3 de febrero.
Es domingo por la mañana, el pálido sol invernal asoma tímidamente bañando de tonos ocres el frente del silencioso edificio de departamentos ubicado en uno de esos barrios que están lo suficientemente alejados del centro de Seattle como para que maldigas cada mañana no tener un vehículo para trasladarte, y cada noche por el bullicio que sólo se encuentra en lugares donde la gente aun tiene costumbres algo pueblerinas, y la algarabía de los muchachos en sus cotidianos partidos de basquetball -o lo que sea que inventen- no respeta ni horarios ni inclemencias climáticas a la hora de reunirse en el improvisado parque comunal que separa las torres que componen el complejo de edificios en que vive Ángela Weber.
Lleva varias horas despierta, es su rutina desde que vive en ese séptimo piso hace tres años. Luego de alimentar a Sprinkles, su atigrado gato castrado, y tener su habitual y ridícula conversación con él, Ángela prepara una taza de chocolate caliente y se instala en su rincón favorito: un improvisado estudio-atelier de arte que poco a poco fue mejorando.
Al principio solo habia acomodado las pocas cosas que pudo rescatar de su dormitorio universitario en el apresurado viaje de regreso a casa, en la que fuera originalmente la habitación de servicio junto a la cocina.
Le gusta ese cuarto más que nada por la vista, que fue lo primero que la impresionó del departamento cuando terminó de instalar sus cosas, la tarde en que llego a Seattle para quedarse. Una franja de playa y mar, que luego supo pertenecía al Lowman Beach, un parque a escasas manzanas de distancia, al que también suele ir a caminar o trotar, dependiendo de su humor y del clima.
Faltan apenas unos minutos para que sean las diez, y sabe que ni el sol ni la tranquilidad que está disfrutando esta mañana durarán mucho más. Ya es hora de dejar el maravilloso mundo de la fantasía de lado por hoy.
Con un gesto que cualquier espectador calificaría de enojo, Ángela cierra la carpeta de dibujo en la que lleva las últimas tres horas trabajando en un estado que bien podría juzgarse como enajenación, -y que ahora sabe que no lo es y se llama Flow-, en el cual a veces pierde la noción del tiempo y la conexión con la realidad, mientras su capacidad creadora fluye al máximo. Para ella es casi un ritual de supervivencia. No podría continuar si no tuviera esos preciados momentos.
Se estira en el sillón, haciendo crujir los hombros y levantando los brazos, y cuenta silenciosamente hasta tres mientras limpia de un modo bastante obsesivo sus dedos, bastante manchados de óleos y pastel de diversos colores, con la toalla húmeda que usa para su momento de catarsis semanal.
Chequea del mismo modo que su manicura francesa siga inmaculada, y se levanta a atender el teléfono fijo que como todos los domingos, infaliblemente repica a esa hora exacta desde la pared de la cocina.
Estira su pantalón de yoga gris piedra -de la última temporada de su marca deportiva favorita- y acomoda su camiseta blanca ajustada -y de corte sofisticado que realza su estilizada figura-, sacude su espesa melena castaña, soltándola del improvisado rodete que hizo con uno de sus lápices de dibujo y dejándola caer sobre los hombros , se mira de reojo en el espejo del pasillo al pasar delante de él sin poder evitar un gesto de satisfacción, mientras camina hacia el molesto aparato murmurando maldiciones.
Sabe quién es, sabe que por más que se lo repita mil veces, nunca cambiará esa maldita costumbre y jamás llamará a su Blackberry. Odia eso.
Odia la forma en que tan "sutilmente" después de todo este tiempo, aun la controla y la obliga a estar en casa todos los domingos a esa hora. Odia que tenga que mentirle, y a sus amigos, o a cualquiera de sus citas de sábados por la noche, ya que nunca puede quedarse en cama un domingo hasta el mediodía, ni dejarse mimar con un desayuno en la cama por más fantástica que haya sido su noche en alguno de los lujosos departamentos de soltero que suele visitar.- Porque ella jamás se ha ido a la cama con un perdedor cualquiera-.
Ni siquiera puede dejar que alguien que por fin merezca la pena como para traerlo su departamento, se quede por demasiado tiempo después….
Ya aprendió, de alguna maldita manera su madre lo sabrá, y la avergonzará. Siempre lo hace, y ella odia tener que dar explicaciones a los hombres.
-Mamá.- contesta con voz un poco más gélida de lo que hubiera querido.
Ya han hablado entre semana, siempre lo hacen, porque ella sí la llama desde su celular -o desde el fijo de la oficina donde pasa la mayor parte de las doce horas del día-, apenas le queda un hueco en la semana. Jamás deja que pasen semanas completas o meses sin saber de su familia. No es una mala hija, al menos hace el esfuerzo de no serlo.
-¿Dormías?
Ángela entrecierra sus ojos. Conoce ese tono y sabe perfectamente que detrás de la inocente pregunta de su madre están implícitas muchas suposiciones y lo odia.
-Sabes que no…-responde, exhalando con fuerza todo el aire que hasta hace un segundo le oprimía el pecho.
-bueno, supongo entonces que no saliste anoche.
-No, no salí, estoy agotada. ?Miente con descaro.
Aunque en realidad ir con Jessica a tomar un par de tragos en el bar de siempre no cuenta como salir. No para ella, mucho menos cuando implica soportar a su amiga con toda esa cháchara de lo infernalmente comestible que está el novio de Lara Dalton, la jefa de recursos humanos de la empresa en la que trabaja hace casi tres años, y sus detalladas fantasías de lo que le haría si pudiera acorralarlo en algún rincón de las oficinas y meterle mano aunque sea por unos minutos.
No es que ella no lo hubiera apreciado también, pero no era su estilo pertenecer a un club de fans, y ese hombre ya tenía todo un sequito babeante en las oficinas, incluida la mosquita muerta de Marcia.
- Bueno me alegra, ya decía que era demasiado con que salieras este fin de semana también…luego del fin de semana pasado y del otro… a ese ritmo te…
-ya te envié el dinero este mes, madre. ¿No fue suficiente?-
La corta con voz filosa, exasperada por ese temor irracional de su madre que la convierte en indispensable y única responsable de la supervivencia de ella y su familia en cada conversación que tienen…
Luego piensa en sus hermanos y se arrepiente al instante. No quiere tratarla con dureza, ella ama a su madre, ama a su familia.
¿No es lo que se repite cada día? ¿Cada mañana cuando se enfunda en su traje de ejecutiva para cumplir otra jornada de asistente de mierda?
Porque por más titulo pomposo que tenga de secretaria ejecutiva en la nomina de McCarty`s, sabe que solo es un trabajo de mierda y que está muy, muy lejos de lo que ella merece, o de lo que soñó alguna vez para su vida…antes.
En su corazón sabe que ha sido irresponsable. No entiende bien por qué, pero en lo que va del último mes ya son dos domingos consecutivos los que llega tarde a la cita telefónica con su madre, a sabiendas de que luego tendrá que oír sus regaños en el contestador, y luego otra vez, cuando la llame para disculparse por no haber estado a tiempo. Pero lo necesitaba, es decir, Chris, su cita de los dos últimos fines de semanas, la había cautivado lo suficiente como para repetir.
¡Dios! ¡No era su culpa olvidarse del mundo con semejante bombón de hombre! que además de ser un exitoso abogado y tener un departamento de puta madre en el mejor barrio de la ciudad, también la había llevado a cenar a uno de los restó mas caros de la ciudad cada vez. Y el sexo…
Digamos que llevaba un buen tiempo en que un hombre la dejara sin palabras.
-No me hables en ese tono Ángela, sabes que solo me preocupo por ti, no dejo de pensar que estás completamente sola en esa ciudad enorme que puede ser la perdición para cualquiera, mucho más para una chica como tu si no te controlas.
Gira los ojos ante esas palabras: "una chica como tu" suena a sus oídos mucho más despectivo de lo que en realidad se oye de labios de su madre. Después de todo, ella no tiene idea de algunos de los detalles tórridos de su vida, o mejor dicho de las noches de su vida, pero sabe que es porque a Martha Weber nunca le gustaron las decisiones de su hija. Ninguna.
Si no fuera por su padre Jhonatan, jamás habría podido aceptar que ella tomara la beca de la universidad para estudiar la carrera de Arte que había ganado con sus trabajos de arte durante el instituto, y mucho menos la hubiera dejado poner un pie fuera de casa en su vida.
Ángela cierra los ojos con fuerza alejando de su mente aquellos recuerdos. ¡Son tan lejanos ahora que parece que jamás hubiera sucedido!
-Claro. Solo te olvidas la parte de que se como cuidarme- medio protestó a su pesar.
- Solo me preocupas, últimamente estás tan…diferente… ya no eres la misma, a veces temo que dejes de priorizar lo que es importante hija, que pierdas el rumbo. Mantener tu trabajo es prioridad ahora, necesito que descanses lo suficiente y te mantengas fuerte para no…
-Lo se mama, no voy a perderlo ¿vale? Estoy muy bien. Esther es una buena mujer, no va a despedirme por nada así sin más… - la interrumpió, cortando el discurso que llevaba demasiado tiempo escuchando.
-"¿Qué va a ser de nosotros si tu no puedes enviarme dinero? Sabes que no puedo trabajar, sabes que no se vivir sin tu padre… mis padres no me dejaron nada y decir que tu padre insistió en no vender ese departamento de soltero que tenía en Seattle que sino…" -"sino te gastarías gran parte del precioso dinero que ganas en una renta y tus hermanos…"- bufaba en su mente cada vez.
- ya, no tienes que repetírmelo cada vez que llamas ¿si? Hace cuatro años que llevo adelante nuestras cuentas, y que sepa no te he hecho faltar nada, ni a los gemelos. Se perfectamente cual es mi responsabilidad…
Su madre suspira en el teléfono y ella sabe que ha sido demasiado dura esta vez. Pero está cansada, cansada de ser la hija perfecta, la secretaria perfecta, la mujer perfecta. Está cansada de fingir que la vida que lleva es la que quiere y a veces piensa que su madre tiene la culpa, si ella no fuera tan…
- Angie, hija, sabes que no es mi intención descalificarte, has sido tan valiente. Yo solo…
-si, lo se, ya me lo dijiste, tu solo te preocupas… por mi.-agregó.
Aunque internamente piensa que no es cierto. Que su madre solo vive preocupada de tener cada mes el dinero suficiente para mantener la vida desenfada que llevaba cuando su padre vivía y la mimaba con regalos caros y lujos que ni en sueños ella ahora podría darle.
A veces lamenta que Jhonatan Weber haya sido tan buen hombre y la hubiera malcriado tanto. O que haya sido tan confiado en sus negocios y se dejara estafar como lo hizo por el cretino de su socio cuando por fin decidió hacer carrera en un negocio independiente. Tal vez su inesperada muerte no los dejaría llenos de deudas que consumieron en un abrir y cerrar de ojos todo el dinero que había logrado ahorrar con los años en su cuenta.
Su madre, hija única y consentida de un matrimonio mayor, que la tuvo cuando ya habían perdido la esperanza de criar hijos, dejó la casa de sus padres al mes de cumplir los 19 años para casarse con este hombre cinco años mayor, recién graduado en administración, con una carrera prometedora en la gerencia de la nueva sucursal de una importante empresa de construcción con sede en Seattle que abría sus puertas en la pequeña ciudad a las afueras en que vivían.
Jhonatan Weber había llegado desde Seattle sin más expectativas que las de progresar en su nuevo trabajo, y se había enamorado rápidamente de la hermosa muchacha que vivía en la casa vecina a la que la empresa le asignó para vivir. Se casaron en el lapso de un año, y durante veinte años fueron todo lo feliz que podían ser. Su madre ni siquiera imaginó que en el transcurso de esos años pasaría de ser la mujer mas feliz del mundo, a quedar huérfana, -aunque era algo esperable dado la edad avanzada de sus padres- y viuda, con tres hijos jóvenes que mantener y educar, y sin ninguna experiencia laboral o carrera universitaria, ya que salió de la casa de sus padres para ser la típica ama de casa mantenida por su esposo.
- Yo solo quisiera que todo fuera diferente sabes…y te hecho tanto de menos… a ti y a tu padre…
Ángela percibe el dolor en la voz de su madre y algo le oprime el pecho. No quiere llorar, ella también hecha de menos a su padre, él también era un soñador, y la comprendía de un modo en que ella jamás lo haría. Entendía sus ansias de salir y ver el mundo, su pasión por la fantasía, su afición por pasar horas encerrada en su estudio dibujando. El apoyaba sus sueños, aunque también fuera un hombre práctico, y la había aconsejado bien.
-Tienes que tomar las decisiones correctas Ang, no todo lo que uno sueña en esta vida vale la pena alcanzar, ya sabes… hay que llenar la bolsa primero- solía decirle señalando el bolsillo donde se distinguía el bulto de su billetera-… si lo que sueñas no va a mantener tus gastos pues…
-hay que olvidarlo…-completaba ella a regañadientes, sabiendo que nunca sería así con sus sueños, y cruzando los dedos por la espalda mientras rogaba que acepten alguna de las solicitudes que envió a escondidas a todas la universidades del país donde podría estudiar artes visuales. Soñando con una beca, y con ser tan buena que algún día se volviera famosa; por ejemplo cuando algún estudio importante la descubriera y la llamara para trabajar en el proyecto de alguna gran película en animación 3 D.
-yo también mamá.- apenas susurró, con un nudo en la garganta.
¡Dios como echaba de menos su vieja vida! A veces mataría porque todo fuera como antes…
- Tus hermanos me volverán loca un día de estos…-su madre cambia de tono y ella sabe que la conversación se volverá banal como siempre. -van a matarme un día de estos, ¿sabes los gastos que tendremos este mes?.
"y ahí viene" ?piensa mientras retuerce un mechón de cabello. Su madre hace una pequeña pausa en el teléfono para que ella haga la consabida pregunta:
-¿necesitas más dinero mamá?
-bueno… en realidad…hija, yo no quería decírtelo ahora, se que estás tan agotada últimamente, pero está ese estúpido baile de San Valentín que organizó la escuela este mes, y tu hermana Janet quiere ir, será su primer baile de San Valentín en la escuela…va a necesitar un vestido... Y tu hermano… ¿puedes creer que Alex me estuvo pidiendo dinero para llevar a una chica a una cita o algo?
Ángela sonríe a su pesar. Sus hermanos ya tienen 16 años. Obviamente que irán a bailes y tendrán citas y todo eso… ¿no fue así con ella a esa edad? Ella comprende lo importante que eso es para su hermano y mientras escucha a su madre parlotear sobre las últimas confesiones de Alex sobre una muchacha con la que intenta salir en "una cita de verdad" piensa en como extraña esos momentos de vida en familia, y en cómo diablos va a hacer para trabajar más horas este mes…
Tal vez tenga que buscar algo temporal por las noches.