Capítulo 1
El frío mordía mis mejillas como pequeños alfileres, pero seguía corriendo. La nieve bajo mis pies crujía con cada paso, y mi respiración se convertía en pequeñas nubes de vapor frente a mi rostro. No sabía por qué corría ni de qué huía, pero el bosque parecía interminable. Los árboles, altos y retorcidos, se cerraban a mi alrededor, sus ramas desnudas extendiéndose como garras que querían atraparme.
Entonces, lo escuché: una voz.
Suave, como un susurro, pero helada como el aire que llenaba mis pulmones.
—Jayden…
Me detuve en seco, mis botas patinando en el hielo oculto bajo la nieve. Mi nombre. Alguien había pronunciado mi nombre, pero no había nadie allí. Miré a mi alrededor, girando en círculos. Sólo los árboles, el viento, y la nada.
—Jayden…
La voz vino de nuevo, esta vez más clara, más cerca. No parecía humana. No tenía calor, ni emoción, sólo una fuerza que me atraía hacia adelante.
Mis pies comenzaron a moverse sin que yo se los ordenara. Cada paso me llevaba más profundo en el bosque, donde las sombras eran más densas y la nieve parecía casi negra. No sabía qué buscaba, pero lo sentía allí, esperándome.
Llegué a un claro. La nieve brillaba bajo la luz de la luna, pero el aire estaba tan quieto que parecía contener la respiración. Fue entonces cuando los vi: los símbolos.
Grabados en los troncos de los árboles, como cicatrices antiguas. Eran intrincados, con líneas curvas y espirales que no reconocía. Extendí la mano hacia uno de ellos, mi dedo rozando la corteza áspera, y de repente sentí algo.
Un calor abrasador recorrió mi brazo, como si el árbol estuviera vivo y protestando por mi toque.
—Jayden…
La voz estaba justo detrás de mí. Me giré tan rápido que casi pierdo el equilibrio, pero otra vez, no había nadie. Sólo el claro, los árboles y el viento que comenzaba a agitar las ramas.
Pero entonces la vi.
Una figura al otro lado del claro, alta y esbelta, envuelta en sombras. No podía distinguir su rostro, pero sus ojos brillaban como brasas encendidas. Quise gritar, pero no pude. Mi garganta estaba seca, mi cuerpo paralizado.
La figura alzó una mano, señalándome.
De repente, el suelo bajo mis pies se abrió. Caí al vacío, la nieve y el bosque desvaneciéndose a mi alrededor. Sentí que el aire me abandonaba mientras el mundo giraba sin control.
Y entonces desperté.
Me incorporé de golpe, con el corazón latiendo como un tambor dentro de mi pecho. Mi habitación estaba oscura, iluminada sólo por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana. Fuera, la nieve seguía cayendo, cubriendo todo con una manta blanca.
Pasé una mano por mi frente y descubrí que estaba empapada en sudor, a pesar del frío. Había sido un sueño. Sólo un sueño.
Pero mientras intentaba calmar mi respiración, algo llamó mi atención. En mi brazo derecho, justo donde había tocado el símbolo en el sueño, mi piel estaba roja, como si algo me hubiera quemado.
Me quedé mirando la marca, incapaz de comprender lo que estaba viendo.
Era imposible, ¿verdad?
Me levanté y fui hacia la ventana, mirando el bosque que comenzaba justo más allá de mi casa. Estaba en silencio, cubierto por la nieve, tan tranquilo que parecía inofensivo. Pero yo sabía la verdad.
El bosque estaba vivo. Y algo, o alguien, me estaba llamando.
❄️❄️❄️❄️❄️❄️❄️❄️
El sonido del reloj despertador me arrancó de un sueño inquietante, o más bien, del recuerdo del sueño. El pitido era agudo y molesto, y lo apagué de un manotazo antes de acurrucarme bajo las mantas por unos segundos más.
Cuando abrí los ojos, todavía sentía el eco de la pesadilla en mi pecho, como si algo me hubiera estado observando desde las sombras incluso después de despertar. Me quedé un momento quieto, mirando el techo.
Giré la cabeza hacia mi brazo derecho, donde todavía se marcaba esa extraña irritación rojiza. Pasé los dedos suavemente por la piel. No dolía, pero la sensación era... inquietante.
—Sólo un sueño —me repetí a mí misma. Pero si sólo era un sueño, ¿por qué se sentía tan real?
—¡Jayden! Si no te levantas, te quedas sin desayuno.
La voz de mi abuela, firme pero amable, me sacó de mi ensimismamiento. Me obligué a salir de la cama, sintiendo el frío del suelo de madera bajo mis pies. Mientras me vestía, miré por la ventana. La nieve seguía cayendo suavemente, cubriendo todo con una capa nueva y brillante. El bosque estaba allí, quieto y oscuro al fondo, pero ahora sentía que me observaba.
Sacudí la cabeza.
—Es sólo tu imaginación, Jayden.
Mi habitación estaba fría; la calefacción apenas alcanzaba las habitaciones del primer piso. Me envolví en mi suéter más grueso y me acerqué al corcho junto al escritorio.
Ahí estaban, todas las notas que había ido acumulando: recortes de periódico sobre chicas desaparecidas, nombres, fechas, y un par de fotos borrosas del bosque. En el centro, la noticia más reciente: