Capítulo 2
El fuerte olor del desinfectante para manos quemaba sus fosas nasales, era la limpieza en total de las cosas. Todos los ruidos le distrajeron: el pitido del monitor de su corazón y las enfermeras hablando fuera de su habitación. Le dolía el cuerpo, y era el olor del hospital lo que le despertó.
Su madre se desplomó en la silla junto a su cama, con la cabeza enterrada en sus rodillas. Ella levantó la vista.
— Cariño, no te muevas. Debes recuperar tu fuerza—. Se apresuró a ir a su cama para examinarlo como si fuese una doctora. — Dime qué duele— Su voz se elevó, tocando sus costados y manos. —Mueve tus dedos para mí— Sus cejas se fruncieron preocupadas.
Calvin estaba magullado, no golpeado hasta la muerte. No era como su fuese su primera vez en una pelea; estaba acostumbrado al dolor.
— Mamá estoy bien—. Calvin apartó sus manos lejos de él. — No eres una doctora.
Ella suspiró y le frotó la frente, luego colocó la palma de su mano en su mejilla.
— ¿Era un chico de la escuela? — Ella susurró.
El cabello rubio caía sobre sus hombros. Los ojos azul oscuro de su madre le recordaba al océano, calmado pero que ocultan una tormenta detrás de las nubes. Lista para estallar.
Ella frunció.
— ¿Quién era? Haré que expulsen su trasero—Agarró su bolso de la silla. Un océano impredecible. Estaba y tranquilo por un momento, pero al siguiente, un huracán de clase cinco se abalanzaba sobre ti.
— Mamá, está bien—, se quejó.
Su madre puso los ojos en blanco y apretó las manos sobre la baranda de su camilla.
— ¡No, no está bien, Calvin! — Se cubrió la boca y respiró hondo. —No quiero que vayas a esa escuela nunca más. Nos vamos.
Ella parpadeó, apartando la mirada de su hijo.
— Eres... mi hijo. Se supone que debo mantenerte a salvo— Ella se cruza de brazos. — No estabas a salvo.
Él suspiró y puso mala cara a las grandes almohadas detrás de él.
— No puedo seguir huyendo de quien soy.
Él la miró antes de que ella abriera la puerta de su habitación.
— No quiero irme de nuevo. Odio ser el niño nuevo en la escuela—, gruño. —Siempre nos vamos cuando empiezo a hacer nuevos amigos.
Miró hacia otro lado.
— Bueno, al menos cuando intento hacerlos —. Era difícil hacer amigos cuando lo etiquetaban como el más colorido de los demás.
Su madre se alejó un poco. Calvin observó que colocaba su mano sobre su corazón y miró un espejo de la habitación.
Calvin notó el ceño de su madre. Era la misma expresión que hizo cuando él le dijo que no planeaba ir al baile de bienvenida de la escuela, o cuando se graduó de la bicicleta de equilibrio a una de adolescentes y se cayó.
Sus labios se presionaron suavemente.
— Escúchame. Lo que más me importa es tu seguridad Ese tipo podría haberte matado, ¿Lo sabias? — Entrecerró sus ojos. —Sufriste un traumatismo craneal, ¿Sabes lo peligroso que es eso?
Su voz se quebró, y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
Calvin la miró de reojo. Quería decir algo, solo algo para evitar que se fueran de nuevo.
Su madre agitó las manos.
— No me importa, nos vamos— Ella suspiró y secó sus mejillas, caminando hacia la puerta de la habitación. Su madre parpadeó y siguió mirando el monitor del corazón.
— Jennifer, tengo un papeleo que debes llenar para tu hijo—, dijo una enfermera, abriendo la puerta ligeramente. La mirada de su madre se movió en dirección a la puerta. Ella se excusó y se escabulló.
Su salvador entró en la habitación. Calvin tenía razón sobre su rostro perforado.
El chico sonrió.
— Dejaste tu mochila, pensé en traerla.
Puso el artículo mencionado en la silla.
— Me alegro que estés bien, vi a esos tipos correr detrás de ti hacia esa estación de tren. No podría soportar que saltarán sobre ti—. Hubo un silencio incómodo.
Calvin se sorprendió de hubiera venido a ver cómo estaba. El chico se acercó y le tendió la mano.
Editado: 24.12.2018