Eternal nights saga

La batalla del cazador

A medida que Mihaela y Lucius crecían, Anca notó algo inquietante: sus hijos no se alimentaban como los demás niños. Rechazaban la comida normal y solo parecían satisfechos después de beber sangre. Al principio, Anca intentó ocultar esta necesidad, cazando pequeños animales en el bosque para alimentarlos. Pero pronto se dio cuenta de que esto no sería suficiente.

Los gemelos, apartados de los demás humanos, desarrollaron una conexión profunda y única. Siempre estaban juntos, jugando y explorando el bosque, comunicándose sin palabras. Mihaela, con su cabello rojo como el fuego, y Lucius, con sus ojos brillantes, eran inseparables. Compartían todo, desde sus pensamientos hasta sus sueños.

Anca los observaba con una mezcla de tristeza y orgullo. Sabía que sus hijos eran especiales, pero también comprendía que su destino sería difícil. Cada vez que los veía jugar, su corazón se llenaba de amor, pero también de una profunda melancolía. Sabía que algún día tendría que dejarlos, y esa idea la atormentaba.

Una noche, mientras los niños dormían, Anca se sentó junto a ellos y los miró con lágrimas en los ojos. Sabía que su tiempo en este mundo era limitado, pero también sabía que Mihaela y Lucius estarían juntos, cuidándose el uno al otro.

-Mis queridos hijos, algún día tendré que partir, pero sé que estarán bien. Tienen un vínculo que nada ni nadie podrá romper.-Susurró Anca, acariciando suavemente sus cabellos.

Los días pasaron y los gemelos continuaron creciendo, mostrando cada vez más sus habilidades extraordinarias. Mihaela y Lucius podía controlar los elementos, tenían el poder de sanar y se habían dado, que podían manipular las mentes de los animales, asíque con el tiempo, dedujeron que también lo harían con las personas. Juntos, eran una fuerza imparable.

Anca, aunque preocupada por su futuro, encontraba consuelo en la conexión inquebrantable de sus hijos. Sabía que, aunque ella no estuviera, Mihaela y Lucius siempre se tendrían el uno al otro. Y eso le daba paz.

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La luna llena iluminaba el cielo nocturno, bañando el bosque en una luz plateada. El clan Sangre Nocturna se movía sigilosamente entre las sombras, sus sentidos agudizados por siglos de supervivencia. Mihaela, con sus ojos de un rojo intenso, lideraba a su grupo, flanqueada por sus fieles compañeros Kai y Noah, su hermano gemelo, Lucius, el rey del clan, y otros miembros. El aire estaba cargado de tensión. Los cazadores de vampiros, enemigos jurados del clan, habían invadido su territorio. Los miembros de Sangre Nocturna sabían que esta batalla sería decisiva.

—¡No podemos permitir que avancen más! —exclamó Lucius, su voz resonando con autoridad—. Mihaela, lidera a tu grupo por el flanco izquierdo. Kai, Noah, conmigo.

—Entendido, hermano —respondió Mihaela, con determinación en sus ojos—. No dejaremos que nos derroten.

Con un grito de guerra, Mihaela y su grupo se lanzaron al combate, sus movimientos rápidos y letales. Las espadas chocaban y los gritos resonaban en la oscuridad. A su lado, las manadas de hombres lobo, lideradas por el rey Alfa y Marcus, se unieron a la batalla, sus rugidos resonando en la noche. Los brujos, magos y elementales también estaban presentes, lanzando hechizos y manipulando los elementos para apoyar a sus aliados.

En medio del caos, el cazador con la cicatriz en el ojo derecho, el esbirro de la Sombra, se destacaba. En su mano, sostenía la cabeza sin vida de Andras. Este cazador no era un enemigo cualquiera; había matado a Darius, el hermano de Marcus y el amor de Andreea, así como a la madre de los gemelos Lucius y Mihaela. También había aniquilado el clan de vampiros de Kai y Nicolae.

—¡Cuidado, Mihaela! —gritó Kai, al ver a un cazador acercándose por detrás.

—¡Gracias, Kai! —respondió Mihaela, girando rápidamente para enfrentarse al enemigo.

Mihaela usaba todos sus poderes elementales, pero el fuego podía matar, mejor a las bestias.. Con un movimiento de su mano, lanzó una ráfaga de llamas hacia los cazadores, incinerándolos al instante. Kai, con su poder sobre el tiempo, ralentizaba a los enemigos, dándole a Mihaela y a los demás una ventaja crucial. Noah, con su dominio sobre las sombras, se movía como un espectro, atacando desde la oscuridad y desorientando a los cazadores.

Lucius, con su poder de manipular las mentes, desarmaba a los cazadores con un simple pensamiento, obligándolos a luchar entre ellos. A su lado, Andreea, con su propio poder único, lanzaba hechizos que debilitaban a los enemigos y fortalecían a sus aliados.

La batalla era feroz. Los cazadores no estaban solos; merodeadores y seres nacidos de las tinieblas se unieron a la lucha, aumentando la dificultad del combate. Sin embargo, la ausencia de Selene pasó desapercibida en medio del caos.

—¡No dejaremos que nos derroten! —gritó Mihaela, lanzando una columna de fuego hacia un grupo de cazadores.

—¡Por Darius! —rugió Marcus, liderando a su manada de hombres lobo en un ataque feroz.

La batalla continuó, cada miembro del clan Sangre Nocturna luchando con todo su poder y determinación. La unión de los clanes y sus habilidades únicas les daba una ventaja, pero sabían que la verdadera prueba aún estaba por venir. La Sombra y su esbirro con la cicatriz en el ojo derecho eran enemigos formidables, y la batalla por la supervivencia apenas comenzaba.

La batalla estaba en su punto más álgido. El sonido de espadas chocando, rugidos de hombres lobo y hechizos resonando llenaba el aire. La batalla continuaba con una intensidad feroz. La luna llena iluminaba el campo de batalla, donde los clanes y sus aliados luchaban con todas sus fuerzas contra los cazadores de vampiros y las criaturas de las tinieblas. El aire estaba cargado de magia y el sonido de espadas chocando, rugidos y hechizos resonaba en la noche.

Mihaela, con sus poderes elementales, lanzaba ráfagas de fuego y controlaba la tierra para crear barreras y trampas. A su lado, Kai manipulaba el tiempo, ralentizando a los enemigos y dándole a su grupo una ventaja crucial. Noah, envuelto en sombras, se movía como un espectro, atacando desde la oscuridad y desorientando a los cazadores.




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