Falla en el infierno

29.- Vivir o morir

No logró avanzar mucho cuando se vio obligado a detenerse de golpe. La presencia de las cuatro figuras maligna que lo rodean no pasó desapercibida. Adrián apretó los dientes con rabia luego de contemplar a Alexis que sigue inconsciente en sus brazos, debe llevarla pronto con un médico. No tiene tiempo para perderlo con estos malditos criminales.

El látigo de Sue Valhen intentó golpearlo pero Adrián pudo esquivarlo sin mucho esfuerzo. Aun así la mujer siente que van a ganar ante la diferencia de número y además porque aquel policía lleva al otro inconsciente en sus brazos, por lo que sus movimientos serán limitados. Con sus labios pintados de rojo intenso, su largo cabello atado se movió a la vez que su arma sagrada volvió a atacar.

Adrián Makris sigue tan apuesto que cuando eran compañeros en la academia. Aquel siempre fue su amor platónico. Pero luego de que en el cementerio de la academia quisieran herir a Alexis Vikar, Adrián la apartó de su lado. Dijo que ya no los quería ver cerca, nunca más, y eso fue tan doloroso más aun al darse cuenta que ante los ojos de Adrián nadie podía compararse a ese niño bonito de los Vikar.

Y ahora verlo, otra vez, protegiendo a Alexis, le hacer hervir la sangre. Incluso deseando enviarlos juntos al infierno ¿Cómo es posible que la haya desdeñado a ella por otro hombre?

Sue apretó con fuerzas su látigo antes de otro ataque. Y esta vez atrapó la muñeca de Adrián. Sonrió victoriosa, ansiosa, hasta que sus ojos se detuvieron en la mirada de aquel hombre. Si alguna vez sintió miedo nada se comparaba con lo que sintió ante la mirada intimidante de Adrián. Es como si fuese capaz de ver su propia muerte en las pupilas de su enemigo.

Ni un segundo alcanzó a pensar más, cuando la mano de Adrián la agarró con una brutalidad tal en el cuello que le desgarró todo el interior de una vez. La fuerza del policia es inhumana, es superior, propio de los elegidos del cielo. El grito de Sue se perdió en un ruido extraño y la sangre salió brotando por su boca. Dejando de respirar.

Ante la muerte inesperada de su compañera, los otros tres criminales se quedaron impávidos. Adrián sigue sosteniéndola del cuello con una furia que contracta con el cuidado con que sostiene con su otro brazo a Alexis.

Dejo caer el cuerpo inerte y sus ojos se enfocaron en los otros criminales, que impávidos, no parecen reaccionar.

—¿Van a seguir bloqueando mi camino? ¿O quieren terminar de la misma forma? —su tono de voz los hizo temblar.

¿Qué tan temible es este tipo que ha provocado en ellos su merma espiritual? Ni siquiera son capaces de levantar sus armas sagradas para pelear, y estas sin aura robusta tambalean. Finalmente, las armas cayeron a los pies de sus dueños, quienes impávidos no se atreven a mover un solo dedo.

Nunca en su vida se habían sentido así, pequeños e indefensos, como un conejo frente a un lobo a punto de lanzarse y devorarlo.

Estefanía Fall, Marcos Guilder y Sebastián Zaste, que hasta ahora se habían apodado, junto a la difunta Sue Valhen en los cuatro jinetes del apocalipsis, no pueden creer que exista alguien capaz de intimidarlos más que su jefe, alguien capaz de estar a punto de empujarlos a correr y llamar a sus madres.

Si este Adrián Makris hubiera seguido el mismo camino que en su vida anterior, esos cuatro se hubiesen convertido en sus aliados más fuertes y poderosos. Pero en esta vida su destino cambio cuando su razón de ser fue proteger a lo único importante que tenía en ese entonces, Alexis Vikar. Por él decidió ser policía, por él aceptó estar bajo el mando de un tipo tan extraño como el general de la policía. Claro, después las circunstancias cambiaron, pero su obsesión por perseguir a Alexis lo hizo mantenerse en ese camino, ya no con intenciones de protegerlo sino de vengarse por su traición.

Sin embargo, eso no significa que su destino haya cambiado. El demonio que ocultó en el bosque y que observa la escena con seriedad lo sabe. Ese camino sigue escrito, él matará a Alexis llevado por la venganza. Pero será peor que el destino de su vida original porque esta vez enloquecerá por sus sentimientos contrapuestos. El Adrián de esta vida tiene sentimientos hacia Alexis, y al derramar la sangre de un ser querido es muy distinto a matar a alguien que no le importa, como fue en su primera vida.

—Me pregunto si hicimos bien... —musitó el demonio.

Los tres criminales al final lo dejaron ir, saben que si se enfrentan a él van a morir. Es una fuerza que no son capaces de contener. Prefieren ser castigados por su jefe a que morir en manos de alguien como Adrián Makris.

 

Alexis abrió los ojos sintiendo una pesadez horrible en su cabeza. No recuerda que pasó y el blanco cielo no le ayuda a recordar nada. Levantó la mano dejándola caer en su frente. Aquel movimiento llamó la atención de las otras personas presentes en la habitación.

No sabe si fue su imaginación, pero sintió una discusión y dos personas en desacuerdo sin poder entender sus palabras.

—¿Alexis? ¿Cómo estás? —el rostro de Liu Zang apareció frente al suyo.

Luce preocupado, aunque mantiene el ceño arrugado.

—Llevas dos días sin despertar —le dijo como si estuviera reprendiéndola—. Te dije que no tenías que meterte en la investigación, sino fuera por el oficial Makris no estarías aquí para contarlo.

Alexis no pudo evitar sonreír culpable, aunque si lo piensa bien si no hubiera sido por ella Adrián hubiese muerte y no hubiera podido salvarla, o sea ella es parte de su hazaña.

"Aunque suena bastante bobo... si lo pienso bien"

Quiso sentarse, pero al no poder hacerlo se quedó recostada en la cama.

—Agradece que esto no llegara al general sino las consecuencias hubieran sido peor ¿Es que no piensas las cosas? Más en tu estado, se supone que debías guardar reposo ¿De qué te va a sentir morirte? —en esta parte Liu apretó los dientes, y al darse cuenta de su propio gesto desvió la mirada—. Vas a terminar sacándome canas verdes...




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