Eternamente enamorada.

|Capítulo 2|

Ha sido una semana de mucha tensión.

Papá está muy molesto conmigo y ni siquiera sé la razón.

He intentado hablar con él y me ha mandado a la goma.

Quizás soy una estúpida por suplicar cariño en donde nadamás hay resentimiento hacia mí.

¿Y por qué? ¿Por tener una relación? ¿Por intentar tener una familia como la que papá tiene?

De verdad que no entiendo esta situación y me duele muchísimo.

—¡Tienes visita, mi amor! 

Mamá se había tomado unas vacaciones y me gustaba tenerla en casa, me sentía acompañada además de que me consentía en todo lo que deseara.

No esperaba a nadie y no tenía idea de quien pudiera ser. 

Salí de mi habitación hasta llegar a la sala y ahí estaba Pablo, tenía muchas semanas sin verlo así que me lancé a sus brazos sin pensarlo.

—¡Te extrañaba demasiado, chica pelirroja! —besó mi mejilla y me abrazó con fuerza.

—Te extrañaba mucho más.

—¿Estabas ocupada?

—Nunca estaré ocupada si se trata de ti —despeiné su cabello castaño —¡cuéntame todo!

—No tengo buenas noticias, mejor amiga.

—¿Qué sucede? —me incliné para mirarlo a los ojos.

—Me mudaré.

—¿Volverás a vivir aquí? —pregunté entusiasmada.

—No —frotó sus manos en sus jeans —me ofrecieron un trabajo en Nueva York —mis ojos saldrían rebotados en cualquier momento.

—¿Qué? —apenas se escuchó mi pregunta —¡eso es increíble! —me fundí en sus brazos.

—Es una gran oportunidad y no sé si tomarla o no.

—Creo que el que necesita un psquiatra eres tú, ¡serías un demente al dejar ir esa oportunidad!

—Hay varios problemas, mejor amiga.

—¿Qué problemas?

—A Paulina no le ofrecieron el mismo trabajo y no sé si prefiero un buen puesto o mi relación.

—Paulina no tendrá ningún problema en que crezcas laboralmente, Pablo —apreté su blanca mejilla.

—No entiendes, Katy —arrugó su rostro —lo primero que se interpondría entre nosotros sería la distancia y el mal sabor de boca que tendría Paulina al enterarse de que a su novio le dieron el puesto que ella había soñado durante años.

—Pablo, mírame a los ojos —obedeció —si Paulina te ama no habrá problema ni con la distancia ni por el puesto. Piénsalo de ésta manera, si tomas el puesto en Nueva York, Paulina se quedará con el que tú tienes aquí.

—¿Eso qué significa, mejor amiga pelirroja?

—Que al quedarse a cargo del hospital psiquiátrico tendrá más oportunidades de que los doctores vean el potencial que tiene y así en un futuro conseguirá el puesto que desee.

—Es una buena suposición, linda, pero es sólo eso... Una suposición.

—Confía en mí —supliqué.

—¿Cómo no voy a hacerlo con esos ojitos azules suplicantes? —se burló.

—¡Hey, grosero! —le di un codazo —entonces, ¿tomarás el puesto?

—Sí. Aunque eso signifique dejar de mirar a mi mejor amiga pelirroja.

—Y única amiga además de Paulina —gruñí.

—Soy tan solitario —limpió una lágrima imaginaria y estallé de risa —te quiero, única mejor amiga pelirroja.

—Te quiero, amigo castaño —lo abracé y sentí que sus tripas gruñeron —¿quieres quedarte a comer? —pregunté burlona.

—¡Claro que sí!, mi estómago rugió en el momento adecuado.

—No cabe duda que por eso eres mi mejor amigo —esbocé una sonrisa.

—Katy.

—¿Sí?

—No sólo venía a hablar de mi puesto en Nueva York.




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