⸞ Emma ⸞
Los recientes acontecimientos me tienen el cerebro con la capacidad al 2%. Y eso repercute a que justo ahora observe mi hoja del examen sorpresa de cálculo sobre mi escritorio. Totalmente vacía y sin una minúscula idea de cómo resolverlo.
Sumándole a que calculo es mi materia favorita de todo el universo.
Yupi.
Levanto la mirada cuando Madison hace caer su lapicero tocándome la punta del zapato. Se agacha a recoger y deja un papel en el piso el cual me apresuro a ocultar bajo la zuela de mi zapato. Me mira cómplice para después levantarse y dejar su examen. Sale del salón y respiro hondo.
Como amo a esta mujer, joder.
Dejo caer mi borrador y me agacho disimulando que lo recojo. Aprovecho para tomar el papel, mi vista recae en el profesor que se encuentra sentado en el escritorio revisando los exámenes de los que ya entregaron.
Me apresuro a desplegar el papel. Tiene todo resulto y celebro internamente mientras muevo el lápiz en la hoja rellenándola en un par de minutos. Me quedo cinco minutos más para no levantar sospechas y finalmente me levanto y entrego el examen. El profesor me mira a través de sus lentes.
Le sonrío tensa y camino a la puerta. Su voz me detiene dejándome estática.
— Señorita Wilson. — los nervios de haber sido descubierta me ponen a temblar. — no puedo calificar este examen.
Mierda.
Un millón de escenarios pasan por mi cabeza. En todos está mi padre castigándome de por vida por haber hecho trampa y joder mi futuro.
Volteo y bajo la mirada esperando su reprimenda.
— No podré hacerlo si no sé de quién es. No colocó su nombre. — levanto la mirada sintiendo como el alma me regresa al cuerpo. Levanta la hoja mostrándome el espacio vacío.
— Lo siento. — me acerco y recibo el lapicero que me tiende. Coloco mi nombre con rapidez. Cuando dije que mi hoja estaba vacía, era literal, ni el nombre puse.
— Es la última vez que se lo paso. La próxima el examen queda inválido.
Asiento repetidas veces y finalmente puedo salir soltando todo el aire retenido en mis pulmones. Mi amiga me está esperando en el pasillo y camino hacia ella.
— Me salvaste el pellejo, te amo. — la abrazo y sonríe.
— No pude con el remordimiento. No eres excelente en cálculo, pero tampoco pésima como para dejar la hoja en blanco, por lo que deduzco que tu cabeza está en otro lado. Específicamente con mi hermano mayor. ¿O me equivoco?
Hago una ligera mueca. Habían pasado dos días desde nuestra cita y todo lo que me confesó con respecto a su pasado sigue rondando en mi mente. Es demasiado fuerte como para ignorarlo, por más que me muera por ese hombre.
— Después de cálculo tenemos receso. — habla interpretando mi silencio como que no quiero ahondar en el asunto. O por lo menos, no en un pasillo en donde no tenemos la privacidad necesaria. — vamos a la cafetería, te invito el postre.
Le sonrío de oreja a oreja.
— Pediré dos.
Abre la boca. — no seas abusiva.
Me río y cuando la clase termina ambas caminamos a la cafetería de la escuela. En el trayecto recibo miradas que me incomodan. Lo sucedido en mi fiesta de cumpleaños todavía queda en la cabeza de algunos estudiantes, los cuales me observan como si fuera alguna especie de ser extraterrestre no digno de pisar el mismo sitio que frecuentan a diario.
— Ignóralos. Todos son unos idiotas, con el cerebro del tamaño de un cacahuate, si te sirve de consuelo, te hiciste más apetecible para los hombres. — miro a mi amiga. — escuché que el equipo de futbol americano te tiene en la mira para sus apuestas. Ya sabes el que te conquista primero gana.
— Oh, vaya. Qué honor.
Espeto con ironía y se carcajea. Entramos a la cafetería en donde los murmullos no se hacen esperar. Las chicas cotillean entre sí, riéndose y mirándome con asco. En tanto los hombres sonríen con picardía y me lanzan uno que otro piropo que me asquea.
— Joder, hoy me siento de excursión por el Amazonas. — dice mi amiga en voz alta captando la atención de la mayoría. — rodeada de víboras venenosas y lagartos hambrientos.
No puedo evitar reír por lo bajo. Mad es tan jodidamente desinhibida que no le importa cargar con los insultos que comienzan a lloverle. Me toma de la mano y me guía a la fila de la comida.
— Deja de parecer el cordero que todos quieren sacrificar.
— No eres tú la que quedó como puta frente a todos. — le reclamo tomando una bandeja.
— Amiga querida, la cuestión está en que tanto te lo crees tú. — parpadeo por lo que me dice. — mejor siéntete una jodida belleza que finalmente abrió las alas y empieza a tener el protagonismo que se merece.
— No quiero estar en boca de todos. Prefiero el anonimato. — me ponen los espaguetis. Noto que me colocan ración extra y levanto la mirada. El chico de la cafetería me sonríe sonrojándome en el acto. Es tierno y simpático.
— Ya es tarde cariño, el mundo ha conocido a Emma Wilson. Ahora de ti depende si dejas que te pisoteen o que te idolatren. — me golpea ligeramente el hombro con el suyo al notar que el chico del espagueti no deja de mirarme, aunque ya me moví a otra estación.