Eternamente mía

6

¿Cuánta mala suerte podía llegar a tener una persona? 

Es decir, no había tenido suficiente hoy con todo lo que me había pasado como en menos de 24 horas, con el sueño, la lluvia, mi sesión frustrada de terapia y la terrible lluvia que me obligó a estar confinada en un café con un almuerzo que ni siquiera se acercaba a lo que yo consideraba como algo saludable y delicioso, ¿qué encima tenía que soportar a este tipo por las próximas horas? 

¿Arriba en el cielo, en uno de mis principales enemigos? No sabía que era peor.

Tener que lidiar con mi miedo y ansiedad al estar subida en un avión, mientras intentaba recordar las palabras de consuelo que muchas veces Clara me había dado antes de mis viajes, o tener que estar sentada por las próximas 13 horas con este tipo invadiendo el poco espacio personal que brindaba este lugar. 

Me preguntaba si debido a su opulento estado de vida, a partir de cual suponía que tenía dinero de sobra, porque no había optado por usar la primera clase.

Pero siendo sincera esa pregunta también se aplicaba a mí. Mi situación económica no distaba mucho de la de él, sin embargo yo prefería viajar en clase turista. 

No era una persona que disfrutara de los lujos que brindaban en esa parte tan privilegiada en los aviones, después de todo lo cierto es que al final del viaje todos llegaban al mismo destino y las comodidades eran casi las mismas. Solo que en primera clase la gente no tomaba café recalentado y galletas de segunda marca, ellos tomaban champagne y comían camarones.

Definitivamente eso no era lo mío. Pero solo hablaba por mí, no podía decir lo mismo de él.

Me prometí a mí misma que no haría caso a nada que me dijese esta persona que estaba a mi lado, al parecer estaba demasiado inmerso en su tableta como para ni siquiera dignarse a girar su cuello para entablar una especie de conversación conmigo, aunque fuese solo por cortesía, pero parecía que lo que estaba en ese aparato era mucho más interesante que eso. 

Por mi parte me dispuse a revisar en los bolsillos del asiento, siempre había alguna revista informativa sobre el destino al que iríamos, por lo general eran las azafatas las que se encargaban de actualizarlas para que los pasajeros tuviesen algo que leer mientras emprendían un largo viaje. 

No me vendría nada mal interiorizarme un poco más sobre el lugar que sería mi nuevo hogar.

Mi mente vagó por un breve momento a la posibilidad de haber dedicado los próximos años de mi vida  a ser azafata. 

Tendría la posibilidad de viajar a donde quisiera, quedarme en los mejores hoteles, spas, dormir en las suites más lujosas y conocer el mundo sin ni siquiera haber gastado un centavo de mi bolsillo. ¿Acaso no era el trabajo perfecto? 

Claro que había un solo impedimento que me separaba de aquel trabajo que parecía tan idílico. Mi temor a viajar en avión. No conocía a una sola azafata que compartiese conmigo aquel temor. ¿De otra forma cómo podrían hacer su trabajo?

Desterré aquella idea de mi cabeza y me dispuse a leer la revista que tenía en mi falda. 

La información que me proporcionaba era más que útil, era una manera de aclimatarme a la tierra que por el siguiente año llamaría mi casa.

Al parecer, Atenas era algo más que la capital de Grecia y era una ciudad realmente antigua con una historia que se remontaba a más de 3000 años en el tiempo, que fue realmente afortunada de poder tener en ella a grandes artistas, escritores y filósofos de la Antigüedad.

Ni hablar de la arquitectura con la que contaba que le cortaba la respiración a la gente cada vez que se paraba a mirarla con detenimiento. Era comparable con la que había en el centro de Italia. 

Y estaba segura de que apenas pusiera un pie en aquel lugar, lo primero que haría sería dirigirme hasta el Panteón y me tomaría una foto para luego enviársela a James. Estaba seguro que amaría saber dónde estaría.

Dediqué la próxima hora a leer aquella revista, y estudiar cuidadosamente cada detalle de ella, llenándome de la historia que me contaba. 

No me iría de aquel lugar sin haberme convertido en mi misma en Aspacia de Mileto, una mujer involucrada con uno de los hombres más importantes en la historia de Grecia, pero más allá de eso fue una chica que pasó a la historia no solo como alguien inteligente y seductora sino que era conocida por ser independiente y un alma libre. 

Era casi como mi alma gemela. Una persona que me habría gustado conocer. 

A diferencia de la persona que tenía a  mi lado, que estaba mirando una película y estaba perfecto aquello, de no haber sido porque lo hacía con el volumen excesivamente alto y por supuesto con auriculares. 

Cosa que parecía no molestarle a las personas que estaban a mi alrededor , principalmente porque estaban realmente enfocados en sus propias cosas, yo por mi parte tenía los nervios a flor de piel, lo que me llevó a tomar aquella acción , algo impulsiva de mi parte si podía reconocerlo. 

Abrí mi bolso y busqué dentro los auriculares que había traído conmigo, la idea era poder usarlos yo y disfrutar de buena música en este largo viaje, pero prefería ofrecérselos al “señor traje costoso” a tener que soportar su ruidosa película que al parecer era tan violenta como la respuesta que me dio mientras estábamos en la fila del café tan solo unas horas atrás.

—Toma—dije lo más educadamente posible—Creo que te servirán más que a mí.

Volvió a mirarme de la misma forma en la que lo había hecho esta mañana. Con ese aire de superioridad que era tan difícil de tolerar como un dolor de muelas. 

Juro que intenté ignorar aquello, pero mi genio fue más fuerte que yo y durante lo que pareció un período muy corto de tiempo no hubo conexión entre mi cerebro y mi boca, siendo esta última la primera en hablar, sin darme la oportunidad de reflexionar sobre lo que realmente quería o debía decir.



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En el texto hay: amor, aventuras, secretos revelados

Editado: 24.10.2020

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