Falla en el infierno

16.- Este es mi adiós

Con ambos de acuerdo decidieron juntarse al día siguiente bajó el enorme árbol de ciruelos en flor en la plaza principal de la ciudad. Alexis prefirió no decirle nada a su padre no quería ser detenida en su actuar, aunque es un buen hombre no aceptaría que su hija retrase sus estudios de esa forma. Suspiró preparándose para salir.

—Solo hay un detalle que has olvidado —le dijo el demonio aquella mañana.

Lo miró confundida notando como el íncubo señalaba el calendario. Veintiuno de septiembre, a días de la primavera. Abrió los ojos sintiendo la amargura en su boca, este día precisamente fue el día que sufrió ese accidente que la dejó en coma perdiendo la memoria.

—Pero no puedo faltar —exclamó sentándose en la cama—. El doctor dijo que hoy es el último día para poder comenzar ese tratamiento.

—Te aconsejaría que hoy no salgas, pero conozco tu porfía y lo harás diga lo que diga. Será la respuesta a tu decisión lo que hoy pase —se alzó de hombros antes de desaparecer.

Arrugó el ceño.

"De verdad que últimamente no has sido de ninguna ayuda"

Recordando aquel accidente que tuvo fue cuando chocó su vehículo por el exceso de velocidad por su consumo de alcohol. Perdió el control del vehículo y se volteó chocando con violencia. Pero esa vida loca y desenfrenada no igual a su vida actual, ni siquiera ha probado el alcohol ni asiste a fiestas y no tiene un vehículo. Lo ha evitado buscando no repetir el mismo accidente. Si no bebe ni conduce no debería pasar nada.

Afuera comienza a llover con fuerzas. Titubeó ¿No será esto un mal presagio?

Pero no puede quedarse en casa, no puede, si hoy no van al hospital a pedir que se inicie el tratamiento de nada servirá ese sacrificio.

Se colocó una capucha y bajó las escaleras. Aunque le pedirá al chofer que la lleve, le indicará que la deje a unas cuadras antes de su destino, planea ir al encuentro caminando para evitar estar dentro de un vehículo. Sin dejar ninguna oportunidad al destino de provocar ese accidente.

—¿A dónde vas? —le preguntó Saul deteniéndola en el pasillo justo cuando estaba a punto de salir.

Luego de tantos años sin verlo no pudo decir nada ¿Qué hace aquí? ¿Acaso su padre lo ha perdonado? Entiende que es su único hijo de sangre, pero luego de su infamia no debería ganarse ese perdón, más cuando en su mirada no ve ningún dejo de arrepentimiento.

—Te vi sacando el dinero ¿Qué piensas hacer? —la interrogó.

—No es de tu incumbencia... —le respondió en forma atrevida.

Saul carraspeó molesto, pero aun así se mantuvo sereno.

—Vas a usar el dinero para ese infeliz, su padre se muere en el hospital y gastaras tu futuro por ayudar a un miserable —dijo sorprendiéndola.

—¿Has estado vigilándome? —Alexis arrugó el ceño sintiendo asco de solo imaginar que eso es así.

—Sí, aunque gracias a ti nuestro padre me desheredó sigues siendo importante para mí. Tu rol como policía me ayudara más de lo que imaginas. Ahora dime que estas bromeando en pensar ayudarlo realmente, y yo mismo festejare tu forma de jugarle sucio —insinuó intentando acortar la distancia entre ambos.

—Claro, siempre fue una broma ¿Crees de verdad que él me interesa? Solo lo usaba porque me era útil, nada más —se alzó de hombros con una sonrisa de maldad, para luego endurecer su mirada con frialdad—. Eso es lo que te gustaría que te dijera, pero no, él es una persona grandiosa e importante para mí, cualquier esfuerzo es válido, y dinero es dinero, si no estudio este año reuniré dinero y estudiare otro año. No es mi prioridad, Adrián si lo es.

Y sin esperar respuesta de Saul, salió subiéndose al auto que la espera. La lluvia ha dejado de caer y revisa su teléfono mandándole un mensaje a Adrián: "Voy en camino, nos vemos"

El limpiaparabrisas es lo único que interrumpe el silencio. Se siente nerviosa, más por la fecha de su accidente en su vida anterior, pero si se mantiene cauta podrá entregarle el dinero antes de que pase algo.

—Joven señor, hemos llegado —dijo el conductor y Alexis suspiró aliviada al saberlo.

Bajó del auto tomando su paraguas cerrado, ha dejado de llover, pero aun así prefiere llevarlo consigo. Decidió bajarse del auto muchas cuadras antes para evitar cualquier accidente, caminando va a estar más protegida. El aire es fresco y grato, no deja de mirar a la gente a su alrededor, es extraño disfrutar algo que en su vida de antes nunca consideró importante.

Además, si la muerte del padre de Adrián fue el detonante que cambió su vida puede ser que ahora al fin logre enderezar su futuro y cumpla con la misión que le han dado. Eso la hace sentirse feliz.

"Tal vez al dejarle este dinero todo se solucioné, y como dijo ese demonio al cambiar su futuro mi vida ya no es necesaria... "

—Solo tres cuadras más y llegaré —dicho esto sacó su teléfono al sentirlo vibrar.

Miró el semáforo cambiar y cruzó con el móvil en la mano sonriendo ante la respuesta de Adrián: "Te espero, además te tengo una sorpresa"

Pero ante el fuerte ruido de un frenazo y un bocinazo alzó su cabeza viendo una camioneta venírsele encima. La imagen pareció detenerse en sus pupilas en el instante que se daba cuenta que por más que quiso huir del destino de ese día había sido imposible. Y cegada por los focos sus recuerdos del accidente en su vida anterior llegaron a su cabeza. En aquella ocasión conducía borracha, de mal humor, y cruzó con roja; a punto de chocar con otro vehículo giró su auto para evitarlo subiéndose a una parada y matando a la única persona que esperaba el transporte público, esa persona...

"Esa persona era el padre de Adrián"

Sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos ante ese recuerdo. El evento que culminó con el rencor acumulado de Adrián contra ella fue esto, lo que lo enloqueció fue perder a su padre. Él, en esa vida no perdió a su padre por una enfermedad, sino por la imprudencia de Alexis. No solo aquella le había robado la infancia, lo había hecho sentirse miserable toda su vida, además le había robado la vida de su única familia. Y lo peor es que frente a él fue capaz de decir "Mi vida no se detendrá por un simple viejo muerto". Se llevó las manos a la cabeza con ganas de gritar de rabia contra sí misma, con la culpabilidad carcomiéndole las entrañas.




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