Llevaba una hora en completa incertidumbre, desgastando mis zapatos caminando de un extremo del cuarto a otro. Iker era el único testigo de eso, pues solo él había bajado a hacerme compañía.
—Vamos encanto, ¿ya me vas a contar que te pasa? Luces como la reanimación de una de las momias de Guanajuato. Y créeme que soy amable.
Por un segundo lo miré con intensidad, tratando de descargar mi frustración en él, pero bastó un instante de su mirada cálida para recordarme que él no tenía la culpa de nada. Intentaba ayudarme.
—Me encontré a uno de ellos —confesé con ansiedad. Sus pequeños ojos incrementaron su tamaño y continué para confirmar sus pensamientos reveladores—: Si, a una extraterrestre. Una de las anfitrionas.
Él parpadeó rápidamente. Entre casi indetectables balbuceos, su mente procesaba la información, decidiendo que actitud tomar en respuesta.
—Entiendo —dijo por fin. Al parecer el actuar con confianza había sido la reacción elegida, pues de esa manera se acercó a mí—. Crees que debemos defendernos, ¿es eso? Cargué algunas cosas en mi maleta que nos servirían para...
—No, no —interrumpí, alejándome de él—. Ella es buena. Me trató bien y me protegió de los asesinos de Ernesto.
—¿Asesinos de Ernesto? —repitió Iker. Escuché su seguridad tambalearse en el recién alarmado tono de su voz—. ¿Qué carajo? Eso no nos lo contaste.
—Es que acaba de pasar. —Me senté en el piso, con el temblor dominándome el cuerpo. Ya no me importaba mostrarme fuerte frente a los 5—. Creemos que los alíens mataron a un doctor porque iba a hacer la autopsia de un muerto que…—expliqué con torpeza. Me interrumpí a mí misma al ver su expresión, él ni siquiera sabía que había un segundo cadáver y yo ya le estaba contando de un tercero. Lo estaba empeorando todo—. Lo siento Iker, son tantas cosas que... Te estoy asustando.
—Hey —exclamó después de un momento. Sus grandes cejas se arrugaron, se veía preocupado. Aun así, logró hacer resurgir de su interior esa confianza que lo caracterizaba. Se sentó frente a mí y apoyó una mano en mi hombro—. No estás sola, yo estoy aquí.
Me sonó como una frase prediseñada. Aquellas que uno suele escuchar en donde sea, que todos conocemos y usamos cuando no sabemos que más decir. Frases vacías. Sin embargo Iker le había dado un significado, porque sus palabras eran todo lo que yo necesitaba escuchar en aquel momento.
Mis ojos se humedecieron y mi ansiedad dejó de incrementar. Me acerqué a él y lo abracé con la misma tranquilidad que él estaba tomando. Su olor era distinto a lo que mi nariz frecuentaba. Era un aroma fuerte y exótico. Su dorso era grueso y musculoso.
El silencio perduró lo suficiente para llorar hasta sentirme mejor.
—Jan se quedó con ella, Iker. Estoy aterrada de que le haga daño —murmuré, sorbiendo mi nariz.
—Pero pensé que no te interesaba el tipo. Que hasta dejaste de salir por eso.
—No necesito interesarme en alguien para preocuparme por él —respondí a la defensiva.
Esa leve sensación de orgullo me distrajo momentáneamente de la situación, mi llanto se detuvo. Iker me separó de su regazo, viéndome con una repentina mueca de enfado.
—Eso es mentira. Esa preocupación tuya no se tiene por cualquiera —sentenció disgustado. El disgusto duró menos de 2 segundos, pues se fue transformando en una tristeza genuina. Su semblante se oscureció—. Conozco tu cara. La veía todos los días en el espejo, cuando mi Jazmín estaba en el hospital. No sabes que tanta desesperación e impotencia eres capaz de sentir, hasta que te amenazan con quitarte lo único que te importa en la vida.
—Ella era el amor de tu vida —murmuré, aceptando sin dificultad el cambio de conversación, comprendía su dolor. Recordaba a la perfección el sentimiento que me invadió cuando se lo narró a Marissa.
—Todo mi ser lo formaba ella, carajo. Cuando se fue me perdí a mí también —respondió él.
Se me encogíó el corazón. ¿Qué sádica puede ser la vida para dártelo todo, esperar a que te acostumbres a esa felicidad y después robártela de la forma más cruel y desnaturalizada? Corrijo, la vida no fue. Fue un atentado de otro planeta el que trajo la muerte al nuestro.
Pero comentarios de odio dirigido a un culpable, no le regresarían a su gran amor. Por lo que solo atiné a acercarme de nuevo a él, para recostar mi cabeza en su hombro. Iker respondió con una suave palmada en mi cabeza. Disfrutamos de un nuevo silencio en honor a ella. No resultó incómodo, pensaba en Jazmín, ¿cómo era?, ¿hubiésemos podido ser amigas?
—Estás enamorada de él —prosiguió tiempo después, robándome el desarrollo de mis pensamientos distractores.
—No lo sé. —Soltó una risita irónica, él no me había preguntado—. ¿Y tú sientes algo por Rebeca? —pregunté tensa, con la intención de devolverle el comentario.
—¿Rebeca? —Soltó una risa ahora fuerte e hiriente—. Mierda, si tan solo hubieras conocido a Jazmín te reirías de tu propia pregunta.
—Entonces, ¿solo sexo?
No me respondió de inmediato, por lo que me giré a verlo para presionarlo.
—El sexo es una necesidad física —dijo sin devolverme la mirada, algo si lo estaba incomodando—. Bien. Te lo diré; si uso un poco de imaginación se vuelve emocionalmente disfrutable.
—¿A qué te refieres con eso? —inquirí interesada.
—No estoy listo para dejarla ir ¿está claro? Mi sexo sigue siendo con ella. Y con Rebeca es más fácil porque su cabello se le parece.
—Oh —exclamé sin presunción. Esa confesión si me había sorprendido. Sin embargo no acostumbraba a meterme en las vidas ajenas, por más extrañas que me parecieran. A menos que pusieran en riesgo su integridad, como en el caso de Francia—. ¿Crees que eso sea bueno para ti?
—Me siento bien así.
—De acuerdo —murmuré conteniendo mis comentarios, él no me había pedido una opinión y yo sabía que no le había sido fácil contarme. No lo haría arrepentirse—. Si alguna vez quisieras un poco de ayuda, recuerda que puedes contar conmigo. Hago más que solo escuchar.
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extraterrestres y susesos raros, encierro, conflictos morales
Editado: 31.08.2020