Oficialmente, era la novia de Ethan O’Bryan.
No podía estar más feliz y dichosa, suspiraba enamorada por cada rincón de la casa. Mis padres me miraban raro y mi hermano mayor había decidido tomar el rol que le correspondía o eso creía yo.
Ahora se encontraba en mi habitación, con mirada seria y observándome directamente a los ojos. Trago nerviosa sin retirar la mirada, no me ganaría. No esta vez.
— Debes saber que pronto Ethan te pedirá que le entregues tu tesoro. — No puede ser. ¿Cómo puede verse tan serio y de un momento al otro soltar tal estupidez?
— No hablaré de este tema contigo. — me cubro la cara sintiéndome avergonzada.
— ¿Entonces con quién lo harás? — me reprocha. — ¿Quién mejor que yo para aconsejarte sobre estos temas?
Lo miro entre mis dedos. Él sonríe con picardía y tomo un cojín lanzándoselo a la cara. Se queja.
— Créeme que inclusive Lucas tendría más madurez que tú sobre este tema. — rueda los ojos. — No me apetece hablar de sexo y mi virginidad con mi hermano mayor. — siento un escalofrío. — es raro.
— No tiene nada de raro, créeme que en esos dos temas soy un experto. — niego irritada.
— No quiero saber a cuantas desvirgaste o te llevaste la cama, omite ese dato perturbador. — se ríe.
— Como sea, la cuestión aquí es que debes estar preparada para cuando Ethan quiera pasarse de listo.
— Eso no sucederá. — ruedo los ojos.
— Lo tienes en un pedestal, Emma. No querrás decepcionarte después. — frunzo los labios.
— Deja de meterme ideas en la cabeza, te quiero hermano, pero no pienso discutir esto contigo.
Se encoge de hombros levantándose de la cama. — por lo menos lo intenté.
Me río negando mientras lo veo salir por la puerta.
Lanzo un suspiro al aire y contengo mi absurdo impulso de acércame a la ventana. Finalmente, Harry se había fisurado una costilla, pudo haber sido mucho peor; sin embargo, el chico parecía de acero, con tremendo golpe una persona común y corriente como yo perdería como mínimo un pulmón.
Ya había pasado un día entero desde que lo vi por última vez. Se puede decir que me estoy enloqueciendo al haber notado un atisbo de decepción en su mirada cuando escogí a Ethan sobre él.
No podía hacer otra cosa, Ethan es el chico que me gusta y no iba a arruinar lo que estábamos comenzando por alguien como él.
Sin embargo, eso no evitaba que me sintiera un tanto angustiada por su estado de salud.
Tomo mi celular y entro al chat con mi mejor amiga.
“Hey, pelinegra. ¿Estás en casa?”
Envío el mensaje en espera de su respuesta. Esta llega en menos de un minuto.
“Sí, ¿Quieres venir? Estoy estudiando algunos temas de este año, quiero estar lista para el inicio de clases”
Ruedo los ojos.
Tenía que ser mi amiga la nerd.
No me apetecía en lo absoluto estudiar en mis últimos días de libertad, para eso tenía largos y agónicos diez meses. Sin embargo, acepto su invitación porque así aprovecharía para saber como se encontraba el castaño.
Sí lo sé, soy una idiota.
Busco rápidamente en mi armario algo cómodo que ponerme. Termino encontrando una sudadera blanca y un short de jean. Me visto y recojo mi cabello en una coleta. Algunos mechones salen rebeldes por los costados, pero no me molesto en arreglarlos. Mi look es más del modo salvaje.
Me pongo unos converse blancos y un poco de brillo en mis labios.
Salgo de mi casa y camino por la acera para finalmente entrar en la residencia de los Evans. La empleada está en el jardín limpiando las hojas secas de los árboles, levanto mi mano saludándola y ella me responde con una sonrisa para continuar con su tarea.
Entro a la casa y llamo a Mad.
— ¡Pelinegra! — grito y mi amiga aparece en las gradas como un rayo.
— Shhh… — me dice en un susurro. — Harry está descansando, deja tu escándalo.
La miro ofendida y solo se ríe. — sube, estaba justo empezando a estudiar aritmética. ¿No es emocionante?
Hago una mueca.
Uffff…. Claro que sí, Yupiii… ¡Qué emoción, aritmética! … Nótese el sarcasmo.
Subo las gradas al segundo piso y miro la puerta cerrada de su habitación. Me muerdo el labio sintiéndome extrañamente tentada a acércame y preguntarle como está.
Pero me contengo pensando que no es la mejor idea.
Entro a la habitación de mi amiga y abro los ojos al ver la grande televisión de su habitación en uno de los capítulos de nuestra serie favorita de Netflix.
Sobre la cama muchas frituras, helado y una deliciosa pizza que me hace ojitos.
Miro a mi mejor amiga y ella sonríe divertida.
— ¿En verdad creíste que te llamaría para estudiar aritmética? — entrecierro los ojos. — Sí, soy una nerd, pero ni siquiera yo desaprovecharía nuestros últimos días de libertad.