Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 9| Corazón confundido

— Oye niña tonta, levántate ya, estás haciendo el ridículo ¿Lo sabías? —, lo miré con mis ojos llenos de lágrimas mientras me levantaba del piso frío. Mis rodillas estaban lastimadas y comenzaban a sangrar. Me mordí el labio intentando retener las lágrimas, pero el dolor era tan molesto que no pude evitar soltar un pequeño sollozo. — Eres tan patética.

Miré al chico frente a mí. No entendía porque me trataba de esa forma, era como si se estuviera desquitando por algo, me molestaba a cada oportunidad que tenía e inclusive cuando me encontraba en mi casa, en la soledad de mi habitación buscaba las maneras de molestarme hasta lograr hacerme sentir terriblemente miserable.

Íbamos a la misma escuela, él era dos años mayor que yo, y el hermano de mi mejor amiga. Al principio parecía que le agradaba, pero eso duró apenas unos cuantos meses, poco tiempo después todo cambió, el chico se encargaba de hacer mi vida de cuadritos y nadie más lo sabía.

Solo mi hermano mayor, a quien se lo dije un día entre lágrimas, pero en lugar de defenderme como creí que lo haría, se hizo su amigo y ahora no se separan el uno del otro.

No sé qué más podía hacer o a quien recurrir para que ese chico me dejase tranquila, por más que intento evitarlo en la escuela, o en el vecindario siempre encuentra la manera de hacerme sentir miserable.

Lo odiaba, realmente lo odiaba.

El día en el que lo vi salir de aquella casa con sus maletas y subirse a esa camioneta no pude evitar sonreír aliviada, mi peor pesadilla se había ido para siempre.

Pasaron los años y todo era perfecto sin él en mi vida.

Me olvidé de todo el daño que me hizo, pude superar mis inseguridades y volver a aceptarme tal y como era.

Finalmente, descubrí quien era la verdadera Emma Wilson. Y la amaba. Realmente lo hacía.

Me ilusioné por primera vez, tuve mi primer novio. Aunque la relación no fue perfecta y al final confirmé que ese chico era un idiota, disfruté descubrir nuevas experiencias en mi vida.

En su ausencia me sentí libre de ser como era realmente, no tenía que fingir absolutamente nada.

Me enamoré de un hermoso chico, y descubrí que ese mismo chico también tenía sentimientos por mí.

Estaba bien, todo estaba perfecto. Hasta que escuché sus palabras.

«Me gustas, Emma. Malditamente me gustas»

No dejaba de reproducir esa frase una y otra vez en mi cabeza.

En verdad quería dejar de pensar en ese efímero momento en donde presencié como el inquebrantable e indiferente de Harry Evans se mostraba vulnerable frente a mí.

Podía ser el efecto de los medicamentos en su sistema, o su actual estado de salud, más, sin embargo, no podía dejar de pensar en que algo de esas palabras podía ser real.

Era algo estúpido de mi parte estar pensando en él teniendo un novio encantador que merece ser el dueño absoluto de mis pensamientos.

Pero… no puedo evitarlo.

Juro que quiero olvidar la sensación de los latidos de su corazón contra mi mano, o su fuerte brazo rodearme la cintura mientras me susurraba aquellas palabras tan profundas al oído.

Harry Evans era un real cabrón por hacerme esto.

Lo odiaba, sin duda.

Tanto o más que la primera vez, porque antes solo me molestaba y yo sentía desprecio por él, eran dos cosas sencillas que no complicaban mi vida, pero ahora… ahora todo es distinto, porque no solo lo desprecio…

Ahora Harry Evans me atrae de una forma que no logro explicar.

Quiero creer que lo que siento por él es mera atracción física.

Harry es un hombre increíblemente apuesto, puedo asegurar que incluso más que Ethan, y decir eso ya es mucho, Ya que hasta hace tres semanas el rubio era mi representación de la belleza masculina, el príncipe azul montado en un corcel dorado en mi pequeño mundo de fantasía.

El castaño tiene un encanto natural, no necesita fingir ser alguien más para llamar la atención del resto, porque su mera presencia es suficiente para paralizar todo a su alrededor.

Es hermoso, enigmático, sensual y un real hijo de puta.

La combinación perfecta y letal para llevarte a la perdición.

Y yo no sería una víctima más de su dosis mortal de perfección.

Me atraía Harry, ya de nada servía negarlo, pero ahí no había nada más que eso, estaba segura de que así era.

Resoplo mis labios sin dejar de parecer una tonta retrasada mental al llevar más de media hora mirando al mismo cuadro que pinté en preescolar y que justo ahora me parecía aterrador.

¿En serio dibujé eso?

¡Dios! Mi mente estaba realmente trastornada.

Miro a otro lado y sin quererlo observo a la ventana, sus cortinas están cerradas, la pequeña luz de su lámpara ilumina ligeramente su habitación.

¿Su dolor habrá disminuido?

¿Su fiebre bajaría?

Suelto un suspiro lleno de frustración. Esto de tenerlo al lado no ayuda en mi propósito de suprimirlo de mis pensamientos.




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