Alina me había convencido para hacer el famoso viaje que quería. En realidad, no era algo del otro mundo porque yo me negaba a hacer un viaje extravagante como ella propuso en un principio. Íbamos a ir a un complejo de vacaciones que pertenecía a sus padres. Toda su familia iba a estar ahí, cada tanto hacían reuniones en el complejo para mantener la unidad, saber cómo estaban todos, distraerse y era realmente divertido. Ellos eran una familia ideal. A Jordan y a mí nos consideraban parte de ellos por lo que siempre estábamos presentes. Sinceramente me hacía mucha ilusión ir, lo pasaba bien y quería ver a su familia, que era lo más cercano que tenía a una. Sus padres me veían como a un hija más y me daban todo el cariño que los míos no.
Lo malo de ir al viaje era que tendría que aplazar mi cita con Arthur. No es como si me re emocionara ir al psicólogo, sé que lo hacía por mi bien, pero faltar algún día por un viaje como este, tampoco estaba nada mal. Sin embargo, mi querido Wilhelm me dijo que para nuestro próximo encuentro debería llevar diez características, el nombre del chico y una foto con él. No era necesario que estuviéramos solos, si formaba parte de un grupo de amigo podría ser una foto grupal. Claramente no estaba conforme con el pedido, pero lo acepté para poder faltar a la consulta. Además, en parte entendía que me pidiera demasiadas pruebas, pues ya una vez le había inventado una historia que era casi de película.
Otro punto en contra del viaje era que, a comparación de todas las veces que he ido, en esta ocasión no íbamos a ir solo Alina, Jordan y yo. Mi querida amiga también invitó al viaje a Carter, Emilia y Dylan. Y por si eso no fuera poco, en la estúpida distribución que hicieron a mi me tocaba ir sola con Dylan. Sí, sola. ¿Por qué? Pues mis amigos iban a viajar junto a Emilia y Carter en el auto de este último. Su auto es para cinco personas por lo que Dylan y yo no entrabamos. Además, nosotros viajaríamos más tarde debido a que teníamos reuniones de trabajo hasta última hora.
Me encontraba terminando de controlar mi equipaje para los próximos tres días. Tenía la costumbre de hacer las maletas un día antes e incluso hacía una lista con todo lo que debía llevar con un par de días de anticipación. Este método siempre me funcionaba y nunca me había pasado de olvidarme de algo. Era una persona muy precavida por lo tanto llevaba cosas que yo no necesitaría, pero quizás otras personas sí. Esto podría ser un encendedor, pañuelos, alcohol en gel, toallitas femeninas, medicamentos para el dolor de cabeza, papel higiénico, protector solar (aunque estemos en otoño), gasa, alcohol, agua oxigenada, tiras adhesivas sanitarias, repelente, etc. Cuando dije que era una persona precavida lo decía en serio. Nunca se sabía qué podía llegar a suceder.
A pesar de todo lo que llevaba no tenía tanto equipaje como Alina. Yo solo llevaba un bolso grande de forma rectangular. Era a rayas blancas y azules con terminaciones de cuero ecológico. Tenía un par de correas para mano y otra más grande para el hombro. Además llevaba una cartera que iría conmigo durante el viaje en la que estaría mi celular, billetera, cargador, lentes, entre otras cosas. Lo que llevaba no era mucho pues podía cargar con todo yo sola sin necesidad de pedirle ayuda a alguien. Cuando terminé de controlar todo, dejé el equipaje en la sala de estar justo cuando recibía un mensaje. Al desbloquear el celular vi que se trataba de un mensaje, muy conciso, de Dylan.
Richter, estoy abajo.
Era consciente de que yo no era la persona más simpática del mundo, pero, por lo menos, sí era educada. No le costaba nada poner un «hola». Además, me seguía llamando por mi apellido y yo seguía sin saber qué significaba eso, lo que me generaba un poco de ansiedad. No me animaba a preguntarle a nadie, menos a mis amigos, porque me daba un poco de temor saber la respuesta. Giré los ojos y bloqueé mi celular sin contestarle. Me coloqué mi cartera y tomé el bolso para salir del apartamento. Mientras esperaba el ascensor comencé a ponerme ansiosa, al subir comencé a moverme y cambiar mi peso de uno de mis pies al otro. Volvería a estar a solas con Dylan, en un espacio reducido, después de lo que pasó la última vez que nos vimos.
Me mordí el labio recordando lo que sucedió luego de que volvimos con Emilia. Habíamos comprado el vino para que no sospecharan nada. Ella dejó el vino en el congelador porque cuando llegamos Dylan aún estaba en la cocina. Yo me senté en un sillón individual evitando el contacto con cualquier otra persona. El resto de la noche fue maso menos normal. No hablé demasiado ni tampoco me acerqué mucho a Dylan. Él también mantuvo su distancia, aunque podía sentir cada tanto su mirada en mí.
Con un suspiro volví a la realidad saliendo del ascensor. Saludé al guardia y salí del edificio. Allí estaba su auto negro esperándome y Dylan enseguida llegó a mi encuentro. Vestía un pantalón negros con unas zapatillas blancas junto a un canguro bordó y una campera, desprendida, también negra. Se veía bien, lo admitía. Por mi parte tenía unas zapatillas grises, un jeans azul claro, por supuesto doblado hasta por encima de los tobillos, un sweter gris junto a una chaqueta negra de cuero ecológico. Los accesorios eran mis lentes de sol, un pañuelo grande azul, gris y negro, mis caravanas de perlas y un anillo. A mi cabello lo llevaba recogido en una cola alta.
Dylan también traía puesto unos lentes de sol y cuando se acercó a mí pude percibir su ceño fruncido. Yo lo miraba de igual manera y ni bien nos tuvimos en frente hablamos a la vez reprochándonos cosas distintas.
—Podrías haber respondido el mensaje.
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Editado: 10.03.2022