Juro que, si tuviera algún superpoder, desearía tener un rayo infrarrojo que calcinara a mis enemigos. Así podría convertir en cenizas a la chica que ahora está enredada con una serpiente al cuello del castaño.
Se le está comiendo la boca literalmente, y él… no hace nada para evitar que suceda.
Respiro profundo evitando mirar la escena.
— ¿Quién es ella? — pregunto fingiéndome indiferente, ruego mi amiga no note lo descompuesta que me encuentro en este momento.
— Oh ¿Hablas de Hellen? — así que ese es su nombre. Hellen alias la sanguijuela. — es la capitana del equipo de animadoras de la universidad y compañera de Harry en algunas clases.
— Ahh... — expreso sin emoción. — ¿Y ellos son… novios? — la miro y ella suspira lentamente.
— No creí que tuvieran algo hasta hoy. — me mira incómoda. — se nota de aquí a Berlín que la chica se muere por Harry, pero… él siempre es indiferente con todo el mundo, como ya sabes, me sorprende que le corresponda.
Me muerdo el labio mirando al piso. Y vaya que le corresponde.
Siento un par de manos rodearme la cintura, Ethan me abraza por la espalda y besa mi cuello. — creí que no vendrías.
— ¿Por qué no lo haría? — le digo sería mientras miro como finalmente la rubia se separa de Harry, le limpia descaradamente los labios de los restos de su labial.
— Por lo que pasó ayer, creí que estabas molesta. — frunzo las cejas y ladeo el rostro para mirarlo.
— Creí que tú eras el que estaba molesto. — Él suelta el aire lentamente.
— Te dije que no lo estaba.
— ¿Y por qué no me llamaste o por lo menos me enviaste un mensaje?
— Ya te lo dije, pensé que estabas molesta y no lo creí conveniente, quería dejar que las cosas se enfriaran un poco.
Asiento con los labios tensos.
— Por supuesto que se enfriaron. — Ethan frunce las cejas, pero segundos después sonríe radiante.
— Me alegra que hayas venido.
— Jugaste muy bien, como siempre. — me doy la vuelta para abrazarlo y darle un beso corto en los labios.
— Esta victoria te la dedico. — me besa y suspiro sobre sus labios. Mete su mano entre mis cabellos y con su lengua recorre mi boca.
Mi amiga carraspea incómoda y nos separamos rápidamente.
— No sean así, dejen de comer pan delante del pobre. — ambos nos reímos.
— ¿Capitán nos acompañarás a la fiesta? — Se acerca uno de los chicos del equipo, Ethan duda y me mira.
— ¿Te apetece ir a una fiesta con un montón de hormonales y mucho alcohol? — claro que no me apetece, ni siquiera un poco, pero mis ojos se fijan en la rubia que sonríe radiante con su mano guindada del brazo del castaño. Ellos irán, y no soy tonta, sé lo que sucede en esas fiestas, todos cogen sin contenerse, él de seguro no se quedará atrás.
— Quizás… deberíamos ir. — le digo a Ethan que me mira sorprendido.
— ¿Segura…? Nena, esas fiestas son…
— Vamos. — le digo decidida. — no creo que sea tan malo ¿O sí?
El rubio vacila y sonrío enredando mis manos en su nuca. — Dale, quizás ir me da la valentía para… eso.
Le digo y enseguida asiente. — iremos. — me río por lo bajo. Es tan fácil de convencer.
— ¿Mad? — ella rueda los ojos y asiente.
— No te dejaría ir sola a un lugar así. ¿Qué clase de mejor amiga sería si te suelto así indefensa en una jaula llena de leones? — le sonrío. Ella es la mejor, siempre acompañándome en mis locuras.
Todos salimos del coliseo, el equipo de hockey, sus novias y unas que otras ofrecidas se montan en diferentes vehículos rumbo al lugar de la fiesta.
Me voy con Ethan, Mad iría con su hermano y evito pensar en que probablemente la rubia sanguijuela irá con ellos también.
Dentro del vehículo Ethan vuelve a besarme, lo noto ansioso o quizás es solo mi impresión.
— Odié como terminaron las cosas ayer, discúlpame nena. — niego mirándolo con una sonrisa.
— No tengo nada que disculparte, olvidémoslo ¿Sí? — asiente y pone en marcha la camioneta.
Después de quince minutos llegamos a una grande residencia. Es gigante.
Nos bajamos de la camioneta y mi novio toma mi mano para guiarme al interior de la casa. Esta se encuentra en una zona residencial muy prestigiosa de la ciudad, por lo que puedo deducir que el chico que aquí vive se pudre en dinero.
— Es la casa de los padres de Brad. — El rubio responde a mis interrogantes. — son banqueros muy reconocidos, les va muy bien.
Oh, claro que les va muy bien. Esta casa es increíble.
Nos detenemos frente a la puerta y Ethan toca el timbre. Segundos después Brad abre la puerta, lleva un vaso con una bebida azul, se ve notoriamente feliz o probablemente es que ya está ebrio.
— ¡Amigo! — abraza a Ethan quien se lo quita de encima rápidamente. — ¡Novia sexy de mi amigo! — intenta abrazarme, pero que el rubio lo detiene.