La tormenta de nieve parecía no querer ceder. Desde la ventana empañada del café de Marie’s, el mundo exterior era un paisaje difuso de blanco y gris. El calor de la chimenea crepitante en la esquina apenas lograba calentarme los dedos, a pesar de que sostenía una taza de chocolate caliente entre las manos. Claire estaba sentada frente a mí, revisando su teléfono por enésima vez, mientras Landon hacía dibujos torpes en la condensación del vidrio.
—No sé cómo puedes soportar salir con este clima, Jayden —comentó Claire, sin apartar los ojos de su pantalla—. En serio, podrías quedarte en casa como todo el mundo normal.
—Alguien tiene que asegurarse de que este par no muera de aburrimiento —respondí, dándole un sorbo a mi bebida.
Landon se rió, levantando una ceja.
—Oye, yo no soy tan aburrido. Estoy mejorando mi arte moderno aquí.
Me incliné para mirar sus "obras maestras": una serie de caritas sonrientes desproporcionadas que no tenían ningún sentido.
—¿Eso es arte moderno? Más bien parece un intento fallido de caricatura.
Claire suspiró dramáticamente.
—Dios, los dos deberían encontrar un pasatiempo más interesante. Como... no sé, algo productivo.
—¿Cómo gastar horas viendo tutoriales de maquillaje en YouTube? —pregunté, con una sonrisa sarcástica.
—Exacto. Al menos eso tiene sentido.
Landon y yo estallamos en risas mientras Claire rodaba los ojos y volvía a concentrarse en su teléfono.
Fue entonces cuando la campanilla sobre la puerta sonó, arrastrando consigo un golpe de aire helado y el sonido de la nieve aplastada bajo botas. Levanté la vista, distraída por el repentino cambio de temperatura.
Cuatro figuras entraron, sacudiendo la nieve de sus abrigos.
El primero que llamó mi atención fue el chico al frente. Alto, con cabello oscuro despeinado por el viento, y una expresión que parecía grabada en piedra. Había algo magnético en él, pero no de una forma que pudiera describir como "agradable". Era el tipo de persona que te hacía preguntarte qué estaba pensando, y al mismo tiempo desear que no se fijara en ti.
Detrás de él, una chica rubia perfectamente arreglada caminó con aire de reina. Era guapa, sí, pero de esa forma inalcanzable que intimidaba más que atraía. Su mirada recorrió el lugar como si estuviera catalogando todo lo que no le gustaba.
Los otros dos parecían menos llamativos, aunque no por eso menos intrigantes. Un chico alto y delgado, con una actitud relajada que contrastaba con la intensidad de los otros, y una chica pequeña y callada, que se mantuvo cerca del líder, como si el mundo fuera demasiado grande y solo él pudiera protegerla.
—¿Quiénes son ellos? —pregunté en voz baja, inclinándome hacia Landon.
Él sacudió la cabeza, mirando hacia la entrada.
—Ni idea. ¿Turistas? Aunque no creo que Denver sea un destino muy popular con esta tormenta.
Claire, por supuesto, ya tenía algo que decir.
—Definitivamente no son de aquí. Míralos, parecen sacados de una revista. Aunque... —sonrió con malicia, mirando al chico alto— ese de ahí no está nada mal.
—¿Siempre tienes que fijarte en los chicos guapos? —le pregunté, sintiendo un ligero fastidio.
—¿Y tú no? —replicó, alzando las cejas.
—Yo suelo preocuparme más por cosas como, no sé, ¿por qué cuatro extraños llegan al pueblo justo cuando está ocurriendo algo tan raro como las desapariciones?
Claire rodó los ojos y suspiró.
—Jayden, de verdad necesitas relajarte. No todo el mundo es un sospechoso de asesinato.
Landon intervino antes de que empezáramos a discutir de nuevo.
—Creo que Claire tiene razón en una cosa. No parecen del tipo de personas que pasan desapercibidas.
Mas tarde Marie les sirvió su café, y ellos se acomodaron en la mesa más alejada, al fondo. No sé cómo lo supe, pero algo en su postura me decía que no estaban ahí solo para tomarse un café. Había algo en sus gestos, en cómo se miraban entre ellos, en el silencio que se formaba alrededor de su mesa, que me ponía los pelos de punta. Y más tarde, me di cuenta de que no solo a mí me afectaba.
—¿Crees que son parte del espectáculo? —preguntó Landon, mirando a los chicos con cierto interés.
—No lo sé... Tal vez solo vienen a visitar el pueblo —respondí, intentando ser racional.
En ese momento, Claire, sin dejar de mirar a los chicos, murmuró:
—No creo que nadie de este pueblo quiera saber nada de ellos. Son demasiado... diferentes. Como si no encajaran aquí.
Landon asintió, sin apartar la vista.
—Bueno, es un hecho que en este pueblo nunca encajamos. Mira cuántos turistas vienen a la temporada, y todos tienen algo raro. Si ellos se quedan demasiado tiempo, seguro que alguien empezará a preguntar.
Justo cuando terminábamos de hablar, el chico de cabello oscuro se levantó de su asiento. Caminó hacia la barra con paso firme, y aunque Marie lo atendió, su mirada se quedó fija en él por más tiempo del habitual. Parecía que algo en él la incomodaba, aunque no hizo un comentario al respecto.