Extraídos del planeta.

Capitulo 9. La infiltrada.

Mi adrenalina se me disparó desde el estómago hasta la garganta. Tuve la arrolladora necesidad de soltarme y huir. Pero no lo hice. Reuní toda la valía que alguien en mi posición podía tener y con el aire preso en mis pulmones, me mantuve en mi lugar.

La fuerza con la que tomaba mis manos no era exagerada, me permitía resistirla. Una vez que mi miedo se fue disipando, pude notar que no pretendía jalarme hacia el interior del cristal; al contrario, pretendía salir.

Solté el aire de mis pulmones.

Al prestarle atención a las manos, descubrí que no estaban agarradas a las mías como pensé de momento. Solo estaban superpuestas. La electricidad que desprendía era la que parecía mantenerme sujeta. De hecho, me dio la impresión de que carecían de dedos.

Lentamente la cantidad de... piel, fue viéndose con más claridad. Era una coloración inusual. Parecía alternarse entre lo plateado y lo azul, ambos colores metálicos, que centelleaban dependiendo del ángulo en el que lo veías. Como el resplandor de un cristal.

Retrocedí un paso, ante la falta de espacio para su salida.

Fue entonces cuando la lentitud en el ascenso se aceleró. Retrocedí trastabillando en una lucha por no perder el equilibrio, que para mi sorpresa las mismas manos platinadas lo impidieron. Me daban soporte.

Con un suspiro escapando de mis labios y el asombro descifrándose en mi rostro, la vi por primera vez.

Su cara parecía ser reflejo del universo, entre detalladas líneas finas que tatuaban una textura fascinante en ella. Líneas que asomaban un brillo discreto que cautivó mi vista. Su nariz y su boca eran pequeñas, no denotaban particularidades. Aquel temor en mí provocado por sus ojos negros, brilló por su ausencia. Parecían 2 letales agujeros negros dispuestos a consumir a quien osara verlos, pero que lo único que me provocaron fue una repentina atracción voluntaria a ellos.

Carecía de bello de todo tipo. Su piel estaba expuesta, sin ningún accesorio que le restará protagonismo. Aquella fascinante tonalidad metálica, disminuía su intensidad en el rostro y torso. Las líneas que empezaban en su cara, reducían en número pero aumentaban en grosor conforme recorrían sus extremidades.

Recordé el anuncio previo a venir acá; "nuestros cuerpos comparten características esenciales y asombrosas". Era cierto. Ella era muy similar a mí. Hasta su estatura, solo un poco menor a la mía. Era humanoide. Y si, era "ella". Tenía un par de senos pequeños en el pecho, con dos areolas sumergidas en la piel. Éstos se posaban alrededor de un peculiar tatuaje dorado en forma de diamante.

—Hola —murmuré con la voz quebrada, casi incapaz formularse en mi garganta—. ¿Cómo... te-te llamas?

Sus ojos estaban puestos en mí, su intensidad me mantenían en mi sitio. Pero ella no dijo nada. Ni en mi mente, ni con su boca.

Noté que la electricidad de sus manos seguía ahí. Esto me ayudó para romper el contacto visual y mirar nuevamente nuestras manos. Me arriesgué a retirar una. Me exalté cuando ella produjo un sonido. Fue breve e inescrutable. Pero en mi imaginación, dedujé que se trataba de una queja.

—¿No puedes comunicarte conmigo? —pregunté con más seguridad. Ella empezaba a dejar de parecerme peligrosa. Solo seguía expectante—. De acuerdo. Ven, movámonos de aquí.

Al moverme, sentí pesar en mis músculos tensos, detalle del que no me había percatado. Retrocedí sin darle la espalda y tratando de atraerla con la mano con la que aún teníamos contacto. Al inicio sentí cierta resistencia, pero finalmente cedió.

Me senté en el piso, extendiendo mi brazo hacia ella para indicarle que me imitara. Aquel ser lo meditó un momento. Un instante después, se sentó frente a mí, con los brazos extendidos rectos en su espalda y las piernas estiradas a frente.

Esa pose...

—Jan —exclamé sorprendida al recordarlo—, esa posición la viste en Jan, ¿verdad? ¿Nos han estado espiando?

La pequeña alíen movió su cabeza a un costado, no creo que pudiera entenderme pero me resultó encantadora. Este detalle me despertó un recuerdo que me provocó soltarla. La reconocí.

—A ti ya te había visto antes —exclamé sin salir de mi asombro. La observé de arriba abajo para cerciorar mi memoria— la primera vez que salí de la habitación. Me sentía abrumada por los cubos sin sentido y me senté en el piso. Te vi, una mujer bella pero desnuda, creí que te había imaginado. De hecho, justo después conocí a Jan.

Aquella alíen intentó volver a colocar su mano junto a la mía, pero la quité. No estaba segura de lo que todo eso significaba. Ante mi negativa se puso a observar la oscuridad del cosmos, sus fracciones se tornaron serias. ¿Cómo? No sabría explicarlo.

Pero ella no respondió y eso empezó a inquietar mis nervios. Ella llevaba ahí desde que comenzó el viaje y nos conocimos desde el primer día. ¿Qué implicaba eso?

—No entiendo porque no me entiendes —dije, con la repentina e insolente confianza de sonar frustrada—, ustedes nos trajeron aquí. Hablándonos perfecto, ¿resulta que ahora ya no? Tengo tantas dudas, tú podrías resolverlas si…

Mi semblante era infantil. Como una niña a la que se le negaba un capricho. Me disponía a continuar con frases derivadas de esa actitud. Pero algo me lo impidió.

Sin causa aparente, la pequeña alíen se incorporó, alerta. Por inercia, la imité. Observé de forma superficial el entorno, para detectar algo inusual. Pero seguíamos solas, lo cual despertó mi curiosidad y prevención ¿iba a atacarme? Cambié mi atención para enfocarla a ella.

Un destello iluminó aún más su pecho, específicamente en la sección de diamante del centro. Desprendía una luz dorada y cautivante que no me lastimaba la vista. Se colocó delante de mí, cubriéndome de forma parcial, frente al corredor. Esta acción me hizo descartar la idea de que quisiera atacarme, daba la impresión de que me estaba protegiendo... Pero, ¿de qué?




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