Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 27| Descubriéndonos

Sexo.

¿Qué significaba para mí esa palabra?

Absolutamente nada.

Durante toda mi adolescencia he tenido que presenciar los asquerosos intercambios de besos y manoseos entre los chicos de mi misma edad.

Madison perdió la virginidad cuando tenía quince años. Cuando me lo contó me escandalicé, a mi criterio personal, a esa edad continuábamos siendo unas niñas y mi amiga ya había sido desflorada por un idiota dentro de un auto.

Así es, Mad se había acostado con un imbécil que conoció en una fiesta, el alcohol junto con la euforia de tener la edad para poder salir sola sin nadie que la vigile parece haber sido el detonante para que un idiota con bastante labia pudiera convencerla de entregarle su virginidad.

Por supuesto que después de que todo acabó, el chico se hizo el desentendido y ni siquiera se ofreció a llevarla a su casa, simplemente le dijo que bajara del vehículo, ya que no era suyo, el muy cabrón le pidió el auto a un amigo para lograr su cometido con mi mejor amiga.

Pueden imaginarse todo el drama que se desencadenó después de eso. Mad llegó a mi casa, hecha un desastre, con el maquillaje corrido y los ojos rojos por su extensa sesión de lágrimas desde la fiesta hasta mi casa. Ya en mi habitación y bajo mis cobijas me contó todo lo que había pasado y como le había entregado su virginidad al peor de los idiotas sobre la tierra.

Aunque su confesión me dejó atónita no dije nada en lo absoluto, ella ya estaba bastante mal como para echarle leña al fuego, además no la juzgaría, ya que yo no tenía idea de que era eso que te impulsaba a darle todo de ti a una persona sin importar las consecuencias que acarrea un acto tan íntimo como ese.

Los años pasaron y a mi amiga dejó de importarle ese “insignificante detalle” como ella decía, llamado “sentimientos”. Decidió que sería un alma libre y haría con su cuerpo lo que se le pagase en gana; y vaya que lo hizo. Tuve que presenciar en muchas ocasiones bochornosas situaciones en las cuales era la protagonista, ella disfrutaba del buen sexo, sin ningún tipo de compromiso.

Mad era mi amiga desde que tenía memoria, y, sin embargo, no podía comprenderla.

Siempre creí que el acto sexual debía compartirse con la persona que amas, o a la que por lo menos despierta algún sentimiento en ti.

Mientras ella disfrutaba de sus encuentros fortuitos con un montón de chicos que al final del día terminaban desfilando hacia el camino del olvido, yo solo podía pensar en que probablemente nunca encontraría esa persona.

En la secundaria tuve dos novios; uno demasiado idiota como para gastar tiempo en recordarlo y otro… tímido y callado, tanto así que yo parecía la pervertida de la relación.

Y solo por robarle un beso. Así es, Peter había sido mi primer beso y fue… bonito. Por primera vez sentí algo revolotear en mi interior, él era delicado y amable, todo un nerd que me dejaba un delicioso yogurt con pequeños pedazos de durazno en mi pupitre cada mañana.

Ese se convirtió en mi postre favorito por mucho tiempo, estuvimos juntos por 6 meses y cuando realmente creí que empezaba a enamorarme, él se fue.

Se fue para siempre, su familia se fue a vivir al extranjero, y nuestro noviazgo terminó, siendo esa… mi primera desilusión amorosa.

Después de eso… toda chispa de ilusión de tipo romántica murió en mi interior, hasta que una tarde de otoño, mientras mi madre me hacía recoger las hojas secas del jardín, y yo gruñía por tan inútil tarea si las hojas iban a continuar cayendo volviendo a llenarlo todo en menos de un día, cuando vimos un camión de mudanza aparcarse frente a una de las casas del vecindario que ya llevaba algunos meses vacía.

Ese día lo conocí.

Recuerdo el preciso instante en el que el bello rubio bajó de la camioneta. Nunca había visto a un chico así, llevaba una ramera de algún equipo de baloncesto con el número 7 estampado en ella, un jean azul rasgado y unos zapatos deportivos. Su cabello rubio brillaba bajo la intensa luz del sol y juro que por un momento me pareció presenciar a un mismísimo ángel descendiendo del cielo.

Definitivamente eso debía ser a lo que todo el mundo llamaba “un flechazo a primera vista”

Mi corazón comenzó a correr una maratón precipitada en mi pecho al observarlo un poco más. Su rostro era hermoso. Con unos lindos ojos avellanas, pestañas pobladas, una nariz perfilada y labios gruesos.

Cuando en mitad de todo mi estupor y de casi ahogarme en toda la baba que había de seguro derramado sobre nuestro jardín, El rubio conectó su mirada con la mía. Solo eso bastó para perderme completamente.

Él me gustaba demasiado, y ni siquiera habíamos cruzado una sola palabra.

Solo una sonrisa amistosa de sus perfectos labios curvados bastó para hacerme soñar con él cada noche.

Solo un saludo casual al toparnos en la calle fue suficiente para llenar mi cabeza de tontas ideas en las que él y yo caminábamos juntos, tomados de la mano y siendo una pareja de tontos enamorados.

Este enamoramiento duró dos años. Dos jodidos años en los que me dediqué a admirarlo, a aprenderme su rutina, todo sobre él; sus gustos, expectativas a futuro y… sus relaciones personales.




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