Los fríos brazos de la noche rodearon y opacaron la poca luz que el sol proporcionaba, carcomiendo su estabilidad mental y suprimiendo sus sueños. Todavía no terminaba de entender por qué le temía tanto, tal vez la razón residía en que, le permitía visualizar y palpar las propias creaciones sádicas de su mente. Cada vez que estas aparecían, causaban un daño particular... siempre era así. Permaneció inmóvil con la vista fija en la silueta apenas visible de sus manos, la sensación de vulnerabilidad se apoderó de todo su cuerpo y fue imposible retener las lágrimas, nadie le sacaría de aquel pozo lúgubre, estaba completamente... solo.
*
El momento en que Khaled cerró los ojos y su respiración se volvió más pausada, Blake —quién aún permanecía sin habla— se vio obligado a reaccionar y actuar al instante. Primero intentó detener la hemorragia, fracasando y ensuciando todas sus prendas con ese líquido espeso —adoptando la apariencia de un homicida sanguinolento—, la desesperación se percibía en el aire y un sabor amargo en el paladar le indicaba que las cosas terminarían mal.
Con brusquedad sostuvo el cuerpo de su compañero, analizando a más profundidad la situación, dedujo que no había más que hacer, se odiaría el resto de sus días por haber permitido que el chico que desconocía las tácticas para defenderse fuese la carnada en el plan, sin embargo, se tragó el arrepentimiento y anheló encontrar durante el trayecto la solución. Y por supuesto que la había, los rumores describían a una mujer capaz de revertir hechizos, sanar heridas con "magia" e incluso jugar a ser Dios, pues era capaz de traer a la vida a todo aquel desdichado que fuera alcanzado por las manos de la muerte, Abadie, le llamaban. Sin muchas opciones, Blake se propuso encontrarle.
—Todo estará bien —dijo, intentando disminuir el sentimiento de culpa—. Esto sólo es una pequeña piedra en el camino, y ya sabes lo que hago con ellas, las hago trizas.
El enemigo más cruel e indestructible le subestimaba... el tiempo, así que su respuesta ante tal confrontación fue correr. Corrió forzando sus extremidades, retando a los posibles finales —en su mayoría trágicos—, la fatiga le comprimía el pecho y todavía no era capaz de encontrar la morada de la mujer. Los segundos parecían avanzar más rápido de lo normal y la cuenta regresiva cada vez se aproximaba más al cero, la frustración le hizo tropezar desgarrándose las rodillas.
El dolor no era comparado como los pensamientos que taladraban su mente, todos involucraban a Khaled, quién había sido el responsable de erradicar ese pasado siniestro que casi culminaba con su vida. No se permitiría pagarle de esa manera, y no sería siquiera capaz de soportar el remordimiento de saber que su amigo siempre ponía en riesgo la vida sólo por su bienestar. Eso no estaba bien. Era egoísta de su parte. Fue duro con él mismo y se tragó las lágrimas, esa era la consecuencia de tal acción, por tanto, era su deber solucionarlo.
—Si continuas lamentándote, lo único que obtendrás será desdicha —una dulce voz irrumpió en sus oídos.
Blake levantó de inmediato la mirada, sus ojos níveos sólo fueron capaces de percibir una silueta pues los rayos del sol le cegaban. Trató de evadir la luz con la palma de la mano. La silueta se dirigió lentamente en dirección al cuerpo que reposaba boca abajo. Se colocó en cuclillas, permaneció en esa posición unos cuantos segundos, para volver a ponerse de pie.
— ¿Lo ves? Te lo dije. Tu amigo ahora es sólo un saco de huesos.
— ¡¿Cómo te atreves a burlarte?! —se enderezó furioso con el puño cerrado dispuesto a herirle. Fue entonces capaz de contemplar a una mujer de cabellera dorada, quien ni se inmuto. Logró detenerse a centímetros de su rostro.
—Veo que eres muy sensible y explosivo a la vez... terrible combinación —una mueca de disgusto se pintó en su semblante.
— ¿Quién se supone que eres? —preguntó molesto.
— ¿Así que mi presencia te irrita? —una sonrisa cínica se plasmó en sus labios—, intentaré eliminar tal molestia, mi nombre es un enigma, sin embargo, todos me llaman Abadie.
Escuchar tal nombre le dio escalofríos, tragó saliva pasmado perdiendo la sensibilidad de las piernas.
—Te suplico que le salves la vida —su voz se quebró.
— ¿Salvar su vida?, te he dicho que está muerto.
—Entonces revívelo —negó con la cabeza.
—No es tan simple —aquella sonrisa se disipó—. Nada en esta vida es gratis, ¿sabes a lo que me refiero? —rodeó con un brazo su cintura y con la otra palpo su mejilla.
Editado: 18.06.2019