Eternal Shadow

La mira del averno

La mañana estaba fría, pero el cielo claro avecinaba un enorme sol para el medio día. Jonathan dejó su hogar temprano en el viejo corcel que tenía la familia. Llevaba dos atados de leña que esperaba vender a buen precio en la ciudad. El caballo avanzaba por el camino sin perturbaciones, o eso fue hasta que, a la mitad del trayecto, observo un carruaje pequeño que se encontraba volteado.

Hizo que el caballo se detuviera a unos metros, no parecía haber alguien dentro. Quizá algún mercader había tenido un accidente y finalmente se había marchado abandonando su carruaje. Aun así, se acercó para verificar que no hubiera nadie atrapado. Pero ahí, entre las maderas rojas y telas desgarradas del interior del carruaje, Jonathan observó una joven que parecía inconsciente.

Se apresuró para intentar ayudar a la bella dama que yacía al interior, quitó los escombros y abrió la desvencijada portezuela del carruaje. Los ojos de la joven se abrieron lentamente, y esta tendió la mano para que Jonathan pudiera sacarla de aquel lugar. El no dudo en tocar la delicada mano de la joven. Fue un contacto extraño, su piel era muy suave y helada, pero tocarla era como estar cerrando la mano alrededor de espinas. Dolía tocarla, aun así este no la soltó y la sacó de aquel estrecho lugar.

— Eres mi salvador — Dijo con voz queda la joven mientras era levantada en brazos y llevada hasta el camino — No sé cómo podré pagarte.

Para ser alguien que acababa de dejar la inconsciencia, su voz y sus palabras sonaban dulces y medidas. Jonathan sentía a su voz casi hipnótica y el toque de ella sobre su piel se volvía adictivo. Trato de mantener la mente clara y en cuanto llegó al camino, bajó a la joven al suelo y la ayudó a ponerse en pie.

—No es necesario un pago — Respondió alejándose de ella un paso, se sentía muy extraño a su lado, sentía calor, frio, desesperación. La miraba y muchos pensamientos surgían en su mente, malos y buenos. — Disculpe aquí cerca hay una cabaña, podría llevarla para que la ayuden más. Yo me encuentro ocupado realmente

Sus ojos volvían hacia ella, sus labios, sus ojos, su cuello. El pronunciado escote que enmarcaba aquellos pechos que parecían formar un corazón que finalizaba en su delicada cintura. Jonathan tenía la cabeza hecha un caos. Pero ahí en medio de todo, la voz de su amada y la visión de su sonrisa lo mantenían firme en lo que debía hacer.

—Todo acto de caballerosidad necesita un pago — Añadió la mujer con un tono cautivador – puedo cumplir sus deseos, no importa lo que sea solo debe decirlo. Riqueza, poder, sexo…

Conforme iba hablando se había acercado a él, las manos de la mujer se habían posado en su pecho ejerciendo alguna especie de hechizo. Jonathan pensó que quizá a esto se referían los marineros cuando hablaban de sirenas. Quería correr, pero su cuerpo se negaba a separarse de ella. Sus manos escocían pidiendo poder tocarla.

— Yo…yo… — Quería negarse, alejarla, empujarla, pero ya no tenía el control. De pronto escucho el sonido alterado de su caballo. El enorme animal se había acercado hasta él y parado en sus cuartos traseros relinchó hacia la mujer quien se alejó al instante para evitar ser pegada por las patas delanteras del animal.

En ese instante Jonathan volvió a sentir su cuerpo, su mente ya no parecía estar en aquel limbo. Su caballo estaba frente a él haciendo una especie de barrera para que aquella mujer no se acercara. Los ojos de la joven por un segundo se vieron negros, totalmente oscuros y amenazadores. Pero al siguiente segundo volvió a tener su dulce mirada.

—No necesitas responder ahora, nos volveremos a ver más adelante y sé que pedirás un deseo — Confiada le obsequió una sonrisa.

Detrás de la mujer apareció un corcel negro, Jonathan no sabía de donde había aparecido aquel animal. No recordaba haber visto ningún caballo atado al carruaje accidentado. Quizá el animal había huido luego de la caída y ahora regresaba. Quizá, quizá. Solo eso sonaba en su mente mientras veía a la mujer alejarse cabalgando en aquel animal negro.

Jonathan sentía sus músculos agarrotados, de pronto era consciente de lo cansado que se sentía. El sol ya había salido y estaba por encima de los árboles. No entendía como había pasado tanto tiempo, el juraba que todo eso había durado tan solo unos minutos. Sacudiendo la cabeza para olvidar aquel mal trago, acarició a su caballo y volvió a subir a él. No entendía lo sucedido, solo sabía que su caballo lo acababa de salvar. Quizá el animal no entendiera a los humanos, pero definitivamente había detectado a dicha joven como alguien peligroso.

Había perdido al menos dos horas en las cuales pudo vender la leña y conseguir algo de trabajo, estaba enojado por aquel encuentro. No pensaba decirles a sus padres pues de todos modos no le creerían, quizá al regreso incluso no encontraría el carruaje y todo habría sido otra alucinación. Con aquellos pensamientos en mente, el chico continuaba su camino, pronto dejo de ver solo bosque y algunas cabañas comenzaron a aparecer en su visión. En una de aquellas pintorescas casitas, una joven de rizos dorados agitaba la mano hacia él. Merlina, era imposible no reconocerla, su corazón se llenó de dicha y aquella mala experiencia pasó a ser un débil recuerdo.

Jonathan detuvo su caballo justo en la entrada de la cabaña donde la joven lo había llamado. Bajó de un salto y se aproximó para rodearla en sus brazos. La pequeña joven fue levantada del suelo por el abrazo del muchacho. Ante ella él era enorme, su cabeza con suerte llegaba al pecho del muchacho, pero en ese instante el chico la había levantado y ocultado su rostro en su cuello.

Merlina no entendía la repentina explosión de cariño del chico, siempre era alguien reservado y no muy asiduo de dar muestras de cariño en público. Si bien en ese momento estaban solo los dos, se le hizo extraño. Aun así, no se negó, abrazó al joven y pasó sus delgados dedos por entre su cabello.




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