– Si tan solo mostraras el mismo interés en salir de fiesta con tus amigos que al estudiar... podría sentir que hago bien mi trabajo al criarte –habló de pronto desde el marco de la puerta, observando a su amada hija con una sonrisa divertida adornando sus labios al notar el pequeño salto de sorpresa que le ha causado.
– Si no intentaras causarme un infarto cada vez que vuelves a casa, podrías ser más como un padre normal –respondió al tiempo en que intentaba hacer que su corazón latiera de nuevo a un ritmo normal.
Aún se encontraba en la silla giratoria de su escritorio, frente a un montón de libros y papeles desperdigados por todas partes. No había ni un solo espacio libre disponible, eso pasa cada vez que se concentra demasiado en sus proyectos.
– Soy un padre normal, y me gusta considerarme incluso como un padre buena onda –defendió mostrando una postura graciosa en su intento por ser "cool"
– Si, como digas... Además, si yo fuera el tipo de adolescente que muestra más emoción a los chicos que a las ciencias... no sería tu hija –explica con diversión.
– Bueno... tienes un buen punto.
Se acerca feliz a abrazar a su pequeña hija y no puede evitar pensar en lo afortunado que es. Mila ha sido la luz de su vida desde el mismo instante en que abrió los ojos a este mundo... y se convirtió en su todo cuando su amada Mirna, el amor de su vida y su querida esposa enfermó de gravedad y después murió.
No existen palabras para describir lo roto y asustado que estaba al darse cuenta de que debía enfrentar al mundo completamente solo, porque su otra mitad se había marchado. Sin embargo, eso no lo detuvo cuando observó a la entonces pequeña Mila de tan solo cinco añitos. Él debía intentarlo y tener éxito si quería que su hija tuviera la vida feliz que ambos habían deseado.
– ¿Cenarás conmigo el día de hoy? –una pregunta esperanzada es prácticamente lanzada de los labios de Mila al tiempo en que se levanta para poder abrazar mejor a su padre.-- Estaba pensando en ir donde la pizzería de Berny, es noche de especialidades.
Decir que se encuentra emocionada es poco, ya que por el trabajo de su padre, es muy rara la ocasión en que pueden comer o cenar juntos. Ya sea porque tiene alguna emergencia médica o está de guardia en el hospital, casi siempre está ella sola en casa. Aunque eso no quiere decir que se sienta solitaria, pues ella tiene permitido visitar el hospital cuando quiera para poder pasar tiempo con su amado padre.
– A decir verdad, tenía planeado algo diferente...
–¿Qué...? –un ruido fuerte proveniente de la calle interrumpe su oración.--¿Qué rayos fue eso?
Curiosa como siempre, se acercó hasta su ventana para observar al causante de tanto bullicio.
¿Eso es acaso un camión...de mudanza?
– Santos me llamó está mañana para contarme que alguien compró la casa de al lado –explica su padre con algo de asombro.
– ¿La casa de al lado? ¿Estás seguro? --preguntó mientras intentaba ver aunque sea un poco de la situación en medio de tanto caos.
–Así es... Santos estaba igual de incrédulo que tú.
– ¿Quién querría comprar esa casa?... Es vieja y lleva abandonada un siglo.
– Eso es exagerado, recuerdo que la desalojaron pocos días después de que tu madre y yo nos mudamos al pueblo...
–Exacto... como dije... un siglo, papá.
– Dieciocho años, Mila –debate con diversión. A los jóvenes de ahora todo les parece o muy nuevo o muy viejo. – Ya que son los nuevos del pueblo, estaba pensando en darles una pequeña bienvenida.
Mila se giró para observar con asombro a su padre. ¿Acaso estaba diciendo lo que creía?
– ¿Te refieres...?
– ¿Te gustaría ayudarme a preparar el platillo estrella de tu madre? –inquirió a pesar de saber la respuesta de antemano.
–¡Sí! –se emocionó y prácticamente llevó a su padre a rastras hasta la cocina para comenzar con el horneado de bienvenida.
A pesar de no tener a su madre desde que era muy pequeña, Mila ha mantenido el amor y la añoranza por ella gracias a sus pocos recuerdos y a las tantas historias que su padre le ha contado sobre ella.
Su recuerdo vive y es amado por su familia y siempre será así.
El pueblo entero estuvo de luto después de su partida, lo cierto es que todos ahí le tenían un especial cariño a la bella Mirna, siempre amable, con una sonrisa cálida y un corazón bondadoso.
Nadie se explica cómo fue que ocurrió, pero un día de pronto se dio a conocer que contrajo una enfermedad extraña, a la cual a pesar de todos los intentos, no consiguieron derrotar. Tan solo seis meses después de tanto luchar e intentar... su corazón no aguantó más.
– Papá espera un segundo –lo detiene Mila– Tienes un poco de harina en la mejilla –comenta divertida mientras se dispone a retirar el ingrediente de su rostro.
Tardaron casi tres horas, pero después de un par de incidentes con los utensilios y dejar la cocina como un campo de guerra... al fin lograron terminar el platillo favorito de su madre, lasagna con extra queso, y junto con algunas galletas y su famosa tarta de limón colocaron todo de forma elegante en una canasta con un lindo moño y ahora van de camino al patio de al lado.