Había pasado toda la noche pensando en él y en nuestro encuentro.
No dejaba de rememorar el suave toque de sus dedos en mi piel, la intensidad de sus besos y sus caricias.
Estaba perdidamente enamorada de ese chico.
No sé en qué momento mis sentimientos cambiaron tanto, pero en este momento lo único que hago es suspirar mientras me abrazo a mi almohada.
Era fin de semana y no había salido de mi cama en toda la mañana, ya eran las diez y mis padres se habían ido a trabajar. Salí solo para ir a comer algo encontrándome con mi hermano en la cocina que solo me miró enojado y se marchó.
Es un idiota.
Ahora lo comprendo menos que antes, y lo que tiene con mi amiga no ha dejado de rondarme en la cabeza.
¿Desde cuándo ellos tenían algo? Y ¿Qué tan ciega estoy como para haberlo ignorado todo este tiempo?
Parece ser que las respuestas quieren venir a mí cuando tocan el timbre de mi casa y salgo encontrándome con mi mejor amiga. La miro con una ceja arqueada; lleva una sudadera encima que oculta su figura, ropa que ella jamás usa a menos que se encuentre terriblemente deprimida, además de unos lentes de sol negros y su cabello negro recogido en un moño desordenado a la altura de su coronilla.
— ¿Buenos días? — inquiero mirándola.
— ¿Tienen algo de buenos? — refunfuña masajeándose las sienes. Vaya que se había embriagado, ayer tuvimos que detener el auto más de tres veces para que vomitara sin manchar el precioso auto de mi hermano mayor. — solo dime que tu hermano no está en casa.
— Sí que está. — comento cruzándome de brazos.
— Mierda. — gruñe. — debo irme.
— Hey. — la sujeto del brazo metiéndola en la casa. — te recuerdo que tú y yo tenemos una conversación pendiente.
Suelta el aire rendida y se quita los lentes dejándome ver sus ojos rojos. La observo preocupada.
— ¿Qué sucedió? — niega mirando nerviosamente hacia las escaleras.
— Hablemos en tu habitación.
Me jala del brazo y sube conmigo a pasos apresurados hasta encerrarnos en mi alcoba. Me quedo parada observándola, se la ve triste, angustiada y no sé qué más.
— ¿Qué te hizo el idiota de mi hermano para ir ahora mismo a partirle la cara? — refunfuño caminando hasta la puerta.
— Quieta ahí, nena. — me hace retroceder. — él no ha hecho nada, la culpable aquí soy yo.
Entrecierro los ojos mirándola como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente.
— Bien, entonces explícame que está sucediendo.
Suspira despacio caminando hasta mi cama. — deberías sentarte, es mucho lo que tengo que contarte.
Me muevo para sentarme a su lado. Suspira soltando el aire, la miro en silencio, esperando que empiece a hablar.
— Hace unos meses vine a verte y no te encontré en la casa. — me dice. — habías salido con tus padres y tu hermano menor, solo Alex se encontraba aquí y decidí quedarme a esperarte. Ya lo había hecho innumerables veces así que no le vi el problema. — suelta el aire con tensión. — todo estaba bien hasta que decidí subir a tu habitación para dormir un rato mientras llegabas, pero justo antes de entrar vi a tu hermano, saliendo del baño, en… unas fachas que bueno, ya adivinarás. — abro los ojos. — sí, esa misma cara hice cuando lo vi, tu hermano está demasiado bueno, Emma. Créeme. — mi cara se acalora y se ríe ligeramente continuando con su relato. — la cosa es que el lado pervertido que duerme pacíficamente en un rincón de mi interior salió a flote de pronto, lo miré descaradamente mientras le lanzaba un piropo que lo dejó sorprendido. Antes no cruzábamos más de dos palabras, y ahora le estaba echando los perros descaradamente y él no supo como reaccionar. De un momento a otro nos encontrábamos los dos desnudos, cogiendo en su habitación y eso fue solo el comienzo…
— Aguanta, — jadeo llevando una mano a mi pecho. — ¡Dios, Mad! No puedes soltar eso como si nada y esperar que no me infarte en el proceso.
Se ríe a carcajada limpia y la fulmino enderezándome y recobrando el aliento. ¡Joder! Mi hermano y mi mejor amiga se comían frente a mis narices y yo ni por enterada.
¡Eres una idiota Emma!
Creí que el tonto de la casa era Alex, pero ahora empiezo a creer que es más inteligente que yo al ocultarme algo así de manera tan magistral.
— Nuestros encuentros a escondidas se hicieron frecuentes, en dos meses nos habíamos vuelto dos adictos que no dejábamos de vernos inclusive fuera de nuestras casas. — no puede ser, esto es tan impactante que un escalofrío me recorre el cuerpo al recordar un día cuando volví a casa temprano y escuché a mi hermano con una chica en su habitación, todo era tan… explicito y escandaloso que decidí salir de ahí rápidamente y volver dentro de unas horas. Justo ese día Mad había faltado a la escuela por una supuesta “Faringitis” Ahora me queda claro que a quien escuchaba gritar con tanta fuerza era a mi “amiga la enferma” y de seguro su faringitis se debía a…
¡Oh, carajo!
Doy un salto en la cama con mi cara roja por el bochorno. Mi amiga me mira en silencio con cierta vergüenza y es que debería tenerla… ¡Por Dios! Se ha estado follando a mi hermano descaradamente y no pensaba revelarlo si es que yo no los encontraba infraganti ensuciando la carrocería de su auto. Tiemblo recordándolo.