Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 25| Cuando el pasado toca a la puerta

Sentir la calidez de su cuerpo a mi alrededor me llena de una extraña sensación que me empuja a quedarme a su lado un rato más.

Harry se había quedado conmigo toda la noche, abrazándome, calmando mis temblores, brindándome su apoyo en todo momento.

Llevaba semanas sin poder conciliar el sueño y solo bastó tenerlo a mi lado, con la sensación del abrigo de su cuerpo, con sus brazos rodeándome la cintura, haciéndome sentir tan segura que finalmente me dejé ir en el mundo de los sueños.

Ahora una sonrisa repleta de emociones me llena el pecho, ahora que soy yo quien lo aprecia dormir tranquilamente, con su rostro perfecto apoyado contra mi almohada y el cosquilleo que su respiración apacible me genera en el centro del pecho.

Levanto mi mano para retirar los mechones de su cabello castaño que caen sobre su frente. Mis pulpejos tocan su suave piel, recorro con mis dedos el contorno de su mandíbula, su mentón.

Maldita sea, que hombre tan hermoso.

Podría quedarme admirándolo así todo el día y no me cansaría en lo absoluto.

Harry es una obra de arte que merece ser admirada por todo el puto mundo.

Pero soy egoísta, malditamente egoísta y no hay nada más que quiera en esta vida que tener a este hombre solo para mí, ser la única privilegiada de despertarse con él en la mañana, de recibir sus abrazos, sus besos y sus caricias, la única persona que conozca su lado más sensible, más sobreprotector y amoroso, lo deseo todo de él, únicamente para mí.

¿Estoy bastante enferma no es así?

Enferma y jodida de amor.

Me muevo intentando quitarme su grande cuerpo de encima, cuando logro incorporarme siento una mano sujetarme por la cintura devolviéndome nuevamente a la cama.

— ¿A dónde crees que vas? — la respiración se me corta al tenerlo frente a mí, con su cuerpo sobre el mío.

— Iba al baño. — La voz me sale temblorosa. — debo tener un alienta de dragón justo ahora.

Harry alza las cejas y sonríe logrando derretirme en un instante.

— Te dedicas a mirarme con hambre durante casi treinta minutos y después simplemente quieres abandonarme entre tus sabanas.

Ruedo los ojos por su exageración.

— Solo iba a ponerme un poco decente antes de que despertaras, no es algo agradable que tu novio te vea como una bruja en la mañana.

Él sonríe haciendo los mechones de mi cabello rebelde a un lado. Mira mi rostro más de la cuenta, detallando cada contorno, y posibles imperfectos.

— Harry. — gruño ladeando la cara, siento mis mejillas calientes, sus ojos azules son terriblemente tentadores.

— Nena, no tienes que preocuparte por lo que yo piense de ti en las mañanas. — toma mi rostro entre sus manos y me vuelve a regalar una bella sonrisa. — para mí eres hermosa aún con un hilo de saliva seca en tu mejilla. — dice limpiando con su pulgar a un lado de mi cara.

— ¡Harry! — lo empujo lejos de mí y me bajo de la cama en un brinco.

Escucho su ronca risa antes de encerrarme en el baño con la puta vergüenza palpitándome en la cabeza.

¡Joder!

Me acerco al espejo y efectivamente hay un rastro blanco a un costado de la comisura de mis labios. Mierda, mierda.

Me lavo la cara con agua fría sintiéndome tan avergonzada por que él me haya visto así.

Cuando termino me remuevo de un lado en el otro en el pequeño espacio, mordiéndome la uña del pulgar, sin querer salir porque sé que mi cara se pondrá roja de pena cuando lo vea.

Pasan algunos minutos en los que me llevo las manos a la cara y gruño llena de frustración al no tener una puta idea de que hacer. Me sobresalto cuando escucho el toque en la puerta.

— ¿Emma? — escucho su voz y mi cuerpo se estremece. — Nena, ¿Qué pasa? ¿Te fuiste por el excusado?

Vuelve a reírse y corro a abrir la puerta solo para regalarle una mirada fulminante.

— ¿Te diviertes mucho? — inquiero cruzándome de brazos.

— Algo. — Siento su mirada quemarme la piel, puedo seguir la dirección que sus celestes ojos recorren sobre mi cuerpo y trago saliva secamente.

Oh rayos, su chaqueta.

Solo llevo su chaqueta y mi ropa interior debajo.

Nada más encima. Absolutamente nada más.

Pequeño detalle que olvidé por preocuparme por la saliva seca de mi mejilla.

Instintivamente tomo los costados de la chaqueta y cubro mi casi desnudes.

Él sonríe adentrándose en el pequeño lugar junto conmigo. Tener a un chico de casi un metro noventa, en mi casi minúsculo baño, donde a duras penas puedo hacer mis actividades diarias, lo reduce a un jodido e insignificante cajón sofocante.

— Detente ahí Harry Evans. — arquea una ceja con expresión divertida. — no des un solo paso. Te lo advierto.

Harry se frena repentinamente permitiéndome soltar el aire retenido en los pulmones.

— ¿Qué pasa si… decido no hacerte caso? — dice con voz tentadora, ronca, y dolorosamente sensual.




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