Eternamente mía

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Salí de aquel edificio dando brincos de alegría. No recuerdo la última vez que me había sentido tan satisfecha conmigo misma. Era una persona capaz, si algo debía agradecerles a mis padres era la posibilidad y habilidad de haber creado a una niña soñadora, que no se detenía por nada ni por nadie y que conseguía todo lo que quería. No se me viene a la mente ni una sola vez en la que ellos no me hubiesen apoyado en alguno de mis locos sueños.  


Eso había contribuido claramente a formar a la persona que era hoy en día. No es que pensara que vivía en un cuento de hadas, obviamente no podía pensar en eso luego del tremendo golpe que la vida me había dado al quitarme a las dos personas que más amaba en este mundo.

Eso fue una cosa que no esperaba. ¿Quiero decir quien espera perder a sus padres a tan corta edad? Nadie.  


Nadie está preparado para esa clase de dolor. Porque no se compara con ninguno que hubiese experimentado antes. Había perdido muchas cosas en mi vida, tenía mascotas a las que había tenido que enterrar en mi fondo y claramente lloré por ellas, como lloré el día que comprendí que no vería nunca más a mis abuelos.

Era algo casi utópico y difícil de entender que de un día para el otro esas personas que estaban en nuestras vidas podían desaparecer y no volveríamos a  verlas nunca más. Y no podíamos hacer nada al respecto.  


Todo eso había sido capaz de soportarlo. Con ayuda de mis padres y del tiempo las cosas se habían hecho un poco más sencillas. Pero nada me había preparado para la pérdida de ellos dos. Era realmente complicado volver a una casa vacía.

No le deseaba a nadie tener que entrar al lugar donde había nacido y la habían criado y no escuchar la televisión encendida y los gritos de su padre al ver un partido de futbol americano. O entrar a la cocina y no oler las tradicionales galletas que preparaba su mamá.   


Mucho menos les deseaba tener que estar sola en fechas como Navidad, Año Nuevo o cumpleaños. No creo que haya algo más deprimente que aquello. Esa fue la razón principal por la cual decidí empacar mis cosas, usar una parte del dinero que había heredado y viajar por el mundo. Me propuse a mí misma que no dejaría que la tristeza me ganara, conocería a mucha gente que me ayudaría a matar la soledad y podría ser todas esas personas que había soñado ser. Hasta ahora lo había conseguido.  


Volví a mi departamento con la idea de que me podría esperar en mi nuevo hogar. ¿Qué aventuras viviría allí? ¿Con que personas me cruzaría? ¿Sería gente amable las que me hospedarían? ¿Los niños serian buenos conmigo? ¿Me volverían loca o simplemente serían unos ángeles caídos del cielo? ¿Seria uno, serian dos o muchos más?  


De repente la impaciencia y la ansiedad se apodero de mi cuerpo y mente. Y un pensamiento surgió de la nada, sin ser buscado. Porque claramente si lo hubiese hecho no me habría tomado por sorpresa. ¿Encontraría el amor en Grecia? ¿Qué clase de chicos se cruzarían en mi camino?   


Desterré esa idea de mi mente y ocupe mi tiempo libre en empacar mis cosas, faltaba poco tiempo para que finalmente le dijese: ¡Adiós a Boston y hola a Grecia!  


No podía esperar a empezar mi nueva vida allá. Tan solo esperaba causar una buena impresión a esa familia que sería lo suficientemente amable como para ofrecerme techo, cama y comida por el próximo año. Y quien sabe que más.  

 
                                                                                      🎈🎈🎈 

Hay personas que eran anti despedidas. Realmente las odiaban, y no estaban diseñadas para ellas. Se encargaban de hacer de las mismas un mundo. Lloraban desde el primer momento en que se enteraban que las cosas terminaban y no paraban hasta que comenzaban algo nuevo.

Prácticamente hacían un mundo de todo esto y se ahogaban en un vaso de agua.


Conocía a muchas personas que hacían aquello. Muchas de mis amigas habían sollozado hasta cansarse el día que nos graduamos de la escuela. Parecía que pensaban que no nos volveríamos a ver, que ese era el fin de nuestras aventuras, de nuestras locuras.

Que todo lo bueno había terminado. No voy a decir que yo me sentía cómoda con terminar con una etapa que había sido tan pura para mí y con la que había disfrutado demasiado. Pero sabía que algo mejor nos esperaba allí afuera.  


Chloe era una chica que amaba los números, estaba diseñada para manejarlos con una facilidad envidiable, algo que no me sucedía a mí. Ella era la que se encargaba de ayudarnos con nuestras tareas y más de una vez era ella quien nos pasaba su examen sin que el profesor nos viera para poder obtener una nota medianamente aceptable. Sabía en mi interior que estaba hecha para ser una importante empresaria o una bancaria exitosa.  


Rose por otro lado era alguien tan enamoradiza que los cuentos de hadas que habíamos leído en nuestra infancia deberían haber estado inspirados en ella y sus historias. No recuerdo una sola vez en la que ella había estado sola.

No lo decía en el mal sentido, siempre estaba bien acompañada a pesar de que sus noviazgos no duraban demasiado. Le encantaba tener un buen hombre a su lado y juraría que terminaría casada antes de los 21 y sería una magnífica esposa y madre.  


Vanessa era el alma de la fiesta  del grupo. Literalmente era quien se encargaba de organizar las mejores fiestas de nuestro salón, y la gente la adoraba. Su vida giraba en mantener ordenado y controlado absolutamente todo, y cargaba con ella cuadernos repletos de notas.

Era una fan de las listas y conocía a los mejores caterings, djs y decoradores. Algo en mi sabía que dedicaría su vida a ser una experta en la organización de bodas.  


Kiki era la artista del grupo. Una verdadera reina del drama en el mejor de los aspectos.

Era la fundadora del club de teatro de nuestra escuela y por lo tanto la protagonista de cada obra que presentaron en el anfiteatro, además de ser la directora de las mismas.



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En el texto hay: amor, aventuras, secretos revelados

Editado: 24.10.2020

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