Capítulo 3: Sólo un almuerzo.

MÍA.

Me quedé con Taeyang hasta la hora del almuerzo. Pensamos mil y un maneras de ayudarme a entrar a la agencia pero ninguna era lo suficientemente buena. Ahora él se encontraba revisando unos papeles y yo tenía un bolígrafo encima de mis labios tratando que no cayera haciendo algún tipo de pico de pato.

— Te ves graciosa así —dijo firmando una hoja, ni siquiera había volteado a mirarme, cosa que hacía ilógica la escena.

Mi mente dio vueltas y vueltas, llamando la atención de Taeyang a su vez, pues, me encontraba dando vueltas en la silla giratoria que tomé prestada de Taeyang.

— Ya sé qué haré para entrar en la agencia —solté de que me levanté de la silla giratoria luego de dar muchas giros, me encontraba mareada.

— ¿Qué harás? —me observó posando una de sus manos en sus mejillas llevándola toda hacia arriba mientras me miraba con expectación.

— Me cortaré el pelo, me maquillaré, me pondré vendas en los senos —Taeyang había ocultado su cara con sus grandes manos, sus mejillas se encontraban rosadas—, ¿qué pasa? ¿Por qué te sonrojas? —se sonrojó más. Parecía un tomatito muy tierno.

— No estoy acostumbrado a que las mujeres sean directas o desvergonzadas mientras hablan su cuerpo.

Ridículo.

— Es que las mujeres normales no lo son. A mí me da igual, pienso que no es nada del otro mundo y cualquier mujer tiene lo que yo tengo y cualquier hombre puede haberlo visto, así que ¿cuál es el verdadero tabú sobre el cuerpo?

A pesar de que fue una pregunta retórica, esperaba una respuesta, ¿qué había en la anatomía humana que podía hacerlo sentir incómodo? Todos somos igual con pequeñas características para diferirnos. Miré el techo rindiéndome, sabía que una respuesta como la que esperaba nunca iba a llegar a mí. Volví mi mirada hacia él.

— Tienes razón, pero yo no estoy acostumbrado, así que ten algún tipo control, mutismo o censura cuando vayas hablar sobre eso conmigo.

— De acuerdo —respondí rodándole los ojos.

— ¿Entonces?

— ¿Entonces, qué? —repetí desentendida.

— Tú idea…

— Ah, sí, cierto. Me pondré vendas en mis glándulas mamarias —él me volvió a mirar incómodo— ¿Qué? ¡No dije nada malo, es su verdadero nombre! Olvídalo, ya sabes dónde me pondré vendas —hice un gesto con la mano para que lo obviara—, me pondré ropa de hombre y todo lo que me haga parecer uno y practicaré para parecer uno y haré una nueva audición siendo hombre —prácticamente había robado la idea de Rap Monster, pero nadie tenía que enterarse.

— Es una buena idea, pero pareces mucho a una mujer —dijo pensándolo.

— Sí, ¿será porque soy una mujer, tal vez? —respondí sarcástica— Igual, nada que un maquillista, ropa y comportamiento no puedan arreglar. No soy tan pequeña, no tengo muchas curvas que ocultar —tras esas palabras sus ojos se desviaron hacia mi cuerpo, rodé los ojos mientras me volvía a sentar para que él dejara de observarlo, hacía que me sintiera incómoda y exhibida y no quería seguir exponiéndome a ese sentimiento—, puedo cortarme el cabello y con el comportamiento hará que me crean.

— Sí, pero sigues siendo mujer. ¿Y qué pasa si te envían a una banda como Bangtan Sonyeondan?

— Me haré pasar por un hombre y ya, las probabilidades de que me envíen a una banda son pocas.

— Ah, ah —pronunció alegando una negación—. Te equivocas, son muchas —corrigió—. Acuérdate de cómo sirve la farándula coreana. Creen que triunfan mucho más rápido en grupo que por separado.

— Bien, bien, me haré pasar por un hombre en una banda y listo.

— ¿Y cuándo la verdad salga a la luz?

— Seré cuidadosa, y, tal vez, cuando eso suceda tendré fama y sólo llamaré la atención y tal vez me pueda volver solista con otra empresa. ¿Qué dices? ¿Te gusta mi plan?

Lo miré con expectación, como un niño que espera la aprobación de su juguete nuevo.

— Es bueno, no puedo negarlo. Pero necesitas mucha preparación. Tiene muchos agujeros, como un colador.