Falla en el infierno

2.- Volver a vernos

Claro que lo que le dijo no le pareció de ninguna forma. No iba a entregar su pureza a su desquiciado enemigo solo para hacer brotar la oveja blanca escondida en su interior ¿Ni siquiera un milagro de los cielos podría hacer que un tipo como Adrián Makris se convirtiera en algo así? Un asesino como ese que disfrutó matando a cada uno de los líderes del caudillo es imposible imaginarlo como una buena persona.

Que esa sonrisa siniestra y esa mirada de odio cambien a bondad y empatía, es como pedirle peras al olmo.

"De solo pensarlo es absurdo"

Cubrió su rostro entre sus manos, antes de sentir la cercanía del, ahora, desinhibido demonio. Dio un salto hacia atrás esquivando cualquier nuevo intento de falta a su espacio personal.

Y luego masajeándose las sienes, con una actitud de anciano, agregó.

—La idea es que haga que ese maldito criminal cambié a un camino más recto y se vuelva alguien útil para la sociedad...

Quiso reírse por lo ridículo que le sonó eso, sin embargo, se contuvo. No será una tarea fácil, más para quien tampoco es un buen ejemplo de buena persona. Pero entre esto y recibir los clavos no le queda otra opción.

—Pues bien, lo haré —dijo resueltamente.

El demonio sonrió emocionado, pero no alcanzó a decir palabras cuando Alexis lo detuvo de inmediato.

—Pero no me involucraré con él de ninguna forma sentimental existente, eso significa que no me voy a convertir en su tambor de feria, ni en su guía, ni en la luz que ilumina su negra alma, ni nada parecido a eso. Ni mucho menos en la protagonista con aires de salvadora. Quiero libertad para cumplir esta misión a mi manera.

Y cruzó los brazos como si tuviera el derecho de elegir las condiciones ¿Quién podría hacerla entender? Caprichosa, mimada, con una vida de lujos y comodidades y viviendo un mundo que pocos afortunados tienen, con la estrella del éxito arraigada a su pecho desde su nacimiento ¿De qué forma siquiera podría entender la otra parte? Abandonado, abusado, solo, con un rencor y una venganza que le carcome el alma y que ni siquiera con su muerte y la de sus compañeros logró amortiguarla. ¿Cómo podría entenderla quien ha vivido su vida alimentándose de la miel de la vida sin mirar a quién a un par de metros solo se alimenta de hiel? Mas cuando esa hiel fue fabricada por ella.

—Bien, haz lo que quieras... —masculló el demonio con desilusión porque si se esperaba tener una buena historia amorosa sobre esto para contarle a sus compañeros le es claro que al parecer no será así.

—Claro —respondió Alexis sonriendo—. Ya pronto tendrás resultados.

Luce tan segura que eso provoca mayor pesar en el demonio que chasquea los dedos haciendo que todo se ponga oscuro, como quien acaba de apagar el único foco dentro de una oscura caja.

****************O****************

Susu... —solo una persona la ha llamado con ese apodo cariñoso, su padre. Aquel solía llamarla así cuando aún estaba con vida—. Cariño ¿Estás bien?

Abrió los ojos de improviso, pues el llamado paterno hizo que cualquier intención de cautela se borraran de inmediato de su cabeza.

Frente a ella, estaba su padre, con expresión preocupada, el cabello claro, y ojos grises, y con un fino y delgado bigote, y el traje bien arreglado, de un empresario acaudalado.

Su corazón saltó al verlo con vida, ni siquiera se detuvo para entender la razón. Efusivamente se lanzó a los brazos de su padre de una forma que sorprendió al hombre mayor, pues estaba acostumbrado a una Alexis fría y tan educada que nunca hizo algo así.

Las cosas se ven distintas cuando de la nada aparece frente a ti una persona que falleció y que fue muy importante y querida. Inconscientemente siempre se culpó de nunca en vida haber sido capaz de demostrarle a su padre todo lo que lo quería. Para Alexis los sentimientos no eran más que demostraciones de gente débil y tonta.

—Hija —dijo sorprendido su padre, pero sonrió recibiendo ese abrazo, que en un principio le asustó pensando que quizás el golpe en su cabeza había sido demasiado fuerte—. ¿Estás bien? Vine de inmediato del trabajo apenas me dijeron que te caíste de un árbol. Cariño ya no eres una niña, ya eres toda una señorita ¿No deberías tener más cuidado?

Y reaccionó confusa, por un momento había olvidado la misión del demonio. Pero ahora aterrizando bien se puso de pie, para ver su propio reflejo en el espejo de la habitación.

Luce como un adolescente de quince años, a esa edad ya tenía la costumbre de vestirse como un chico, y como le impidieron cortarse el cabello lo lleva atado en altura. Es alta y delgada, tal vez un poco más del promedio, y aunque tiene un aire de elegancia hay un aura fría y cruel en su mirada. Que incluso le sorprendió a pesar de que siempre eso fue algo de lo que se enorgullecía.

Sin embargo, despertar justo en esta época de su vida, precisamente en este momento la hizo palidecer y tambalearse para volver a la cama.

—¿Hija? —le preguntó su padre.

—Tranquilo, papá, solo es fatiga —y aquel tono de voz seco, usual en ella, apareció como de costumbre.

El hombre se quedó mirando confundido, primero aquella había actuado cariñosa y ahora volvía a su actitud desinteresada de siempre. Le sonrió con tristeza.

—Está bien, avisaré a los sirvientes que te traigan el desayuno —respondió en ademán de salir de la habitación.

Al ver esto, Alexis sintió que el recuerdo del dolor de la pérdida de su padre le presionó con fuerza el pecho. Y se puso de pie de inmediato

—Papá... —exclamó y se quedó callada sin saber qué decir.

—¿Qué pasa? —se volteó su progenitor hacia ella.

—Te... quiero —le dijo sintiendo que el calor se subió a su cabeza.

Nunca se lo dijo en vida y siendo la primera vez no es capaz de controlar estas emociones, resultando tan visibles que su padre no pudo evitar sonreír con ternura.




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