La fría brisa invade las calles, anunciando la llegada del amanecer, uno lleno de dolor y miedo. Un colorido y mágico pueblo reducido a cenizas... ya no hay más hogares cálidos. La realidad azota aquel fatídico lugar. Se vuelve asfixiante mientras los primeros rayos de sol iluminan a su paso, dando un panorama completo, que cuenta con su desastre el sanguinario y aterrador momento que se vivió aquella noche.
La vieja plaza está destrozada, y de la antigua y orgullosa iglesia sólo quedan los viejos cimientos llenos de ceniza y humo... poco y nada quedó del lugar.
Ni siquiera Dios fue capaz de intervenir... no había esperanza... no tuvieron salvación. Eso le quedó claro desde el día en que todo comenzó... cuando el viento cambió de rumbo y la noche se volvió más oscura... Sabía lo que pasaría, sabía cómo terminaría... y sabía que no debía intervenir.
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