Capítulo 3
El viento helado atravesaba las calles vacías del pueblo como un susurro insistente, arrastrando consigo los rumores que todos intentaban ocultar. Caminé por la calle principal, mis botas resonando contra el pavimento cubierto de escarcha, mientras intentaba despejar mi mente. Habían pasado dos días desde la última desaparición, y la atmósfera pesaba como un manto húmedo. Las persianas cerradas, los letreros temblorosos de los negocios y el silencio de las esquinas parecían gritar que algo andaba terriblemente mal.
Al pasar frente a la panadería, escuché un par de voces apagadas que se filtraban desde el interior. Me detuve, fingiendo ajustar mi bufanda, y agudicé el oído.
—Te digo que fue el bosque —dijo una mujer, su tono era casi un susurro, pero lo suficientemente agudo como para atravesar el vidrio empañado—. Siempre lo es. ¿No recuerdas a la chica del año pasado?
—¿Y qué quieres que haga? —respondió otra voz, más grave y áspera—. ¿Prohibirle a la gente entrar? Ni siquiera sabemos si es verdad.
—Pero... los símbolos. ¿Y lo que encontraron junto al río?
Mi corazón se aceleró. Bajé la mirada al suelo, como si el peso de su conversación me hubiera golpeado físicamente. La puerta de la panadería se abrió de golpe y me aparté rápidamente, fingiendo no haber escuchado nada. No obstante, las palabras quedaron grabadas en mi mente: "los símbolos".
Decidí que no podía volver a casa con la cabeza llena de preguntas. Necesitaba respuestas. Había un lugar donde tal vez podría encontrarlas.
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El aroma a papel envejecido me envolvió en cuanto crucé las puertas de la biblioteca. Era un refugio del frío, con una cálida penumbra que invitaba a la introspección. El Sr. Whitman, el bibliotecario, estaba inclinado sobre una pila de libros al final de un largo mostrador de madera. Su cabello plateado brillaba bajo la luz de una lámpara de escritorio, y su suéter verde oscuro se mezclaba perfectamente con el ambiente académico del lugar.
—¿Jayden? —levantó la mirada, ajustándose sus gafas rectangulares. Su tono fue amable, pero su expresión reflejaba sorpresa—. No sueles venir por aquí. ¿Qué te trae hoy?
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Me acerqué, consciente del crujir del suelo bajo mis pasos. No quería levantar demasiadas sospechas, pero tampoco podía mentir.
—Estoy buscando información sobre... el bosque. —La palabra salió de mis labios antes de que pudiera detenerla. Whitman me observó en silencio, evaluándome, como si tratara de decidir cuánto decirme.
—¿El bosque? —repitió, dejando el libro que estaba revisando a un lado—. ¿Algo en particular?
Tragué saliva y bajé la voz. —He oído cosas... sobre los símbolos y las desapariciones. Necesito saber si hay algo de cierto en esas historias.
El Sr. Whitman suspiró, como si llevara un peso invisible en los hombros, y señaló hacia una mesa cerca de una ventana con cristales empañados. —Siéntate. Traeré algo que tal vez te ayude.
Lo observé desaparecer entre los estantes altos y polvorientos. Cuando regresó, llevaba consigo un libro enorme, con tapas de cuero desgastadas y letras doradas que apenas se distinguían: "Folklore y Misterios de Silver Pines."
—Este libro es raro —dijo mientras lo colocaba frente a mí—. La mayoría de la gente aquí no quiere saber sobre lo que está escrito en estas páginas. Prefieren fingir que son solo cuentos de viejas.
Pasé los dedos por la portada, mi curiosidad creciendo a cada segundo. Cuando lo abrí, me encontré con ilustraciones hechas a mano: árboles retorcidos, figuras encapuchadas, y, justo en la segunda página, los símbolos que Ladon y yo habíamos visto en los árboles. Mi pecho se apretó.
—Estos símbolos... —empecé, pero Whitman me interrumpió.
—Los llaman marcas de "protección" en algunas historias, pero en otras... bueno, digamos que tienen un propósito más oscuro. Según el libro, los antiguos habitantes del valle creían que el bosque estaba vivo, o al menos, que algo vivía en él.
—¿Algo? —Mi voz sonó más aguda de lo que pretendía.
—Algo que requería sacrificios. —Su voz era apenas un murmullo.
Mis manos se tensaron sobre la mesa, y aparté la vista del dibujo de los símbolos. Había algo profundamente perturbador en la forma en que las líneas curvas y los ángulos agudos parecían moverse bajo la luz tenue. Whitman me miró fijamente, esperando quizás que cerrara el libro y me fuera, como si al ignorarlo todo pudiera regresar a una vida normal.
Pero no podía ignorarlo.
Salí de la biblioteca poco después, con una extraña mezcla de miedo y determinación. La nieve había comenzado a caer, sus copos silenciosos cubriendo las calles y absorbiendo todo sonido. Caminé de regreso a casa con el libro apretado contra mi pecho, su peso tangible un recordatorio de que lo que había leído no eran solo palabras en una página.
Mi mente estaba llena de preguntas, pero lo que más me atormentaba era una certeza que había comenzado a formarse: las historias eran reales. Algo en el bosque no quería ser descubierto.
Me detuve frente a la ventana de mi habitación esa noche, mirando hacia la línea oscura de árboles que marcaba el inicio del bosque. Las palabras del Sr. Whitman resonaban en mi cabeza: "Algo que requería sacrificios."