Falla en el infierno

17.- El odio en tus ojos

Lo primero que hizo Alexis al salir en coma fue darse cuenta de que algo andaba mal. Si todo hubiese resultado ella jamás hubiera despertado. Debió morir y en cambio sigue con vida y entrecerró los ojos con amargura.

Nadie podía entenderla, después de un accidente así y volver con vida sin secuelas debería ser algo que la alegrara, pero lo único que hacía era preguntar por Adrián y como nadie sabía que responderle se encerraba en sí misma quedándose acostada en la cama sin animarse a levantarse.

"¿Cómo pude fallarle?" no puede dejar de lamentarse.

¿Qué puede hacer ahora?

Su padre la contemplaba en silencio angustiado.

Ni siquiera el íncubo aparece para poder desahogarse de alguna forma y pueda saber que aun hay algo que pueda hacer para evitar el oscuro destino que le espera a Adrián. 

Con los días descubrió que Saul se fue del país con su dinero, dándose cuenta de que le mintió. Ella no es de llorar, es más en su vida anterior ni siquiera lloró por sus compañeros asesinados, y ahora llora cada vez que piensa en Adrián más después de enterarse que su padre no había logrado salir con vida.

Lo buscó, sí, pero él dejó su casa, cambió su número y desapareció como si la tierra se lo hubiera tragado. Esperar que vuelva a aparecer es lo que temía, porque cuando antes volvió fue solo para ir asesinando uno a uno a los caudillos de la policía.

Debido a su accidente, al robo de su dinero por parte de su hermano, y a las condiciones económicas de su familia, recibió una beca para terminar sus estudios, lo cual lo hizo con énfasis esperando con ello poder acceder a información clasificada y poder encontrar a Adrián. Su meta ahora no era convertirse en un caudillo por su honor y orgullo, sino por encontrarlo a él, destacándose tanto en su empeño y estudio que se ganó la simpatía de quien menos esperaba.

 Liu Zank, aquel prodigio superior a todos los novatos no pudo evitar admirar el sobre esfuerzo de aquel muchacho de expresión triste. Se ganó su respeto sin buscarlo, algo que jamás pasó en su vida anterior pues repudiaba al pretencioso y egoísta Alexis Vikar.

—A veces es bueno descansar un poco —le dijo un día mientras la vio entrenar con su espada.

Alexis se sobresaltó deteniendo sus ojos azules en el recién llegado. Pensaba que a estas horas no había nadie en el gimnasio. Pero antes de que dijera algo, Liu le pasó una lata de refresco sentándose a su lado.

—Gracias —murmuró Alexis sorprendida.

Aquel la contempló sonriendo con suavidad.

—Me recuerdas mucho a mi hermano mayor —dijo luego de beber un poco de su bebida—. Él también solía esforzarse mucho ¿Es tan grande tu ambición por convertirte en un caudillo?

Le preguntó sin mirarla. Alexis desvió la mirada. No, hay algo más pero no quisiera que los otros supieran su razón, prefiere que la sigan mirando como un hombre ambicioso de poder, solo eso. No merece otra cosa. 

—Sí —solo respondió sin querer explicarle que lo hace por Adrián.

—Los otros creen que solo quieres pretender y lucirte frente a los maestros —dicho esto se puso de pie—. Pero yo sé que tus ojos transparentes esconden una meta más sincera.

Colocó su mano en su hombro en actitud amigable.

—Sin embargo, no te sobre esfuerces tanto, eso no será bueno para tu salud —le dijo antes de salir.

Dos meses después ambos fueron designados Caudillos de sus áreas de estudio, pasando Alexis a convertirse el caudillo del segundo escuadrón, Liu en el tercer escuadrón y Felipe Luzoro, el ganador del torneo en la academia en el del primer escuadrón. Las cosas poco a poco avanzan exactamente igual que en su vida anterior y Alexis resiente con amargura como se acerca el encuentro con Adrián sin saber que esperarse.

Los meses fueron pasando con calma, o eso aparentaba. Luego vinieron los años. Alexis estaba en su despacho revisando unos informes y anotando otros antecedentes. Con su nuevo rol pudo acceder a información clasificada pero aun así se extrañó al ver que no había nada de Adrián, era como si la tierra se lo hubiera tragado.

Un día el director principal, el general de los caudillos de la policía los citó a una reunión importante. Dejo sus papeles ordenados antes de salir, pero se detuvo en su puerta al sentir una extraña presión en su espalda. Al girarse no vio a nadie. Por inercia llevó su mano hacia el costado de su cintura en donde reposa su espada.

—¿Estas bien? —le preguntó Felipe en tono amigable—. Te ves pálido.

—He estado trabajando mucho —le respondió masajeándose las sienes, su imaginación debió jugarle sucio para hacerle creer que alguien la vigilaba.

—No trabajes demasiado, eres joven y apuesto, ya deberías pensar en casarte —le dijo.

No pudo ocultar la mueca en su rostro.

—Tengo solo veintiséis años, no es una de mis prioridades —respondió con seriedad.

Luego suspiró antes de seguirlo por el pasillo rumbo al auditorio donde todos habían sido citados.

"Mi meta ahora es prepararme para la aparición de Adrián Makris"

—Bueno os he reunido acá para informarles de novedades para los caudillos de la policía —habló seriamente el general—. Hemos estado trabajando en secreto en un nuevo departamento, un comando especial. Como hemos tenido buenos resultados decidimos darlo a conocer. Será un escuadrón que estará posicionado sobre los caudillos...

Al escuchar eso los siete representantes de los caudillos se quedaron mirando ¿Alguien sobre ellos? ¿Qué estará pensando el general? No todos se mostraron de acuerdo con esto, sus miradas lo evidenciaban. 

El general solo entrecerró los ojos ante la respuesta de sus caudillos. 

—Les presentó al jefe del escuadrón especial de la policía, Adrián Makris —dijo con solemnidad.

Al escuchar ese nombre, Alexis Vikar que hasta ahora tenía su mirada en el piso alzó la cabeza de inmediato, escuchar ese nombre hizo a su corazón palpitar de golpe. No puede ser. La imagen frente a ella se detuvo al ver al hombre avanzar al frente, con paso seguro, un traje negro y desplegando una seguridad que no pasó desapercibida.




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