga perfecto. Harry se ha integrado al equipo, y aunque me fastidie aceptarlo, el chico es increíblemente bueno.
Probablemente, ese sea el motivo por el cual Ethan lo dejó entrar al equipo, porque, aunque ninguno de los dos lo diga, sé perfectamente que no se caen bien.
Puedo notar la tensión entre ambos, es como si no pudieran soportarse el uno al otro, por este motivo intentan mantenerse alejados uno del otro en el campo de juego para no colisionar y terminar en una discusión que en nada beneficiaria a su equipo.
Es como si… hubieran discutido o algo así.
Ethan no quiere tocar el tema, algunas veces intento indagar en el tema, pero su evasiva es evidente, el castaño le cae como una patada al hígado.
Mi padre me saca de mis pensamientos.
— Hija, te ves distraída, ¿Pasa algo? — niego brindándole una sonrisa disimulada.
— Nada, solo… estoy cansada. — le digo y asiente con la mirada entornada.
— Aprovechando que estamos aquí los tres quería hablarte sobre nuestras vacaciones del fin de verano. — abro los ojos interesada. Cada año, organizábamos un paseo al final de las vacaciones, era algo pequeño, pero muy especial para todos, nuestra única oportunidad en todo el año para compartir en familia. — y he conversado con tu madre sobre a donde iríamos.
Lo miro expectante, ansiosa por saber el lugar en donde disfrutaríamos de tres perfectos días de calma y tranquilidad.
— Decidimos ir a las cascadas rocosas este año. — mis ojos se iluminan, había deseado visitar ese lugar hace mucho tiempo, pero no habíamos podido ir porque no contábamos con el carro adecuado para manejar en la montaña, y aún no lo teníamos. Lo miro confundida.