Eterno Desastre

|UNO|

La gran parte de mi vida escolar siempre fue llena de decepción y desilusión.

Claro, una que otra experiencia increíble a lado de mis mejores amigos, pero si nos centramos en el tema de "Relaciones Amorosas" puff, un fiasco total.

Comencemos primero con una pequeña confesión: Ellas me dejaban a mí.

Sí, mis relaciones amorosas tenían una duración de una semana como máximo. Siempre me pregunté si había algo malo en mí, pero en fin, ellas nunca me decían el porque me terminaban, sólo se iban y ya.

Un golpe bajo para mi orgullo como hombre, pero bueno, eso es lo que hay.

Mi ex novia número siete terminó conmigo una semana antes de ingresar en la preparatoria.

Así que... en estos momentos estamos solos.

Ahh y también estoy entrando en las instalaciones de la escuela.

Recorrí todo el lugar hasta llegar en prefectura, en donde esperé con calma a que el tumulto de gente se marchará para que yo pudiera checar las listas de los salones y saber en donde pasaría mis tres años de sufrimiento escolar.

Diez minutos después, la mayoría de los estudiantes ya se habían marchado, dejando un espacio considerable para poder moverme cómodamente mientras realizaba mi búsqueda.

Otros cinco minutos después, ubiqué mi nombre completo en el salón H. Ahora el problema era... ¿En dónde demonios queda ese salón?

Con evidente frustración me acerqué a pedir indicaciones. Resulta que ese salón de clases está hasta el final de las instalaciones.

Seguí caminando y prestando atención a mi alrededor.

La preparatoria era grande y muy bonita.

Apuré mis pasos al escuchar el timbre de la primera clase.

《Estoy yendo tarde, demonios》, pensé, pero luego recordé que es el primer día escolar y que siempre los maestros entran un par de minutos después de que suene el timbre, así que seguí mi recorrido hasta el salón con calma.

Entonces llegué y noté que algunos alumnos seguían afuera del salón. Debo admitir que, observar toda la escuela de color verde me estaba comenzando a dar dolor de cabeza, lo peor de todo es que también los malditos uniformes eran de ese color.

Ignorando las miradas curiosas de mis "compañeros" de salón, entré a paso veloz y de la misma manera traté de ubicar un lugar vacío para dejar mis cosas.

Habia dos mochilas en la segunda fila del lado derecho, asi que conté tres sillas a la izquierda y ubiqué el lugar perfecto para mí.

Pasaron alrededor de cinco minutos después y el maestro aún no hacía acto de presencia en el salón. Me comenzaba a fastidiar estar sentado y no hacer nada, así que copié la acción de los demás y salí un momento hacia la puerta.

Un rostro conocido se acercó a mi y sonreí.

—Hey, hermano.

—Hey —saludé de vuelta. Mi mejor amigo estaba aquí—. ¿En qué salón estás?

—En el H ¿y tú?

Noté que las demás personas comenzaban a entrar al salón de clases, el maestro debe estar cerca.

—¿Encerio? —pregunté—, yo también.

—Sí —afirmó con una sonrisa—. De hecho mi lugar está en la segunda fila del lado derecho, en la cuarta silla a la izquierda.

—Creo que ya debemos entrar —sugerí al ver que un maestro se acercaba.

—Cierto, vamos.

Entré al salón, mí mejor amigo me seguía desde atrás y entonces la vi.

La vi a ella con una hermosa blusa de color verde y un pantalón de mezclilla que de seguro le queda de infarto.

Ella le sonreía a una joven de cabello castaño, de seguro es su mejor amiga. La castaña era bonita, sí, pero la pelinegra lo era más.

Un empujón en mi hombro derecho me hizo darme cuenta que estaba parado como estúpido en medio del pasillo, tapando el paso a los demás, incluido al maestro.

—Vamos hermano, camina —murmuró David.

Balbucee unas disculpas y caminé hasta mi lugar con David siguiendome a la par.

—¿Qué fue eso?

—Nada —mentí. No queria que él la viera y se diera cuenta de la belleza de ella—. Sólo recordé algo.

—Si tu lo dices —murmuró restandole importancia.

No le respondí, en su lugar preferí tratar de prestarle atención a la explicación del maestro, pero ella estaba sentada en frente de mí.

Ella era hermosa, la blusa de color verde hacia resaltar el color de su piel y cabello y, aunque en ese momento no podía dejar de mirarla, la voz del maestro me obligó a salir de mi trance.

Después de unas cuantas palabras de presentación y una pequeña dinámica con todos, ella, mi pequeña—que ahora sé que se llama Emma—, se ausentó de mi vida por un tiempo.




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