Falla en el infierno

9.- Perdidos juntos

Lo ayudó a ponerse de pie mientras examinó su alrededor. El lugar es húmedo y escalofriante. Se sobó los brazos fijándolos en el fondo de la cueva que no parece tener fin. No quiere reconocer que tuvo miedo al mantener su atención fija en la oscuridad.

—Mejor volvamos... pronto a casa.

Adrián la quedó mirando para luego fijarse en la leña.

—No es suficiente —musitó.

Apretó sus labios al escucharlo.

—Olvídate de eso, no dejaré que el imbécil de Saul vuelva a ponerte un dedo encima, lo prometo.

Escucharlo decir eso, con tal determinación, volvió a agitar su corazón. Se le hace más difícil no creer en el joven señor de la casa, no solo el señorito Vikar recibió ya una paliza por intentar defenderlo, sino que además ahora parece dispuesto a enfrentar a su hermano mayor y... ¿Por él?

Y se llevó su mano a su rostro cubriendo sus ojos, nunca había llorado frente a él y ahora no puede detenerse, ni siquiera ante la muerte de su madre había llorado frente a otros con ese desahogo. Si lo hizo alguna vez ante la mirada de Saul fue porque solo lloraba por rabia, por impotencia, pero de tristeza nunca como esta ocasión.

Alexis se sintió sobrecogida al escucharlo llorar de esa forma, jamás en su vida pensó que Adrián sufrió tanto cuando niño, él antes jamás soltó una lágrima frente a ella pese a sus crueles maltratos. Tragó saliva, y su cuerpo tembló sin saber que hacer. Nunca ha sido una persona buena, y ahora debido a evitar el castigo del infierno recién ha comenzado a entender lo que es la compasión y la impotencia. Con un nudo en la garganta sintió como todo se subía a su cabeza en ese momento.

Se inclinó volviendo a rodearlo con sus brazos, sin decirle nada, dándole una protección que antes nunca fue capaz de darle. ¿Cómo pudo ser tan ciega y cruel? Siempre lo miraba en menos por considerarlo inferior, desdeñaba su existencia por encontrarlo poca cosa, y todo por la mirada transparente y penetrante de aquel huérfano que su padre llevó a casa, envidiaba como los sirvientes no dejaban de hablar de lo educado y lindo que era aquel niño. 

Adrián en tanto sin poder dejar de llorar se siente tan indefenso ahora, como si frente a ese otro niño no es capaz de usar el escudo que en su cabeza forjó para protegerse de Saul. No entiende como el hijo menor del hombre que lo acogió en su familia, aquel que ignoraba su presencia al final no lo despreciaba. Tal vez solo había sido demasiado tímido para mirarlo a los ojos y a hablarle.

Afuera comenzó a llover, con fuerzas, tan brutal que Alexis se dio cuenta que no podrían aun volver a casa. Con suavidad se alejó de los brazos de Adrián, porque sintió que si lo soltaba de golpe lo dejaría caer a un abismo del cual no podría volver a sacarlo.

Se sacó su gruesa chaqueta para envolverse ambos y compartió las golosinas que llevaba en los bolsillos. Al recibir Adrián estas, se quedó mirándolo confundido.

—De seguro no has comido nada —le sonrió Alexis.

"Y yo tampoco si no fuera por ese estúpido demonio"

—Esperaremos aquí hasta que vengan a buscarnos —salir afuera sería más peligroso.

Adrián lo contempló en silencio con los ojos enrojecidos y Alexis no pudo evitar pensar lo lindo que es.

"Es una lástima que cuando crezcas dejara de serlo" suspiró.

Colocó una mano con suavidad sobre la cabeza del niño instándolo a dormir. Aquel con timidez apoyó su cabeza en su pecho y poco a poco se durmió sintiendo los latidos del corazón de Alexis y aquella mano cariñosa que no dejaba de acariciar su cabello. 

Alexis entrecerró los ojos sin dejar de sentirlo respirar más tranquilo, el hipo, producto del llanto, dejó de escucharme. En toda su vida nunca tuvo a Adrián tan cerca, pero le es difícil pensar que aquel asesino que lo odiaba tanto que acabó con la vida de todos sus compañeros, de la forma más cruel e inhumana, pueda ser el mismo niño triste que busca consuelo y calor con tanta desesperación.

—No te preocupes, de ahora en adelante no dejaré que nadie vuelva a hacerte daño, lo juro —susurró Alexis sin saber que Adrián no dormía y solo fingía hacerlo.

Al escuchar dichas palabras el niño menor se mordió los labios conteniéndose. El señorito no sabe que está despierto y además acaba de hacer un juramento, eso significa que es sincero, que todo lo que está haciendo no es una mentira ni un juego cruel.

Al final, producto del cansancio ambos terminaron por quedarse dormidos en aquel húmedo lugar.

Apenas el sol comenzó a salir un gruñido estruendoso los hizo despertar de golpe. Afuera un oso parece no muy feliz de que estuvieran en su territorio. Alexis tragó saliva, en sus condiciones normales, o sea a sus veintiocho años enfrentarse a un oso de ese tamaño no hubiera sido problemas, pero a esta edad actual aun sin entrenamiento adecuado solo puede blandir su espada. Miró de reojo a Adrián que asustado ni siquiera puede moverse de su lugar.

—Mantente cerca de mí, prometo sacarte de aquí —masculló hacia el niño apretando los dientes porque sabe que no será tan sencillo.

El oso gigante gruñó con furia. Alexis intentó detener sus ataques, tiene que hacer algo para defenderse. Y aunque quiso usar su poder sagrado este se disipo a todos lados, este cuerpo no ha sido entrenado lo suficiente. El golpe del zarpazo que recibió la hizo gritar al sentir las garras romper la carne de su brazo. Runronbi rodó de sus manos hacia el suelo mientras Alexis cayó al suelo malherida.

"Maldita sea ¡Voy a morir, otra vez voy a morir y sin haber logrado algo por cambiar su futuro!"

No pudo evitar mirar a Adrián con desconsuelo y notar el miedo en el rostro del niño, le prometió protegerlo y eso debe hacer. Al sentir otro gruñido, se giró de inmediato quedando paralizada ante la horrible figura corpulenta a punto de volver a golpearla, el oso al levantarse en dos patas es más amenazante y su zarpa sin compasión se centró en darle el golpe fatal al niño frente suyo. 




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