Estúpido y perfecto Evans

Capítulo 28| Mala reputación

“Nada más bonito que un par de seres humanos acariciándose sus defectos.”

Soundtrack: Bad Reputation - Shawn Mendes

⸞ Harry ⸞

Siento mis pulmones arder por el esfuerzo físico, acompañado de la rigidez de mis músculos. Corro por la pista de hockey llevando el disco a la red. Llevo haciendo esto dos horas, y juro que por más adolorido que tengo el cuerpo no puedo dejar de sonreír como un idiota.

Había estado con Emma y eso sin duda es el motivo de que ahora suspire soltando el aire frío que enfría mi cuerpo.

La amo, Joder.

Nunca había sentido algo como esto, es tan intenso que inclusive duele.

— ¡Evans! — escucho el grito de mi entrenador. — es suficiente, ven acá.

Me detengo en seco y patino hasta donde se encuentra mi entrenador, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Está cabreado sin lugar a dudas.

Y es que estamos a casi nada del torneo de interuniversidades y al parecer no estamos “comprometiéndonos como equipo” esas fueron sus palabras tras el discurso o regaño que nos propinó a todo el equipo apenas llegué esta mañana.

— Espero y esta reprimenda te haya servido para poner los pies en la tierra. — me dice en tono severo. — Eres por mucho el mejor jugador del equipo y como mínimo exijo que te comprometas con esto. — espeta y solo bajo la mirada. — anda, muchacho. Vístete, te dará neumonía.

Asiento y salgo de la pista para tomar mi camiseta y ponérmela por la cabeza.

Camino a las duchas sintiendo un poco de frustración por decepcionar al entrenador. Y sus palabras sobre el hecho de que considera que soy el mejor del equipo rondan en mi cabeza hasta que entro en el área de las duchas y me encuentro a un par de compañeros bañándose.

Entre ellos el hijo de puta de O’Bryan.

Recuerdos del día anterior invaden mi cabeza, él en la casa de Emma, luciendo su típica máscara de arrepentimiento que ya me tiene hasta la madre.

Entro a uno de los cubículos y me quito lo que llevo encima para finalmente abrir la ducha y meterme bajo el agua tibia.

Me ducho sin perderlo de vista, el otro chico se va y nos quedamos solos.

Cuando lo veo salir y comenzar a secarse con una toalla me apresuro a quitarme el jabón del cuerpo y a cerrar la llave.

Tomo mi toalla y me la pongo en la cintura, Ethan abre su casillero con tensión, aprieta la manija y finalmente la azota para darse la vuelta y mirarme con el ceño fruncido.

— ¿Qué quieres, Evans? — gruñe con rabia.

— Advertirte una sola cosa. — me acerco quedando a menos de un metro del musculoso rubio. — aléjate de mi novia.

Sonríe con ese cinismo que me hace hervir las entrañas.

— ¿Asustado, Potter? — inquiere con una sonrisa burlona. — ¿Tienes miedo de que la recupere?

Ahora yo me río tensamente.

— No sabes una mierda, ella jamás regresaría con una escoria como tú. — Él exhala cruzándose de brazos y pegando su espalda al casillero.

— No estés tan seguro de eso. — frunzo el ceño. — ¿Sabes por cuanto tiempo Emma estuvo enamorada de mí? — comienza e intento contenerme para no romperle la cara. — casi tres años. — sonríe con un orgullo que me revuelve las entrañas. — yo siempre fui su amor platónico y tú… el aparecido que le jodió la existencia durante toda su infancia y parte de su adolescencia. — sus ojos cafés me desafían. — yo de ti, la cuido, porque no respondo de mis acciones, no sabes las jodidas ganas que tengo de recuperarla.

— ¡Cabrón! — no logro contener mi enojo y me le voy encima propinándole un golpe en la quijada que lo hace voltear la cara. Espero para que me lo devuelva, pero no lo hace, solo vuelve a mirarme y sonríe.

¿Por qué sonríe tanto este imbécil?

— Al parecer no tendré que esforzarme tanto para sacarte del camino, tú solito serás quien termine alejándola.

Hago puños mis manos con ganas de molerlo a golpes.

Mi lado más oscuro quiere salir a flote, y eso… me aterra.

No quiero que Emma conozca esta parte de mi personalidad, ella no la podría sobrellevar.

— Actúas como un animal posesivo que solo quiere marcar a su presa. — continúa el rubio mientras aprieto la mandíbula. — si la conocieras lo suficiente sabrías que ella odia a las personas como tú. Ah... — dice haciendo que lo mire. — es verdad que aún no le has dicho como eres realmente. ¿O me equivoco?

— Aléjate de ella. — le repito mirándolo directo a los ojos. — hazlo o me conocerás realmente, porque tú no sabes nada de mí, en lo absoluto.

— Conozco lo suficiente para estar seguro de que no eres bueno para ella. — arqueo las cejas con una sonrisa.

— ¿Y tú si lo eres? — lo encaro. — Tú que la traicionaste, la heriste y encima arruinaste su reputación. — aprieta los labios.

— Fue un error. — es un maldito imbécil. Me mira con cierta satisfacción. — pero estoy seguro de que los tuyos pesan más que los míos.




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