¿Cuándo podrías saber que todo cambiaría?
La lluvia sonaba más fuerte cada vez que un trueno se hacía presente. Algunas casas no tenían luz mientras otras relucían en la oscuridad, se podía escuchar el ruido de los autos atrapados en el tráfico de la calle principal.
El sonido del teclado retumbaba por toda la habitación, algunas velas iluminaban el cuarto, mientras la luz de la computadora iluminaba la cara de la pelirroja. Usaba unos lentes redondos de color rosado oro mientras su pelo estaba recogido en un perfecto moño. Revisaba él manuscrito, tenía que entregarlo en dos horas pero con el clima podría entregarlo hasta mañana
— “eres el único amor por el cual daría todo” —Repetía el diálogo de uno de sus personajes, con una mueca en su rostro— Es un asco
Cerró la computadora después de leer el diálogo, tocó levemente su cien para después quitarse los lentes, cerrando sus ojos en el proceso. El tarareo de una melodía hizo que abriera los ojos, rebuscó con la mirada su celular en la mesilla de la cama, el brillo era tan grande que iluminaba el techo
Revisó el nombre del contacto, ladeo levemente su rostro al visualizar un poco más el número. Rodeó los ojos, lanzó el teléfono hacia alguna parte de la habitación. Los truenos hacían que las ventanas del cuarto asustara un poco a la pelirroja, la cuál tomó su manta. Se tapó la mitad del cuerpo hasta sus rodillas
El toqueteo de la puerta hizo que soltara una maldición en voz baja. De la puerta se asomó una cabellera de color rubia ondulada, sonrió al ver a una pequeña bola peluda saliendo de la puerta
— ¿Dobby tiene miedo? —decía con un desdén de diversión ante las acciones de su hermano menor— ¿No le gustan los truenos?
— A nadie le gustan los truenos —el rubio salió de la puerta abrazando a su pequeño cachorro de unos meses— Dobby tiembla cuando un trueno suena
— Él aún es un bebe
— No es cierto —la pelirroja lo miró divertida— Puede que sea el menor de su familia, pero Dobby no es un bebe
— ¿Seguro que es Dobby? —el cachorro lucía fascinado con las gotas de lluvia que topaba con la ventana— Está bien tener miedo, Gigi
Otro trueno
El pequeño niño rubio, corrió hacia su hermana dejando al cachorro en el suelo, el cual rodó un poco por la habitación. Maice sonrió al sentir a su pequeño hermano pegado a ella. Le acarició la cabeza tratando de tranquilizarlo logrando que él solo suavice el abrazó
Ella hacía lo mismo cuando tenía cinco años y le asustaban las tormentas. Cerraba los ojos rezando a alguien en el cielo para que la luz no se fuera y toda la casa se llenará de oscuridad, pero como si lo hubiera manifestado la luz se iba. Corría por toda la casa hasta encontrar a alguien, siempre encontraba a su padre que le daba un poco de helado de chocolate y menta mientras le contaba que los truenos eran el símbolo que usaban en la antigüedad para decir que algo nuevo iniciaba. Así que cada vez que un trueno caía algo iniciaba en alguna parte
Abrió los ojos al sentir un ligero peso sobre ella. George estaba dormido, mantenía sus brazos abiertos mientras sus piernas seguían igual. Uno de los brazos se encontraba sobre ella de ahí provenía el peso. Se levantó de manera lenta sin necesidad de mover a George. Se miró en el espejo y se acomodo el moño del pelo y se puso sus lentes redondos
Salió sin hacer mucho ruido. Se tropezó con un pequeño carrito de color rojo, maldijo en voz baja mientras bajaba por las escaleras.
Una dulce melodía de un tarareo provenía de la cocina. Era la canción favorita de su madre al igual que la de ella. Sonrió en grande al visualizarla. Usaba unos pants grises con un sueter tejido de color turqueza, tenía su pelo en un liger moño. Se encontraba preparando galletas, lo noto porque ponía demasiadas chispas de chocolate
— ¿Haces galletas para George? —Su madre levantó la vista de la barra al escucharla le dió una leve sonrisa para volver su vista a las galletas— Seamos honestas siempre pones demasiadas chispas de chocolate cuando son para George
— Eso es porque a tu hermana no le gusta el chocolate y tu solo comes chocolate si tiene menta —la mujer la miró divertida— Alexander prefiere comer brownies
— ¿Alexander? —la pelirroja se recargó ligeramente en la barra, debido a que se encontraba llena de harina— Él está de gira, ma
— ¿Estoy preparando brownies? —Su madre la miró con los ojos entrecerrados. Eso es cierto, esta haciendo galletas— Compré helado de chocolate con menta, se encuentra en la heladera
Sonrió en grande. Abrió la heladera encontrando su elixir. Un elixir es un líquido de sabor dulce utilizado con fines medicinales para curar enfermedades. El helado de chocolate con menta, era su elixir. Con solo una cucharada de aquel helado, hacía que todo su cuerpo y mente se sintiera en perfecto estado. Agarró una cuchara mientras se recargaba en el refrigerador, empezó saboreando el delicioso elixir que adoraba
— Genial —la recién llegada rodeó los ojos cruzando los brazos en el proceso— Solo tenemos el helado favorito de Maice
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Editado: 27.05.2024