Falla en el infierno

1.- El comienzo de la desgracia.

—¿Algunas palabras antes de morir?

Alexis miró hacia el vacío y apretó los dientes no solo por el frío que sintió en ese momento, sino por el final que se avecina. De seguro una muerte violenta que no va a poder evitar. 

Abajo el río corre con fuerzas, y las rocas sobresalientes de aquel escarpado montículo le hacen ver que tendrá una caída de la cual no podrá sobrevivir. No hay esperanzas.

Tensó su rostro sin decir palabra alguna mientras el viento revuelve su cabello.

Con el cuerpo atado en cuerdas que le hacen imposible poder huir, con una enorme roca atada a sus piernas, sabe que si no muere por la caída morirá ahogada. Aun así se mantiene aparentemente sereno, y luce, por lo menos elegante y atractivo, con su largos cabello castaño atados en un alto moño y sus profundos ojos verdes; la sangre de su rostro y las heridas no pasan desapercibidos. Sigue siendo un hombre apuesto pese a todo. 

Sus finas facciones, sus largas pestañas que en sus ojos entrecerrando les dan una sombra atractiva, y aquellos labios húmedos que de la nada sonrieron ante la mirada de sus enemigos, realzan su belleza casi femenina. Alguien que para todos se trata de uno de los policías más apuestos, pero que guarda un secreto, pues él siempre ha sido ella. Ariel es mujer en realidad.

"Vaya forma poco elegante de morir"

Pero no alcanzó a pensar más cuando su enemigo se acercó.

Un hombre mucho más alto, con su traje negro, y su cabello del mismo color, y unos ojos que no sabe si son marrones o rojos, porque por momentos parecen brillar en este último tono, caminó hasta estar a su lado. Adrián Makris, aquel vil asesino, engendro de la sociedad, escoria del contenido de ADN de su familia, la oveja negra ¿Cómo más podría llamarlo? No solo había matado uno por uno a los miembros de los siete caudillos de la guardia policiaca de la ciudad, sino que además le había preparado una muerte tan poco... digna para alguien de su categoría. Arrugó el ceño resoplando con fastidio.

—Luces molesto ¿Esto no te gusta? —preguntó Adrián y sus ojos negros no ocultan la maldad y la felicidad que lo regocija solo por verlo en esta situación.

—Tienes una espada... —insinuó Alexis entrecerrando los ojos. Para su caso es preferible morir bajo la espada de tu enemigo que morir ahogado.

Adrián abrió los ojos fingiendo sorpresa.

—¿Quieres morir con honor atravesado por mí?

Alexis no pudo evitar sentir el tono malicioso con que su enemigo acababa de hablarle, siendo incapaz de ocultar la mueca que se dibujó en su rostro.

"Mierda ¿Por qué hace que esto suene de esa forma? Si no fuera por su carácter y el odio acérrimo contra mi cualquiera hubiese notado un doble sentido en esas palabras... "

—Una espada como está no se puede desgastar en un sucio peón que trabaja solo para los más ricos y se enriquece con las coimas que recibe —musitó Adrián con rencor—. ¿O acaso estoy mintiendo?

Alexis refunfuñó y desvió la mirada.

"Maldito listo, hijo de tu madre, me sacas en cara mis crímenes cuando tus manos están tan manchadas como las mías"

—La hipocresía en ti es de mayor jerarquía que la mía —le respondió Alexis sonriendo con ironía.

Ante su confusión, su enemigo siguió sonriendo. Claro, si se pone a analizar con cuidado, ella está atada, al borde de un acantilado, y con un peso adicional amarrado a sus piernas para quitarle hasta las posibilidades de poder nadar. Y el otro, libre, deshaciéndose al fin del enemigo que odia tanto. 

¿Quién de los dos está en peor situación para sonreír en este momento? Es obvio quien está en desventaja.

"¿Qué alguien me explique porque este tipo me odia tanto? Sí, no soy de los trigos más limpios, y sí, le hice la vida un infierno... aunque no fui yo el detonante de su desgracia, solo una pieza más en su desafortunado juego de ajedrez"

Le es difícil entender el rencor de Adrián Makris. Pues si a alguien debiese tenerle resentimiento debería ser a su propia familia. Ellos fueron los que lo deshonraron y abandonaron junto a sus padres. A diferencia de su familia, los Vikar, que fue la que lo acogió, lo cuidó y pagó sus estudios.

—Maldito mocoso, mal agradecido —masculló al pensarlo, sonriendo—. Y no te preocupes, que estaré esperándote en el infierno para hacer de tu vida más miserable de lo que la hice en tu infancia.

Sabe que con eso solo va a provocarlo, recordarle que él, Alexis Vikar, fue su pequeño verdugo que amargó su vida desde el momento en que puso los pies en la casa de su padre le da una satisfacción porque sabe que aun muerto no le dará el gusto de arrepentirse de su maldad.

La verdad es que a estas instancias le da lo mismo si ese infame la odia más, con todos sus amigos brutalmente asesinados, el caudillo de policías destruido solo desea acabar luego con esto. Lo único que le da pesar es ver a su espada en manos de su maldito enemigo, el orgullo de su familia en manos de un criminal como ese.

Adrián lo agarró del cuello de la destrozada camisa, observando cada herida en su rostro debido a la paliza recibida. Alexis no deja de sonreír como si fuese ella quien estuviera en el lado del ganador.

La saltó de golpe, apretando los dientes. 

—Láncenlo —señaló Adrián luego de mirarlo con fijeza, en donde sus ojos parecieron querer penetrar su alma y destrozarla con sus propias manos.

Le dio la espalda mientras su cuerpo caía al abismo oscuro, hacia el rugido del imponente mar asesino.

La caída fue brusca, y sintió un miedo paralizante mientras sus ojos se detenían en la estrellada noche, en eso un penetrante dolor la encegueció y todo desapareció, su muerte fue rápida. Pues su cabeza dio contra una pendiente y antes de caer al río ya había fallecido. De cierta forma estaba agradecida de que todo terminara así de rápido.

Pero en su caso esto no era el fin, era el comienzo.




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